miércoles, 26 de julio de 2017

Si cada uno defiende su soberanía absoluta, se llegará a la guerra”


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“Si cada uno defiende su soberanía absoluta, se llegará a la guerra”

 

 

Beatriz Silva

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Sólo una Europa más integrada y unida nos permitirá hacer frente a grandes desafíos como la crisis del euro, el cambio climático o la crisis de los refugiados. Es la receta de Pier Virgilio Dastoli, el que fuera el más estrecho colaborador de Altiero Spinelli, padre fundador de la Unión Europea, a las dificultades que enfrenta el proyecto europeo. Más Europa y no menos, insiste durante esta entrevista realizada en Barcelona, ciudad a la que acudió recientemente, invitado por Federalistes d'Esquerres.
Dastoli (Anzio, Roma, 1949), que actualmente ocupa el cargo de presidente del Consejo Italiano del Movimiento Europeo, ha dedicado su vida a lo que fue el sueño de Spinelli: la construcción de una Europa federal donde los viejos Estados-nación sean reemplazados por una estructura supranacional que impida que el enfrentamiento entre nacionalismos cause nuevas guerras.
después del resultado del Brexit, los ciudadanos europeos se han dado cuenta de que la posibilidad de que Europa se disgregue es un peligro y es real. Han tomado conciencia de que es importante la unidad
Spinelli concibió el sueño de unir Europa en 1943, mientras estaba recluido en la isla de Ventotene por el régimen de Mussolini, y materializó sus propuestas en un manifiesto que daría origen al movimiento federalista y más tarde a la Unión Europea. Fue capaz de imaginar una Europa distinta cuando el continente se desangraba y sus reflexiones siguen iluminando el camino de los partidarios de una Europa libre, unida y sin fronteras.
¿Por qué cada vez más ciudadanos ven en la Unión Europea un problema y no una solución? Esto no era así hace 15 años.
Porque creen que Europa no ha sido capaz de solucionar los problemas reales. Pero esto no es culpa sólo de la Unión Europea: la mayor parte del poder sigue estando en mano de los gobiernos nacionales que son realmente los que no han resuelto los problemas de la gente. En estos últimos diez años de crisis todas las decisiones las han tomado los gobiernos. Los jefes de Estado y de Gobierno primero deciden qué harán, luego van a las reuniones del Consejo Europeo a explicarlo y regresan diciendo que Bruselas les obliga a hacer esto y aquello. El problema del sistema europeo es que no es eficaz ni es democrático. Necesitamos un verdadero Gobierno europeo, con poderes y elegido directamente por los ciudadanos.
Antes de esta crisis, ¿los ciudadanos sentían que la UE sí podía resolverles sus problemas?
Mi percepción es que los europeos no son tan críticos con Europa. En las mismas encuestas en que se muestran escépticos con las instituciones europeas dicen que los grandes problemas, como la defensa y el terrorismo, se pueden solucionar mucho mejor a escala europea. El fortalecimiento de movimientos como el de Marine Le Pen representa, más que un voto contra Europa, un voto contra los gobernantes, es un voto antisistema. Pero la situación ha cambiado en el último año. En Austria ganó las elecciones un candidato europeísta en vez de la extrema derecha. En Holanda, Geert Wilders quedó muy relegado y en Francia, Marine Le Pen perdió fuerza a favor de Emmanuel Macron, que era el candidato más europeísta que se presentaba a las elecciones. Las cosas se están moviendo a favor del europeísmo.
¿Cómo afectará el Brexit a la Unión Europea?
Yo soy optimista. Creo que después del resultado del Brexit, los ciudadanos europeos se han dado cuenta de que la posibilidad de que Europa se disgregue es un peligro y es real. Han tomado conciencia de que es importante la unidad. El hecho de que Reino Unido salga de la Unión Europea obliga a una modificación de los tratados europeos y se pondrán sobre la mesa otras cuestiones que pueden ayudar a dar un nuevo impulso.
¿Cómo cuáles?
La política monetaria del Banco Central Europeo no es suficiente si queremos tener una política económica común. Para afrontar la cuestión de la inmigración, los tratados tampoco son adecuados. El Tratado de Lisboa hace una incidencia muy pequeña en la cuestión social que es uno de los grandes déficits del proyecto común. Es urgente construir una Europa social para que la gente vuelva a creer.
¿Estas reformas servirían para relanzar el proyecto?
Yo estoy convencido de que para dar el salto a una Europa federal tenemos que demostrar a la ciudadanía que esta Europa puede solucionar los grandes problemas que no tienen respuesta a nivel nacional. Por ejemplo, en Europa hay 120 millones de pobres. Esta cuestión se podría mejorar con la creación de una renta mínima europea de ciudadanía. Tenemos además la base jurídica para hacerlo en la Carta de Derechos Fundamentales. Podríamos crear un organismo de lucha contra el paro juvenil y crear un sistema de justicia europeo que combata el crimen organizado. Hay que reforzar la política industrial europea para que sea más competitiva en el mundo. Hay que lanzar un plan de desarrollo para el África subsahariana y afrontar el problema de la inmigración. Todo esto puede solucionarse pero los tratados actuales no son suficientes, hay que ir más allá.
¿Spinelli imaginaba que Europa sería así en 2017?¿Era optimista o pesimista?
Al final de su vida, en 1984, Spinelli intuía que caería el muro de Berlín y decía que teníamos que prepararnos para la reunificación del continente, que necesitábamos una Europa más política. Él no hablaba de la moneda única porque pensaba que primero había que construir la unión política y poner en funcionamiento un gobierno democrático a nivel europeo. Para Spinelli, la integración económica tenía que venir después pero el proceso fue al revés. Él pensaba que esta inversión era un gran error. Cuando se firmó el Tratado de Roma, Spinelli escribió un artículo titulado La tomadura de pelo del mercado común defendiendo que no podíamos empezar desde el mercado y que no era suficiente integrar la moneda. Y las cosas le han dado la razón.
Según esto, deberíamos hablar de crisis política en vez de crisis económica o de crisis del euro…
Spinelli pensaba que primero había que construir la unión política y poner en funcionamiento un gobierno democrático a nivel europeo. Para él, la integración económica tenía que venir después pero el proceso fue al revés
Sí. Se trata de eso. Uno de los problemas de Europa es la falta de unidad política. Hay cuatro grandes problemas a los que Europa no ha sido capaz de dar respuesta y que se encuentran detrás de la crisis del proyecto: la globalización, el fin de la división del mundo entre este y oeste, el impulso de los países en vías de desarrollo y la irrupción de las nuevas tecnologías desde mediados de los noventa. Estas cuestiones han cambiado el mundo y el mercado del trabajo. Para hacerles frente no bastaba una pequeña modificación de los tratados, necesitábamos una reforma más profunda. La respuesta no era reducir los costos laborales para hacernos más competitivos sino mejorar la calidad tecnológica de nuestros productos. El proyecto europeo de 1984 tenía una visión de conjunto porque tomaba en cuenta todas estas cuestiones y proponía un camino a seguir. No quería solo transferir más poderes al Parlamento Europeo y a la Comisión, quería cambiar Europa. Pero los gobernantes no lo asumieron.
¿Cree que tras el resurgimiento del nacionalismo en Europa se encuentra el hecho de que las nuevas generaciones han olvidado la guerra?
Sí, la generación que impulsó el proyecto europeo tenía la memoria de la guerra pero nuestros dirigentes actuales ya no la tienen, no está vivo el recuerdo de lo que significa el enfrentamiento entre nacionalismos, no se han dado cuenta de que corremos el riesgo de que Europa se disgregue. De todas formas, yo soy optimista. La declaración de Roma de marzo pasado puede parecer un poco vacía pero ha dado una señal políticamente importante: han dicho que quieren seguir unidos. El Brexit ha servido para que se den cuenta del riesgo y el viento ya no sopla a favor de los nacionalismos. Lo hemos visto en las elecciones de Austria, Serbia, Holanda, Bulgaria y Francia. No son señales imaginarias.
¿Por qué los movimientos federalistas europeos tienen poco protagonismo en la escena política?
Son débiles porque son autorreferenciales. Mantienen batallas y discusiones internas y no se abren a la sociedad civil y sus problemas, a la inmigración, a la pobreza. Habría que crear un gran movimiento de la sociedad civil que explicara a los ciudadanos lo que significa la federación europea y reivindicara cuestiones sociales, medioambientales, laborales, que son las que están en juego. Los tratados actuales ya tienen herramientas para avanzar en una Europa distinta. Hay que hacer cosas para que la gente vuelva a creer y explicarles lo que significa también la no-Europa.
¿Qué significa la no-Europa?
El caos y el enfrentamiento entre naciones. El Manifiesto de Ventotene plantea una cuestión fundamental y es el problema que representa afirmar el principio de la soberanía absoluta por parte de los Estados porque inevitablemente provocará entrar en conflicto con las demás soberanías que es lo que sucedió con las dos guerras mundiales. Si cada uno defiende su propia soberanía absoluta, en algún punto se llegará a la guerra, que es lo que el manifiesto quería evitar. Además de la soberanía absoluta, en Europa surgió a mediados del siglo XVII otro principio que es el de los Estados-nación y que establece que cada ciudadano es sólo ciudadano de una nación. El resultado de la combinación de estos dos principios es que cuando los Estados-nación quieren afirmar el principio de la soberanía absoluta, se llega inevitablemente a la guerra. Las dos guerras mundiales no fueron provocadas por razones económicas sino por el conflicto entre Estados-nación afirmando su soberanía. Spinelli era consciente de esto en 1943 y por eso planteó en el Manifiesto de Ventotene abandonar para siempre el principio de la soberanía absoluta y la división de Europa en Estados-nación como una manera de evitar una tercera guerra mundial. Su propuesta fue reemplazar los Estados-nación por estructuras supranacionales como la Unión Europea y para eso tenemos que trabajar. Para derribar las fronteras.

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