jueves, 1 de septiembre de 2016

¿Por qué pasó lo que pasó en Brasil?

¿Por qué pasó lo que pasó en Brasil?

Dilma Rouseff en los viejos tiempos
Darío Herchhoren
La caída de Dilma Rouseff era algo que estaba previsto. La oligarquía brasileña como toda oligarquía no podía permitir la existencia de un gobierno popular, y necesariamente tenía que actuar como lo hizo.

“Hacia donde vaya Brasil irá América Latina”. Esto fué dicho por el ex presidente Richard Nixon, uno de los personajes más corruptos y canallescos que hayan pisado la Casa Blanca.

Efectivamente; Brasil es una potencia regional, que tiene fronteras con todos los países de América Latina menos con Chile y Ecuador. Tiene una pujante industria y prácticamente puede fabricar cualquier cosa. Brasil ha crecido en forma exponencial en los últimos 15 años, gracias a las políticas llevadas adelante por Lula y luego por Dilma Rouseff; pero esto es solo cierto en parte.

Lo explicaremos mejor: En el año 1964, se produjo en Brasil un golpe militar que acabó con el gobierno socialdemócrata de Joao Goulart; pero a diferencia de lo que sucedió en Argentina, el estamento militar no desmanteló la industria nacional, sino al contrario; la desarrolló.

Es así como se crea en Brasil la empresa Embraer, que comienza a fabricar aviones militares y civiles que nada tiene que envidiar a los grandes fabricantes europeos y norteamericanos.

En esas fechas, ya existía la empresa estatal Petrobras, que refinaba el crudo que le proveía generosamente el gobierno irakí presidido por Sadam Hussein, lo cual implicaba, que Brasil dependiera del crudo irakí y por lo tanto el gobierno militar de Brasil mantenía cierta autonomía respecto a los USA.

Eso le dio un aspecto especial. A diferencia de Argentina donde se persiguió a investigadores, a psicólogos, a científicos, Brasil fue el refugio de muchos de ellos a pesar de sus ideas avanzadas, ya que lo que necesitaba Brasil era desarrollar sus potencialidades. Pero esto tenía un grave inconveniente a saber: La industria no se mueve sola. Hacen falta trabajadores, y ello hace que se produzca una migración interna del campo a las ciudades; especialmente a las más grandes como Río de Janeiro, Sao Pablo, Santos, Niteroi, Porto Alegre, donde se concentra la industria, y esos trabajadores se sindicalizan, y dan lugar a la formación de cinturones obreros de las grandes ciudades.

Esos cinturones empiezan a apretar, y surgen líderes como Lula Da Silva, que es un dirigente sindical del gremio metalúrgico, que crea el partido del trabajo, más conocido como PT.

Es así como Lula llega a la presidencia de Brasil. Pero lo hace mediante un pacto social con la gran patronal, con los “fazendeiros” (hacendados), y con una parte de la pequeña burguesía que se ha enriquecido con las políticas de desarrollo, que no son otra cosa que meterle dinero en el bolsillo a la gente para que gaste, y así mover la rueda de la economía.

Lula consigue reducir la pobreza crónica de Brasil en forma drástica, pero ello implica compartir el poder con la clase obrera, y transferir parte de los beneficios a los bolsillos de los trabajadores.

Era intolerable para la cortedad de miras de la clase acomodada, y esa clase acomodada, aprovecha un momento de decrecimiento de la economía brasileña y consigue desplazar a Dilma del gobierno.

A partir de este momento, las clases populares no tienen abogado. Comienza una etapa que será ardua, ya que Brasil irradia a toda América Latina. Su gran burguesía no abandonará su política de potencia regional, y seguirá reclamando un lugar importante en el tablero mundial a través de los BRICS, pero la clase obrera ya no estará presente. La conclusión a la que hay que llegar, es la de siempre: la clase obrera no llegará al poder jamás mediante las instituciones burguesas. Esas instituciones no están hechas para ella. No hay conciliación de clases, no hay pactos, no hay acuerdos, y cuando los hay, la burguesía los viola como se ha visto ya en Chile y ahora en Brasil. No queda más que la lucha de clases y la vía revolucionaria.

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