jueves, 12 de octubre de 2017

La Guerra de Siria es consecuencia de la crisis de la hegemonía imperialista en Oriente Medio

La Guerra de Siria es consecuencia de la crisis de la hegemonía imperialista en Oriente Medio

Juan Manuel Olarieta
El general del servicio secreto griego Savvas Kalenderides publica un desafortunado artículo en la Red Voltaire (*) sobre los planes turcos para atacar Rojava y el Kurdistán irakí que es bastante característico de una cierta manera de abordar las guerras imperialistas. Se titula “La situación se hará incontrolable si Turquía invade el Kurdistán iraquí” y asegura que dicha operación militar cuenta con el beneplácito del gobierno de Irak.

El planteamiento del griego sobre los orígenes y las causas de la situación bélica en Oriente Medio es erróneo. La “historia de los kurdos” no es el motivo causante de dicha situación; como mucho, es la consecuencia de ello.

En su forma actual, la guerra tampoco se inició hace 27 años cuado Saddam Hussein invadió Kuwait; antes que ella hubo otra guerra de Saddam Hussein contra Irán, que es el punto de gravedad sobre el que basculan los acontecimientos de Oriente Medio desde la revolución de 1979.

Han transcurrido 38 años y tres grandes guerras, llamadas “del Golfo”, entre las cuales la invasión de Kuwait es -precisamente- la menos trascendente. No fue más que una excusa para que el imperialismo intentara acabar con Irak, algo que no ha logrado.

A lo largo de ese tiempo en sus guerras de agresión el imperialismo ha cosechado algo más que fracasos. Los acontecimientos se han vuelto siempre en su contra, lo cual es indicativo de una tendencia general al retroceso y el fortalecimiento de los Estados que pugnan por su liberación nacional.

El golpe de Estado contra Massadegh en 1953 sigue siendo el prototipo de los manejos de los imperialistas para sostener su hegemonía en el mundo, en general, y en Oriente Medio en particular. Desde entonces en Irán el nacionalismo ha radicalizado su oposición a las grandes potencias.

Lo mismo cabe decir de Irak, donde el Pacto de Bagdad fracasó en su intento por convertir a aquel país árabe en el centro de operaciones de los imperialistas en Oriente Medio. Ni siquiera la invasión de 2003 ha logrado llevar a ningún vasallo al frente del gobierno irakí, cada vez más integrado en el Eje de la Resistencia.

No hay nada más absurdo que el intento de Kalenderides de poner a Irán en el mismo plano que Israel. De ninguna manera se puede admitir la equiparación entre un agresor (Israel) y un agredido (Irán).

Irán no intenta crear ningún “corredor” o “creciente chiíta” entre Teherán y Líbano a través de Irak y Siria, como dicen los analistas del imperialismo, entre otras cosas porque el gobierno sirio no es chiíta. El gobierno de Teherán nunca ha necesitado ese corredor para abastecer de armas a Hezbollah. Es una vía de tránsito trazada desde hace muchos miles de años y nunca tuvo tampoco ningún significado religioso sino única y exclusivamente comercial. Forma parte de la Ruta de la Seda y de las vías de acceso al Océano Índico desde Europa occidental, de tal manera que hace cien años el imperialismo trazó las fronteras en Oriente Medio para cerrarlos. La pregunta no es quién trata de abrir un corredor sino por qué lleva cerrado cien años.

Lo mismo cabe decir acerca de esa supuesta “lucha” que Kalenderides inventa de Estados Unidos, Irak y “los kurdos” contra el Califato Islámico. Eso no ha existido nunca.

Se repite el argumento en el campo de batalla de Siria. Ni Estados Unidos ni “los kurdos” luchan contra el Califato Islámico. Los objetivos de unos (Estados Unidos) y otros (“kurdos”) no son los de acabar con alguien, el Califato Islámico, sino todo lo contrario porque, hasta la fecha, dicha organización yihadista ha servido cabalmente a sus propósitos: destruir el Estado sirio.

La Guerra de Siria no estalló, como asegura Kalenderides, para que Washington se opusiera a Moscú sino para destruir al gobierno de Damasco porque era el último intento de mantener su hegemonía en Oriente Medio.

Sólo Washington lleva a cabo dicha guerra a través de fuerzas intermedias, mientras que Moscú lucha por sí y para sí, es decir, por intereses propios que, además, coinciden con los de Siria.

Lo que Kalenderides no dice es que dicha guerra es ilegítima para Washington, pero no para Moscú, y que mientras Washington comenzó la guerra en 2011, desde el principio, Moscú se involucró en la misma sólo cuatro años y medio después.

Moscú, que es el mayor productor y exportador mundial de hidrocarburos, no tiene ningún interés ni territorial, ni energético, ni estratégico en Siria, como pretende Kalenderides. No hay ningún “pastel enérgético” ni económico de ningún tipo para Rusia en Siria porque:

a) no lo necesita
b) porque repetiría los “errores” de Estados Unidos y Gran Bretaña en Oriente Medio
c) porque no lo admitirían ni el gobierno de Siria, ni el de Teherán, entre otros

Moscú ayuda al gobierno sirio en la guerra porque no puede admitir la inestabilidad en su flanco sur y el Cáucaso, donde ya tuvo una guerra en los años noventa contra los mismos que ahora ondean las banderas del yihadismo con otras siglas.
Estados Unidos está en Siria por Oriente Medio, mientras Rusia está por el Cáucaso. En 2011 Estados Unidos inició el ataque y luego Rusia acudió en defensa de Siria. Los motivos por los que Rusia está en la Guerra de Siria no son simétricos a los de Estados Unidos; ni siquiera coinciden en el tiempo.

A pesar de la lejanía, Oriente Medio interesa más  a Estados Unidos que a Rusia. Los intereses son, además, cualitativamente distintos; por eso se apoyan en otras políticas y en otros países.

(*) http://www.voltairenet.org/article198304.html

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