martes, 1 de noviembre de 2016

Los Hombres de los Cuatro Minutos

Los Hombres de los Cuatro Minutos

Cartel de reclutamiento de 1917
En Estados Unidos se conoce como “Los Hombres de los Cuatro Minutos” a los 75.000 agitadores enviados por el presidente Woodrow Wilson para pronunciar breves charlas en todos los teatros y cines del país durante la Primera Guerra Mundial. Wilson trataba de que la población de Estados Unidos cambiara su opinión contraria a la guerra imperialista, para forzar la intervención militar en la misma.

Ha quedado como una pieza maestra en el arte de la persuasión política. El tema de sus intervenciones fue siempre el mismo: la necesidad que tenía el país de entrar en la guerra mundial y la captación de fondos para sostener a la industria de fabricación de armamento. Los guiones para esas intervenciones los suministraba el Comité de Información Pública, un organismo creado por la Casa Blanca para desarrollar labores de propaganda a favor de la guerra. Los discursos duraban cuatro minutos porque era el tiempo que se tardaba en cambiar las bobinas de las películas en los cines y, según los especialistas, el promedio de atención humana para que un mensaje calara entre los oyentes.

Al Comité de Información Pública se le conoce también como el Comité Creel, un nombre tomado de George Creel, el periodista encargado por Wilson para dirigirlo. Creel dirigió la primera gran campaña de propaganda política de la historia. Escribió un buen número de libros sobre su experiencia de esa época. En los últimos años de su vida fue un ferviente anticomunista y colaboró con McCarthy y Nixon en la “caza de brujas” de los años cuarenta y cincuenta.

En 1917 Europa llevaba ya tres años en guerra. Woodrow Wilson acababa de ser reelegido presidente de Estados Unidos con un programa político pacifista porque la población estadounidenses estaba en contra de la intervención en la guerra imperialista de manera muy mayoritaria. Pero los tiburones del capital querían entrar en la guerra a toda costa para convertirla en una gran negocio y el gobierno jugó con la “democracia” como acostumbra.

En lugar de permanecer al margen, como había prometido, se puso de parte de los grandes capitalistas, aunque antes se preocupó de que la población cambiara de opinión. Para ello puso en marcha una gran campaña de propaganda. Entre otras “herramientas”, a principios de junio de 1917 el gobierno creó los “Four Minute Men” (Los Hombres de los Cuatro Minutos).

La iniciativa procedió de un capitalista de Chicago, Donald M. Ryerson, que viajó a Washington para explicar el proyecto a Creel, que inmediatamente le encargó convertir a Los Hombres de los Cuatro Minutos en un movimiento nacional.

El 6 de abril de 1917 el Congreso de Estados Unidos declaró la guerra a Alemania y el gobierno no sólo había cambiado radicalmente la opinión de la población sino que fue mucho más allá: 14 millones de personas se presentaron voluntarias para combatir en Europa. Nunca se había visto nada semejante. Cuando en 1919 terminó la guerra, los 75.000 Hombres de los Cuatro Minutos habían pronunciado 7,5 millones de discursos, delante de 315 millones de estadounidenses y en 5.200 comunidades. Aquella agitación política únicamente le costó 101.000 dólares al erario público.

Se conocen muchas de las indicaciones que el Comité Creel envió a los agitadores, que hoy los expertos en intoxicación mediática de las universidades estudian con avidez porque siguen siendo el mejor manual de propaganda política. Por ejemplo, el Comité de Información Pública les recordaba que, al disponer de sólo cuatro minutos, no había tiempo “para una sola palabra perdida”. Les recomendaba escribir y memorizar el discurso, y dividirlo meticulosamente en varias partes: 15 segundos para la apertura, 45 para describir el enlace, 15 para el llamamiento final. El manual dice:

“Nunca ha habido un discurso que no haya podido mejorarse. Nunca hay que estar satisfecho con el éxito. Trate de tener más éxito, y aún más éxito. Mantenga los ojos abiertos. Lea todos los periódicos todos los días, para encontrar un nuevo lema o una nueva frase o una nueva idea para reemplazar algo que tiene en su discurso [...] Si las ideas son buenas, debe planear introducirlas en la experiencia de sus oyentes. Pero no ceda a la inspiración del momento, ni se aparte de su esquema por los aplausos. Puede agregar una palabra o dos, pero recuerde que sólo puede hablar 130, 140 ó 150 palabras por minuto y, si su discurso se ha preparado cuidadosamente para llenar cuatro minutos, no le podrá añadir nada sin quitar algo de importancia. Necesitamos su ayuda para hacer del ‘Four Minute Men’ la fuerza más poderosa para despertar el patriotismo en Estados Unidos”.

A partir de entonces en Washington comprendieron lo que había que hacer para darle la vuelta a cualquier opinión, por más arraigada que estuviera entre la población, en la suya o en el mundo entero. Hoy los imperialistas no sólo tienen 75.000 agitadores sino muchos más y mucho mejor equipados con papeles, micrófonos, cine, televisores y redes sociales. Los Hombres de los Cuatro Minutos son ahora profesionales y pueden cambiar cualquier opinión que tengamos en nuestra cabeza por la contraria.

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