sábado, 19 de noviembre de 2016

LOS SAUD DE ARABIA ENEMIGOS FUNDAMENTALES DE LA LIBERTAD DE LOS PUEBLOS DEL MUNDO



        El rey de España ha cancelado su viaje a Arabia de los Saud. La causa verdadera ha sido el fuerte rechazo que había suscitado por muchos motivos, entre ellos el conocimiento de que los Saud, probablemente la familia más rica del planeta hoy[1], financian las operaciones de terror que lleva adelante el islamofascismo en todo el orbe, también en Europa, lo que es expresión del militarismo, expansionismo e imperialismo musulmán histórico que aquéllos alientan ahora en su propio beneficio. Cuando los Borbón no se han atrevido a visitar a quienes les llevan decenios suministrando fondos hemos ganado una batalla por la libertad.

         Arabia es hoy propiedad de una familia, los Saud, que han añadido su nombre al del país para manifestar que es su pertenencia, algo portentoso, pues aquélla es del pueblo árabe y no de unos grandes capitalistas que prosperan a la sombra del imperialismo occidental. Es como si nuestro país se llamase España Borbónica…

         El régimen político saudí es una teocracia gran-burguesa y empresarial multinacional. En él no existe ninguna libertad, ni verdadera ni formal. No hay en absoluto libertad de conciencia, pues todos son obligados a ser musulmanes. La libertad de expresión es cero, igual que la de asociación y reunión. Las prerrogativas individuales naturales no son respetadas, siendo un Estado policial terrorista. Soporta una completa ausencia, por tanto, de libertad política (el árabe medio está excluido de cualquier participación, siquiera sea nominal, en la vida política) y libertad civil. Padece el peor patriarcado de la historia de la humanidad. No existen las más elementales garantías procesales, y la gente es caprichosamente encarcelada, torturada y ejecutada, estando a merced de la terrorífica policía religiosa musulmana. Nadie puede oponerse a la familia Saud ni a las injusticias del régimen teofascista. El clero islámico lo domina todo, no habiendo ni tan sólo alguna división de poderes. Las demás religiones están prohibidas a la vez que los ateos y agnósticos son asesinados. Lo mismo los homosexuales, siendo incluso más perseguida la libertad erótica heterosexual. La numerosa población inmigrante es sometida a un régimen de desprecio racista y violencia cotidiana. Su política exterior se fundamenta en dos componentes, comprar a todos con los petrodólares y alentar las peores formas de violencia religiosa. A la vez, la familia Saud (unas 10.000 personas), lleva una vida de bacanal, dentro y fuera de Arabia, con consumo habitual de alcohol, drogas, manejo de prostitutas, etc. Lo más significativo es que hasta hace muy poco las potencias occidentales habían establecido la prohibición de criticar a los Saud y discrepar del islam. Ahora ya no, o mucho menos…

         Se dice que es “una monarquía absoluta” pero ¡qué más quisiera el pueblo árabe que fuera así! Tampoco es un régimen “medieval”, entre otros motivos porque existe sólo desde 1932 cuando fue creado por los ingleses, que hicieron de los Saud, unos bandoleros del desierto, sus representantes en Arabia. Además, sus miembros han estudiado en universidades occidentales, acumulan numerosos títulos y diplomas, utilizan la tecnología más vanguardista, hablan en inglés entre ellos y nada en absoluto tienen de “medievales”, salvo en lo folklórico. Es un régimen neo-fascista ultra-moderno, tecnocrático, empresarial, bancario y productivista, de base clerical y religiosa, que resulta jurídica y políticamente indiferenciable del de Franco, salvo en que es más brutal, oscurantista, arbitrario y opresivo. Su fundamento es el mega-capitalismo financiero surgido del petróleo. Los Saud disponen ya de varios fondos de inversiones situados entre los más grandes del planeta y están preparando otro más, éste con dos billones de dólares de capital, que será, con mucho, el mayor existente, lo que les convertirá en fuerza empresarial decisiva a nivel mundial. Así, islam y capitalismo mundializado se unifican.

Comencemos por el principio. El 14 de febrero de 1945 en el barco de guerra de EEUU “USS Quincy” se entrevistan el rey de Arabia, Abdul Aziz, una criatura del colonialismo inglés, y el presidente estadounidense F. D. Roosevelt. No se hizo una declaración sobre lo acordado pero se puede conocer a partir de los hechos posteriores. En esa fase final de la II Guerra Mundial la preocupación cardinal del imperialismo yanki era impedir la oleada de revoluciones y probables triunfos del comunismo que se anunciaban en la ya inminente derrota de las potencias del Eje, Alemania, Italia y Japón. Para asegurar el dominio occidental en los países de religión musulmana, donde había entonces poderosos partidos comunistas y organizaciones antiimperialistas, los EEUU entregaron a los Saud el poder económico inmenso que otorga el petróleo (aunque compartido con las compañías occidentales) a cambio de que actuasen como fuerza anti-revolucionaria pro-occidental con su religión como fundamento. Tal es el origen del emporio actual de los petrodólares.

Los estadounidenses conocían cabalmente los muchos servicios que habían proporcionado el clero musulmán y el islam a Occidente desde hacía siglos. Sabían que Franco había ganado la guerra civil sobre todo gracias a la oligarquía musulmana clerical norteafricana y buscaban relanzar esta estrategia[2], expandiéndola por todo el planeta, con fines anticomunistas y neo-fascistas. De esa manera, los Saud, que eran unos reyezuelos insignificantes, gracias al petróleo se hicieron una potencia mundial que usaron, entre otras muchas metas liberticidas, para sostener al franquismo en el plano internacional. Su función era reorganizar la religión musulmana, sacarla de su estado de postración y semi-liquidación para convertirla en una fuerza de choque en la “guerra fría”, haciendo que se sometiera en todo lo importante a EEUU. De ese modo el islam se hizo religión oficiosa, o de facto, del imperialismo occidental.

Durante un tiempo, debido a que el precio del petróleo era bajo, el poder de los Saud, por tanto, del clero musulmán a escala planetaria, fue reducido. Esto cambió en 1973, cuando aprovecharon la guerra entre los Estados árabes y la entidad sionista para elevarlo bruscamente, agitando demagógicas consignas, enteramente falsas, “antiimperialistas” y “antisionistas”. La causa real estribaba en que para esa fecha EEUU era derrotado en Vietnam, esto es, estaba perdiendo la guerra global contra la Unión Soviética, lo que exigía otorgar más fondos a los aliados-subordinados musulmanes para que los usaran con fines anticomunistas. De ahí resultó la acción conjunta en Afganistán a partir de 1979, que asestó el golpe de gracia al imperialismo soviético, ya previamente agonizante. Para entonces el islam había proporcionado a Occidente servicios decisivos, como la represión genocida del comunismo en Indonesia en los años 60 del siglo pasado, y luego, en 1979-1982 sobre todo, las aterradoras matanzas de trabajadores comunistas y revolucionarios que efectuó en Irán la “revolución islámica”, por citar sólo los dos casos más conocidos pues hubo muchos más.

Vencedor en Afganistán, el bloque islam-EEUU entró en una fase nueva. Por un lado estaba la descomunal acumulación de capital monetario que había tenido lugar en Arabia y otros mini-Estados próximos, lo que hacía pensable un nuevo imperio mundial del islam, esta vez financiero. Por otro lado, en parte supuesta y en parte real, decadencia y desintegración de EEUU, lo que llevaba a algunos prebostes saudíes a acariciar la fantasía de que podrían derrotarlo, igual que habían hecho con el imperialismo comunista en Afganistán, elevándose a la categoría de primera potencia planetaria.

De ahí resulta el 11-S, en 2001. Al parecer, no fue la totalidad de la clase alta de Arabia, de los Saud, sino una parte de ella la que planea y realiza el ataque, un acto aventurero pasmoso por el cual probablemente los Saud terminen derrocados a unos pocos años vista.  Habían llegado a tener muchísimo poder con los cientos de miles de millones de dólares y con la pretendida adhesión de los 1.500 millones de musulmanes existentes (aunque éstos se han manifestado siempre cautos y refractarios, pues se saben carne de cañón de sus dominadores teócratas, de manera que las llamadas a la “guerra santa” sólo han sido respondidas por minorías insignificantes), y se creyeron dueños de la situación.

La respuesta de EEUU a esta rencilla entre hermanos enemigos fue inicialmente cobarde y lenta. Al publicar el informe oficial sobre los actos de terror del 11-S declara secretas las páginas en que se describe la responsabilidad de los Saud en la matanza. Con todo, EEUU comprende que tiene por aliado a un grupo extremadamente violento y fanático, y que ha de irle restando poder económico, político y estratégico. Para ello organiza la guerra contra Irak en 2003, derrocando a los suníes en el poder y poniendo a los chiíes, en lo que es una confluencia con Irán, el adversario secular de Arabia, haciéndose además con el control directo del petróleo de este país. Pero sobre todo, se encamina a desmontar el descomunal poder de los Saud en el terreno monetario. Para ello logra la autosuficiencia petrolera, se sirve del crudo iraquí, promueve en todo el mundo las energías renovables, el carbón, los biocombustibles, las nucleares, etc., de manera que los Saud ven caer el precio del petróleo, y con él sus ingresos. Para 2015 tiene por primera vez una fuerte deuda estatal, lo que se repetirá en 2016. Los EEUU les han organizado una guerra en Yemen al azuzar en secreto a los chiíes huthíes, que les está causando muchos gastos extra, además de bastante bajas: es su venganza por el 11-S. Finalmente, suscribe una alianza global con Irán, que ha provocado gran inquietud entre los Saud. Su Estado de bienestar cada vez tiene menos recursos y el descontento crece en el interior de Arabia por lo que, probablemente, el destino de los Saud será similar al de Gadafi. Con su desplome el islam padecerá una crisis colosal, inmensa. Lo dice el refrán: quien a hierro mata a hierro muere. El 11-S fue más que un grave desacierto del análisis estratégico, una locura de gentes endiosadas… que están ahora pagando. Y lo que queda por venir.

Es ahí donde debe situarse la suspensión de la visita de Felipe VI a los Saud[3]. Tras años y años de estar todos de rodillas delante de ellos, se produce un cambio de tendencia. Incluso los jefes de la izquierda española se han lanzado a criticar a los Saud, algo impensable hace sólo un quinquenio, y que se explica porque ya no les llegan los petrodólares con los que fueron comprados -literalmente- en el pasado. Igual acontece con los intelectuales progresistas, entregados a la sempiterna loa del islam y de al Ándalus para atrapar las bonificaciones de los saudíes[4], que ahora de manera súbita descubren que ésas no llegan, y que además la línea de EEUU está cambiando en esta cuestión…

Un asunto que tiene asimismo significación estratégica es el del ciudadano árabe Raif Badawi, condenado en 2014 a recibir mil latigazos (o sea, a morir a golpes de rebenque), acusado de haber “insultado al Islam”. Pero los Saud no se han atrevido a ejecutar el total de la sentencia, aunque mantienen a Badawi encarcelado, lo que es un signo de debilidad. Aquél, en su libro “1.000 latigazos porque me atreví a hablar libremente”, consuma una inculpación formidable del clero islámico, al que considera responsable de la situación de tiranía extrema que padece el pueblo árabe. En torno a este asunto, y a otros, se está constituyendo una oposición al teofascismo saudí que en su momento ocasionará un vuelco político.

La actual posición de EEUU y la UE sobre Arabia de los Saud es todavía ambigua, aunque evoluciona hacia un creciente distanciamiento. Aún sigue pesando mucho el pacto suscrito entre EEUU y el islam en el “USS Quincy”, si bien la violencia extrema de su aliado, y su descomunal codicia financiera e inversora, les distancia. El imperialismo de Occidente sigue necesitando al islam, del que los Saud son la cabeza visible, para tres grandes tareas estratégicas: 1) controlar a las masas en los países donde es la religión del Estado, 2) islamizar a la UE, como la forma más efectiva de llevarla hacia políticas de extrema derecha, 3) competir con China en el plano global, tarea que Occidente no puede efectuar únicamente con sus propias fuerzas. Por tanto, no se decide a romper del todo, al menos por el momento, aunque sí a rebajar los humos a su compadre. Si la arrogancia e insania extremas de los Saud continúan es probable que Occidente prescinda de ellos, pues son sólo su instrumento, promoviendo un cambio de régimen en Arabia. En esto contará mucho la acción popular mundial, de movilización y denuncia contra el teofascismo, sus publicistas locales (por ejemplo, los devotos de al Ándalus), sus inversiones y, sobre todo, sus agentes del terror. Durante años Amnistía Internacional ha denunciado en solitario las violaciones atroces de los derechos individuales y colectivos que han estado cometiendo los Saud pero ahora hay cada vez más voces críticas.

La respuesta del clan de los Saud a la ofensiva económica de EEUU, que alcanzará su cénit en los próximos años, cuando el petróleo iraní llegue en grandes cantidades a los mercados, ha sido el programa “Visión Saudí 2030”, dirigido a reorganizar su economía en las nuevas circunstancias. Pero sus resultados probablemente sean escasos. La economía de Arabia es la de un país exportador de materias primas, crudo y gas, con un enorme sector financiero y un muy débil aparato productivo, industrial y agrícola. En su contra tiene la completa falta de libertad, que ha originado una degradación enorme de la calidad media de las personas[5], así como el descomunal peso del fanatismo religioso, todo lo cual es difícilmente compatible con un proyecto económico exitoso, como denuncia Badawi. Además, gasta enormes sumas en propagar por todo el mundo la religión musulmana, edificar mezquitas, pagar conversiones, etc., dispendios que ya no puede mantener al nivel que en el pasado[6]. Es, asimismo, un régimen militarista.

En 2011 sus gastos militares fueron el 9,3% del PNB, muy por encima de los de Estados Unidos, 3,8%, Rusia, 4,1%, o Alemania, 1,4%. Sólo es superado por Omán, otro de los Estados musulmanes sustentado en los petrodólares, que alcanza el 11,3%. Dado que el islam otorga a la violencia una función desmedida en la vida social, se comprende que el aparato militar y policial de los países islámicos sea más que excesivo, lo cual contribuye a dañar su economía y a empobrecer a sus clases populares. Si aquel proyecto, “Visión Saudí 2030”, no da los resultados esperados los Saud estarán en una situación delicada. A ello contribuye bastante la asombrosamente desigual distribución de la riqueza que hay en Arabia, con una minoría riquísima, los Saud y sus patrocinados, y unas masas que sobreviven con limosnas del Estado.

Esto es un rasgo estructural de todos los países de religión musulmana, en los que existe un abismo enorme, al parecer el mayor del planeta, entre pudientes y trabajadores, entre ricos y pobres, estado de cosas que impide que el clero islámico tenga credibilidad suficiente, máxime allí donde no hay recursos petroleros ni, por tanto, beneficencia estatal “redistribuidora”, lo que le obliga a usar la violencia diaria contra sus poblaciones como principal herramienta de acción política, por ejemplo, obligando a la gente a palos y a estacazos a entrar en las mezquitas, hecho habitual en Arabia. Esa limitada capacidad movilizadora de la clerecía musulmana ha sido observada por Occidente, hoy un tanto decepcionado. La llegada de D. Trump a la presidencia de EEUU será, seguramente, la ocasión para introducir virajes estratégicos de importancia en la relación con los Saud y el islam.

En política exterior el islam le viene muy bien a EEUU y sus colegas europeos para realizar determinadas estrategias regionales. Es el caso del Estado Islámico de Irak y Siria, hijo de ellos dos y los Saud. Sus objetivos fueron frustrar con el fascismo islámico la revolución popular en Siria, atacar la lucha de los kurdos por su emancipación, golpear al régimen de al Asad para forzar a su protector, Irán, a ceder (como así ha sido) y desgastar a su rival, Rusia, en una conflagración regional. En consecuencia, los planificadores estratégicos de EEUU no se deciden a desprenderse de los Saud, sin los cuales no pueden manejar lo bastante al islam según sus necesidades.

No obstante, los indicios de que está ganando adeptos la opción de replantearse el acuerdo ente Occidente y el islam de 1945 son cada vez más numerosos, estado de ánimo que también se manifiesta como oposición creciente, no sólo popular sino entre las elites gobernantes, a la islamización de Europa. Los prebostes de la vieja escuela, Henry Kissinger por ejemplo, persisten en otorgar al islam el rango de potencia planetaria, en su libro “Orden mundial”, pero los planificadores más jóvenes no encuentran motivos para ser tan generosos, teniendo en cuenta los, con todo, reducidos resultados ofrecidos por el aliado así como su extrema agresividad, maquiavelismo y codicia.

Lo que hagan las elites de unos y otros no es cosa nuestra pero sí lo que hagan las clases populares. Éstas tienen que redoblar la lucha por la libertad para todos, en primer lugar por la libertad de conciencia y la libertad de expresión, sin restricciones penales (aunque manteniendo los apropiados límites morales autoimpuestos) y conforme al principio de que “la palabra no delinque”. El teofascismo no podrá resistir a la libertad de expresión. Su extremismo represivo y violento es una prueba de ello, una consecuencia más de su enorme debilidad argumental.


[1]Craig Unger, en el bien documentado “Los Bush y los Saud. La relación secreta entre las dos dinastías más poderosas del mundo”, aduce que los jerarcas saudíes son la familia “más rica del mundo”. Forman un conglomerado empresarial que se fundamenta en el petróleo, se sirve de la religión islámica, exporta capitales a todos los países y utiliza el terror religioso para ampliar su estatuto como potencia neo-imperialista, ganar  espacios de influencia, chantajear a sus competidores, asegurarse áreas de inversión de sus capitales, etc. Muestra que los Bush, en contra de lo que exponen gentes crónicamente mal informadas, estuvieron empresarialmente subordinados al gran capitalismo musulmán, del que ya dependían cuando ocuparon la presidencia de EEUU.
[2]Hay unas fundamentales declaraciones de Abd el-Krim, el héroe de la lucha contra el colonialismo español y francés en Marruecos en los años 20 del siglo pasado, derrotado en 1926 por la acción militar conjunta de esas dos potencias. Arguye que “la principal razón de mi fracaso se debió al fanatismo religioso”. Citado en “Los árabes. Del imperio otomano a la actualidad”, Eugene Rogan. En efecto, fueron el clero islámico y las cofradías musulmanas las que se aliaron con el imperialismo español y francés, provocando su derrota. Esas mismas fuerzas religiosas se unieron luego a Franco para proporcionarle los 100.000 combatientes musulmanes que permitieron al fascismo español ganar la guerra civil. Puesto que los partidarios de Abd el-Krim rechazaron, como es de sentido común, la recluta de 1936-1939 a favor del franquismo fueron perseguidos y a veces asesinados por el tándem clero islámico-falangistas. La clerecía musulmana en Marruecos fue, por tanto, una fuerza entregada a traicionar la lucha de su propio pueblo por la libertad, contra el colonialismo, haciéndose un elemento determinante de la presencia e influencia de Occidente. Y así sigue en todas partes, con alguna escasa excepción, aunque lo disimule con inflamada retórica “antioccidental”. Para la alianza entre el islam y los falangistas en Marruecos  en los años 30 del pasado siglo consultar el capítulo sobre el colonialismo español en mi libro  “Investigación sobre la II república española, 1931-1936”.


[3]Un anuncio del cambio de los tiempos es que la revista Política Exterior, próxima al Ministerio de Asuntos Exteriores de España, publicase un virulento alegato contra el régimen saudí, “Petróleo y derechos humanos en el reino”, J. Martín, julio-agosto 2015, algo imposible hace unos pocos años. Más grave es aún que los familiares de los asesinados el 11-S  hayan presentado un pleito al gobierno de Arabia que incluye el pago de indemnizaciones billonarias, asunto que en su desenvolvimiento situará todavía más a la defensiva a los Saud. El flujo notable de estudios y libros que van desmontado los embustes y fabulaciones islamófilas sobre al Ándalus, que se  está dado desde hace muy poco, es otra expresión del creciente enfrentamiento estratégico entre los antiguos colegas.

[4]En el pasado inmediato Arabia Saudí financiaba a todas las fuerzas políticas, intelectuales y culturales en un enfebrecido proyecto de comprar y corromper a todos. La izquierda, desfondada la Unión Soviética en 1989, pasó a subsistir del maná saudí, entre otros muchos. Éste llegaba también a los nazis autóctonos, como exponen Xavier Casals en “Neonazis en España” y Antonio Salas en “Diario de un skin. Un topo en el movimiento neonazi español”. Dado que Hitler fue un apasionado del islam se comprende que los Saud inviertan copiosas sumas en mantener al movimiento neonazi, pero es más difícil de inteligir que la izquierda, hoy cerradamente islamófila, acepte petrodólares cuando el islam ha sido pieza principal en la estrategia mundial que llevó a la derrota final del comunismo. Sólo el ilimitado afán de medrar y lucrarse de sus actuales jefes y jefas puede explicarlo.

[5]Un dato entre cientos que mide esa trituración planificada del sujeto, político-religiosa, en Arabia dominada por los Saud es que el porcentaje de diabéticos es el mayor del planeta, el 20% (España tiene el 7,7%), lo que manifiesta una degeneración física de la población que es expresión somática de su enorme degradación espiritual, por causa, como expone Badawi, del poder omnímodo y sin control del clero musulmán.

[6]Según Juan Rosell en “¿Y después del petróleo, qué?”, en 2000-2006 los Saud han recibido 750.000 millones dólares, una cantidad impresionante, de la que quizá un tercio ha sido gastada en promover el islam por todo el planeta. Esto está teniendo una manifestación inesperada, hacer a esa religión mucho más dependiente del dinero que de la conversión interior. Por eso su indudable avance en los últimos decenios probablemente no se pueda mantener ni proporcione resultados duraderos. Tantos gastos en religiosidad, además, han dificultado la modernización económica de Arabia, que sigue sin poseer una estructura industrial mínimamente efectiva, por lo que depende de las exportaciones desde Occidente, sobre todo en armamento, del que es el principal cliente de EEUU y uno de los principales de España.

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