Hablamos
claro esta de los bombardeos del gobierno de Ucrania en los territorios
del este del país, que mantienen bajo su control y reclaman como una
zona independiente (las llamadas repúblicas del Donestk y Lugansk
conocidas como Novorrusia).
Estos bombardeos dieron inicio el 28 de enero, violando la tregua entre los dos bandos firmada en la capital de Biolorrusia, Minsk, y afectado a grandes ciudades como Donestk, además de toda la llamada línea de contacto donde hay tropas de ambos actores. Y dejaron un resultado de al menos 30 muertos, entre ellos siete civiles.
Esta no es la primera vez que el gobierno de Ucrania viola la tregua, ni tampoco bombardea a la población civil provocando decenas de muertes y el desalojo de personas afectadas por las bombas, en un caso que tiene todos los elementos para ser considerado un crimen de guerra bajo la legislación internacional. Por lo que vale la pena repasar la cronología del conflicto para entender la gravedad de lo que está sucediendo.
A partir de ese momento, el gobierno de Kiev, dirigido por el oligarca Pier Poroskenko e integrado por organizaciones nazis como Sector Derecho y Svoboda, han cometido decenas de crímenes de guerra y delitos de lesa humanidad contra la población civil del Donbass a través de batallones como estos:
Justamente estos batallones los han bombardeado, torturado, asesinado sin proceso judicial, colgado en plazas públicas y quemados en vivos en masacres como la de Odessa, aquí descripta por Misión Verdad.
Para que esto terminara, el ejército irregular tuvo que derrotar a la fuerza militar de KIev, apoyada por la OTAN. Como consecuencia de ello fue que el gobierno de Kiev firmó el acuerdo de Minsk, respaldada por Rusia y la Unión Europea, para establecer una serie de puntos a realizar por ambos bandos para encontrar una salida negociada al conflicto, que no significara ni una limpieza étnica para los ciudadanos del este con raíces rusas, ni tampoco una total independencia como querían.
Precisamente es este acuerdo que Ucrania vuelve a violar a fines de enero para sabotear el acercamiento entre Rusia y Estados Unidos, que podría condenar a la irrelevancia política al gobierno de Kiev agobiado, además, por el desastre económico puertas adentro.
Ninguna de las figuras públicas, ni medios y ONGS se han encargado de hacer una campaña de propaganda sobre este genocidio silencioso, como han hecho en Alepo, Siria, para deslegitimar el avance del gobierno frente a los fundamentalistas islámicos, y ahora en Yemén para atacar a Trump después de haber pasado por alto esa masacre por más de un año.
Varias son las razones prácticas de ello: Uno es el obvio apoyo que Estados Unidos, sus medios e incluso Hollywood dio al golpe de Estado en Ucrania, al punto tal de realizar documentales sobre la épica revolucionaria de los nazis que llegaron al poder, y repartir galletas en las protestas que derivaron en el golpes gracias a la bondadosa acción de la exsubsecretaria de Estado para Europa del Este, Victoria Nuland:
Así se da la paradoja, por ejemplo, de que ninguna de las ONGS de mujeres, negros, blancos, y sexo diversos que marchan contra Trump se muestran afligidos, ni sensibilizados, por casos como el de esta señora que se ve obligada a abandonar su casa por el bombardeo del gobierno ucraniano.
Así es como tenemos a una sociedad global mayormente de clase media que se mueve, por más que no lo quiera ver, en base a grandes campañas de indignación selectiva, que suelen coincidir en gran medida con los intereses de quienes pagan por su ello.
Como si fueran consumidores de un anaquel de causas para sentirse bien con uno mismo, donde obviamente no hay espacio para unos pocos ucranianos que épicamente han peleado en inferioridad de condiciones, sin aviones ni grandes armamentos, contra todo el ejército de un país que bombardea sus pueblos y ciudades inhumanamente.
Al parecer ellos no están tan a la venta en el anaquel de causas pérdidas, como los nazis que intentan sin éxito terminar con su existencia. Considerados por Netflix como la "siguiente generación de la revolución":
Estos bombardeos dieron inicio el 28 de enero, violando la tregua entre los dos bandos firmada en la capital de Biolorrusia, Minsk, y afectado a grandes ciudades como Donestk, además de toda la llamada línea de contacto donde hay tropas de ambos actores. Y dejaron un resultado de al menos 30 muertos, entre ellos siete civiles.
Esta no es la primera vez que el gobierno de Ucrania viola la tregua, ni tampoco bombardea a la población civil provocando decenas de muertes y el desalojo de personas afectadas por las bombas, en un caso que tiene todos los elementos para ser considerado un crimen de guerra bajo la legislación internacional. Por lo que vale la pena repasar la cronología del conflicto para entender la gravedad de lo que está sucediendo.
Breve historia de una masacre silenciosa
Desde que el actual gobierno de Ucrania llegó al poder por un golpe dirigido por Washington, la mayoría del tiempo lo ha dedicado a intentar recuperar los territorios en el este del país que se le rebelaron e incluso declararon su independencia en otras partes del país con el apoyo de Rusia, como es el caso de Crimea que terminó por anexionarse a Moscú, después de elegir esto a través del reférendum.A partir de ese momento, el gobierno de Kiev, dirigido por el oligarca Pier Poroskenko e integrado por organizaciones nazis como Sector Derecho y Svoboda, han cometido decenas de crímenes de guerra y delitos de lesa humanidad contra la población civil del Donbass a través de batallones como estos:
Justamente estos batallones los han bombardeado, torturado, asesinado sin proceso judicial, colgado en plazas públicas y quemados en vivos en masacres como la de Odessa, aquí descripta por Misión Verdad.
Para que esto terminara, el ejército irregular tuvo que derrotar a la fuerza militar de KIev, apoyada por la OTAN. Como consecuencia de ello fue que el gobierno de Kiev firmó el acuerdo de Minsk, respaldada por Rusia y la Unión Europea, para establecer una serie de puntos a realizar por ambos bandos para encontrar una salida negociada al conflicto, que no significara ni una limpieza étnica para los ciudadanos del este con raíces rusas, ni tampoco una total independencia como querían.
Precisamente es este acuerdo que Ucrania vuelve a violar a fines de enero para sabotear el acercamiento entre Rusia y Estados Unidos, que podría condenar a la irrelevancia política al gobierno de Kiev agobiado, además, por el desastre económico puertas adentro.
¿Por qué nadie se acuerda de los civiles asesinados en el Donbass?
Si bien las cifras no son exactas, ni tampoco confiables, hasta 2016 se estimaba que 6.000 civiles habían muertos durante el conflicto. Un número que seguramente debe ser subestimado si se tiene en cuenta los constantes bombardeos contra ciudades y pueblos del este de Ucrania.Ninguna de las figuras públicas, ni medios y ONGS se han encargado de hacer una campaña de propaganda sobre este genocidio silencioso, como han hecho en Alepo, Siria, para deslegitimar el avance del gobierno frente a los fundamentalistas islámicos, y ahora en Yemén para atacar a Trump después de haber pasado por alto esa masacre por más de un año.
Varias son las razones prácticas de ello: Uno es el obvio apoyo que Estados Unidos, sus medios e incluso Hollywood dio al golpe de Estado en Ucrania, al punto tal de realizar documentales sobre la épica revolucionaria de los nazis que llegaron al poder, y repartir galletas en las protestas que derivaron en el golpes gracias a la bondadosa acción de la exsubsecretaria de Estado para Europa del Este, Victoria Nuland:
Así se da la paradoja, por ejemplo, de que ninguna de las ONGS de mujeres, negros, blancos, y sexo diversos que marchan contra Trump se muestran afligidos, ni sensibilizados, por casos como el de esta señora que se ve obligada a abandonar su casa por el bombardeo del gobierno ucraniano.
Y también el hecho de que si alguno increpara a esta misma gente preocupada por las medidas migratorias y xenófobas de Trump, las mismas aplicadas con mayor intensidad por Kiev, se encontraría con muchas respuestas dirigidas a echarle la culpa de la situación a Rusia y por supuesto a Putin.#Donetsk: vulnerable civilians - pensioners, disabled - being evac'd from areas targeted by Ukrainian artillery.Also met a WW2-born couple pic.twitter.com/BCzy6eK2jI
— Murad Gazdiev (@MuradGazdiev) 3 de febrero de 2017
El comercio de la indignación global
Claro está que gran parte de esta política de indignación contra Trump, como la campaña humanitaria contra la retoma de Alepo, es financiada por los mismos capitales, como George Soros, que respaldan al gobierno de Kiev y su limpieza étnica.Así es como tenemos a una sociedad global mayormente de clase media que se mueve, por más que no lo quiera ver, en base a grandes campañas de indignación selectiva, que suelen coincidir en gran medida con los intereses de quienes pagan por su ello.
Como si fueran consumidores de un anaquel de causas para sentirse bien con uno mismo, donde obviamente no hay espacio para unos pocos ucranianos que épicamente han peleado en inferioridad de condiciones, sin aviones ni grandes armamentos, contra todo el ejército de un país que bombardea sus pueblos y ciudades inhumanamente.
Al parecer ellos no están tan a la venta en el anaquel de causas pérdidas, como los nazis que intentan sin éxito terminar con su existencia. Considerados por Netflix como la "siguiente generación de la revolución":
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