lunes, 8 de agosto de 2016

Bulgaria 1990-Albania 1991: Enseñándole a los comunistas de qué se trata la democracia.


Bulgaria 1990-Albania 1991: Enseñándole a los comunistas de qué se trata la democracia.







Manifestantes en Sofía (Bulgaria), ante el Parlamento, durante las protestas de julio de 2012. Imagen del 27 de julio de 2012. El capitalismo no era el paraíso que muchos creían. Crédito: DIMITAR DILKOFF / AFP. Referencia: fuente 1, fuente 2.

Divulgamos un nuevo capítulo del libro de Blum, Asesinando la esperanza, dedicado en este caso a Bulgaria. Diría que es un capítulo fundamental porque nos ayuda a mejorar nuestra comprensión de cómo actúa el intervencionismo de EE.UU. en el mundo, Leyendo la secuencia de acontecimientos descritos por Blum, me ha venido a la cabeza la desestabilización de Ucrania en tiempos recientes, pero también algunos hechos relacionados con las "primaveras árabes" o con acontecimientos anteriores incluso a la desaparición del bloque socialista.

Sin ser experto en el tema, me atrevería a decir que el caso búlgaro es un paradigma de cómo EE.UU. -apoyado por Europa occidental- forzó una transición al capitalismo verdaderamente salvaje, imponiendo políticas económicas que sembraron el hambre, el caos, la miseria, el desempleo, la destrucción de la economía... Al igual que había sucedido en Rusia con Yeltsin, el capitalismo se apoderó del país en su formato socialmente más criminal y terrorista, el neoliberalismo.

Al final, Bulgaria pasó de ser un país con un nivel de vida con el que la población tenía todas sus necesidades básicas cubiertas y garantizadas, a ser uno de los países más pobres de Europa; cerró el 2015 con el 22,0% de sus habitantes en riesgo de pobreza (fuente). Más de la mitad de la población (3,8 millones) subsiste con el salario mínimo fijado en 180 € al mes (fuente). Pocas veces escucharemos a los medios hablar de esta realidad; los medios encuentran mucho más interesante bombardearnos con noticias sobre Venezuela y de cómo los pobres venezolanos no pueden comer hamburguesas Big Mac, porque falta la rebanada de pan del medio. Todo el caos y miseria sembrados en el este de Europa por el abandono del socialismo, es algo cuidadosamente silenciado en nuestros medios de comunicación.

Uno de los aspectos que reflejan el desastre que ha supuesto el abandono del socialismo en Bulgaria, tiene que ver con el problema demográfico. En 1989 Bulgaria tenía 9 millones de habitantes, mientras que ahora su población está en torno a 7,2 millones. Es decir, el paso a un modelo capitalista le ha supuesto a Bulgaria perder el 20 % de su población: "en apenas un cuarto de siglo el país ha perdido 70.000 habitantes cada año, o sea, unos 190 al día, siete a la hora" (ver en La Vanguardia, "La pobreza y la mortalidad arrastran a Bulgaria a una catástrofe demográfica"). La pobreza, las deficiencias del sistema sanitario (Bulgaria es uno de los países de la UE con menos gasto sanitario, según el artículo que acabo de enlazar) son factores que explican una elevada tasa de mortalidad (Bulgaria es el segundo país de la UE con la esperanza de vida más baja al nacer).

Esta pérdida de población está relacionada también con la emigración endémica. Se calcula que (fuente) hay más de 2 millones de emigrantes búlgaros viviendo fuera del país, lo que vendría a suponer alrededor de un 22% de la población búlgara (en España se calcula que hay 170.000 emigrantes búlgaros). Esto refuerza el envejecimiento de la población a un ritmo muy superior al de otros países, ya que quienes más emigran son los jóvenes.

Bulgaria es además otro ejemplo de cómo la OTAN se ha ido extendiendo hacia el este de Europa. Desde marzo de 2004 Bulgaria es miembro de esta organización terrorista que llamamos OTAN, una adhesión que fue impuesta bajo chantaje político y económico. Desde enero de 2007, forma parte también de la UE, un club del capital que poco a poco ha ido erosinando la soberanía de los estados miembros y convirtiendo las democracias burguesas en una pantomima mayor de lo que siempre fueron.

EE.UU. enseguida sacó provecho de su intervencionismo en Bulgaria. Además de conseguir imponer su adhesión a la OTAN, en 2006 se hizo con bases aéreas búlgaras en Graf Ignatievo y Bezmer (sobre el papel son de utilización conjunta, pero los españoles ya sabemos qué significa eso), y también con el polígono militar de Novo Selo. Para el expansionismo de la OTAN en el este de Europa, incluyendo Bulgaria, ver Manlio Dinucci: "La OTAN: el gran juego de las bases militares en territorio europeo".

Para entender los hechos mencionados por Blum, resulta interesante conocer qué es la NEC, la Fundación Nacional para la Democracia. Dado que hay muchos que no han oído hablar de la NEC, ayer publicamos una entrada auxiliar previa a la que ahora divulgamos. Pinchando en este enlace, puedes acceder y leerla: "¿Qué es la NED? Caballo de Troya: La Fundación Nacional para la Democracia".

Aunque el capítulo se titula "Bulgaria 1990-Albania 1991", el autor apenas dedica un párrafo final al caso albanés. Es decir, prácticamente está centrado en Bulgaria.



@VigneVT ,

Referencia documental. William Blum: "Bulgaria 1990-Albania 1991. Enseñándole a los comunistas de qué se trata la democracia", en Asesinando la esperanza. Intervenciones de la CIA y del Ejército de los Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial, cap. 51, pp.378 a 384. Editorial Oriente, Santiago de Cuba (Cuba), 2005 (original en inglés: William Blum, Killing Hope: U.S. Military and CIA Interventions Since World War II, Common Courage Press, 2004).

Fuente de digitalización y correcciones (cítese y manténgase el hipervínculo): blog del viejo topo
Imágenes, pies de foto y negrita: son un añadido nuestro.
Otros capítulos del libro: para acceder a otros capítulos publicados en el blog, véase al final el índice y pulsar en los hipervínculos que estén activos.

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BULGARIA 1990-ALBANIA 1991
Enseñándole a los comunistas de qué se trata la democracia
William Blum


Para los guerreros fríos anticomunistas norteamericanos y búlgaros el asunto no podía ser más prometedor. Había terminado la Guerra Fría, las fuerzas de la civilización occidental, el capitalismo y el Bien habían triunfado. La URSS estaba a punto de derrumbarse. El Partido Comunista Búlgaro estaba en desgracia, su dirigente durante treinta y cinco años estaba siendo procesado por abuso de poder. El partido había cambiado de nombre pero eso no podía engañar a nadie y el país iba a celebrar su primera elección multipartidista después de cuarenta y cinco años.


Y entonces los comunistas ganaron las elecciones. Para sus contrarios el dolor fue insoportable. Se había cometido algún monstruoso error, uno que no podía permitirse. No se podía y no se permitiría.


Washington había expresado su interés desde muy temprano. En febrero el secretario de Estado James Baker se convirtió en el funcionario norteamericano de mayor rango que visitara Bulgaria después de la Segunda Guerra Mundial. Su propósito oficial era “reunirse con líderes de la oposición al igual que con funcionarios del Gobierno”. El New York Times hizo notar que normalmente “esto se dice en orden inverso”. Baker se dedicó profundamente a las conversaciones con la oposición acerca de estrategias políticas y de cómo organizarse para unas elecciones. También habló en un mitin abierto organizado por los grupos opositores en el que elogió y alentó a la multitud. En la información preparada sobre Bulgaria por el Departamento de Estado entregada a los periodistas acompañantes de Baker, bajo el rubro Tipo de gobierno, decía “En transición” (1).


En mayo, tres semanas antes de las elecciones, se produjo un escándalo a causa de afirmaciones del líder del grupo opositor. Petar Beron, secretario de la Unión de Fuerzas Democráticas (UFD), una coalición de 16 partidos y movimientos, dijo que durante las visitas de la UFD a Europa y a EE.UU., muchos políticos habían sostenido que no darían asistencia financiera a una Bulgaria socialista. Esto se aplicaría incluso si el Partido Socialista Búlgaro —el antiguo Partido Comunista— ganaba las elecciones de manera justa. Beron declaró: “Los dirigentes occidentales quieren contactos duraderos con gobiernos que construyan democracias y economías al estilo occidental. El secretario de Relaciones Exteriores británico, Douglas Hurd, fue muy categórico. Dijo que había estado redactando una declaración para presentarla a la Comunidad Europea para negar ayuda a los gobiernos socialistas que subsisten en Europa del Este” (2).

Mientras tanto la NED, especialmente creada por Washington como cobertura de la CIA (ver capítulo del libro sobre Nicaragua), envió dos millones de dólares a Bulgaria -en este caso dinero de la Agencia Internacional para el Desarrollo— a fin de influir en los resultados de las elecciones, un proceso que NED llamó “promover la democracia”. Esto equivalía a que un país extranjero invirtiera cincuenta millones en las elecciones norteamericanas. Uno de los más beneficiados por esta generosidad fue el periódico de la UFD, Demokratzia, el cual recibió 233.000 dólares en papel de imprimir “para permitirle incrementar su tamaño y circulación durante el periodo anterior a las elecciones nacionales”. La propia UFD recibió otros 615.000 del dinero de los contribuyentes norteamericanos para “apoyo a su infraestructura” y “asistencia después de las elecciones para el programa de construcciones del partido” (3).

Estados Unidos hizo muy poco por disimular su parcialidad. El 9 de junio, el día antes de las elecciones, el embajador norteamericano en Bulgaria, Sol Polansky, apareció en el estrado en uno de los mítines de la UFD (4). El diplomático, cuya carrera gubernamental incluyó en sus inicios la investigación de inteligencia, tenía más que una relación pasajera con la CIA. Además de esto, varios días antes el Departamento de Estado había dado el desacostumbrado paso de criticar al Gobierno búlgaro públicamente por lo que llamó la desigual distribución de recursos para los medios informativos, en especial papel para los periódicos opositores, como si no se tratara de un hecho cotidiano para las genuinas fuerzas de oposición en EE.UU. y en cualquier otro país del mundo. El Gobierno búlgaro respondió que la oposición había recibido papel y accesos a transmisiones de radio y televisión según el acuerdo establecido entre los partidos y añadió que buena parte de las ventajas del Partido Socialista, en especial sus reservas financieras, provenía de su millón de miembros, casi la novena parte de la población búlgara. El Gobierno había facilitado además la planta poligráfica para imprimir el periódico de la UFD y había dado a la coalición opositora el edificio que le servía de sede (5).

La ventaja de los socialistas en las urnas ante una economía en crisis dejó perpleja a la UFD, pero el Partido Socialista Búlgaro había obtenido el apoyo de pensionistas, trabajadores rurales y obreros industriales, que en conjunto representaban más de la mitad de los votantes (6). Estos sectores asociaban al PSB con la estabilidad, y el partido sacó provecho de esto, enfatizando en los desastrosos resultados —en particular el desempleo y la inflación- que había tenido la “terapia de choque” de la libre empresa en Rusia (7). Aunque los tres principales partidos proponían todos un cambio hacia la economía de mercado, los socialistas insistían en que los cambios debían ser cuidadosamente controlados. Cómo se manifestaría esto en la práctica si el PSB tenía el poder y se veía obligado a coexistir en un mundo en extremo capitalista era impredecible; algo era seguro: ningún partido “socialista”, antes “comunista”, comprometido hasta fecha reciente con la URSS, podía ganar la confianza y el apoyo de Occidente.

Tal como se comprobó después de la segunda ronda de votación, los socialistas habían alcanzado cerca de 47 % de los votos y 211 puestos en el Parlamento de 400 escaños (la Gran Asamblea Nacional), sobre 36 % y 144 puestos de la UFD. Apenas terminó la primera ronda, la oposición se echó a la calle con acusaciones de fraude, coreando “¡Mafia socialista!” y “¡No trabajaremos para los rojos!” Sin embargo, los observadores europeos tenían una opinión contraria. “Los resultados [...] reflejan la voluntad del pueblo”, dijo el líder de la delegación de observadores británicos. “Si yo quisiera falsear una elección, me sería más fácil hacerlo en Inglaterra que en Bulgaria“. Por su parte, un delegado del Consejo de Europa afirmó: “Si la oposición denuncia que se han manipulado los resultados, esto no se ajusta a lo que hemos visto“. Otro observador descartó las objeciones de la oposición calificándolas de “uvas verdes” (8). “Una falsedad total” fue el término elegido por un miembro conservador del Parlamento inglés para referirse a las acusaciones de fraude. Afirmó: “La conducta en las urnas fue escrupulosamente correcta. Sólo hubo pequeños incidentes que fueron exagerados”. Otro diplomático occidental concluyó: “La oposición parece ser más bien una mala perdedora” (9).

Estas opiniones eran compartidas por los varios cientos de observadores, diplomáticos y parlamentarios de Europa occidental. No obstante, la mayoría de los observadores norteamericanos no se mostraban muy felices y planteaban que el miedo y la intimidación provenientes del “legado de 45 años de gobierno totalitario” habían producido presiones “psicológicas” en los votantes. “De forma extraoficial, no me siento para nada complacido", dijo uno de los estadounidenses. Al preguntársele si el informe de su equipo habría sido tan crítico de ganar la oposición, respondió: “Esa es una buena pregunta” (10).

Miembros del grupo de observadores del Parlamento británico descartaron informes de que la votación fuese afectada por la intimidación y otras prácticas ilegales. La mayoría de las quejas eran “triviales” o imposibles de sustentar, dijeron. “Cuando preguntamos dónde había ocurrido la intimidación, siempre era en el pueblo vecino”, dijo lord Tordoff (11).

Antes de las elecciones, el primer ministro socialista Lukanov había llamado a una coalición con los partidos opositores si el Partido Socialista ganaba. Dijo: “El nuevo gobierno necesita el apoyo público más amplio posible si queremos llevar a cabo los cambios necesarios” (12). Después de la victoria, volvió a convocar a una coalición, pero la UFD rechazó la oferta (13). Sin embargo, se debe destacar que dentro del propio PSB había elementos igualmente contrarios a la idea de la coalición.

La oposición se negó a aceptar los resultados de la votación. Se declararon en guerra contra el Gobierno. Las demostraciones en las calles se hicieron diarias y los partidarios de la UFD, apoyados por numerosos estudiantes, levantaban barricadas y bloqueaban el tránsito; también hubo una ola de huelgas y manifestaciones estudiantiles. Muchos de los que protagonizaron estas últimas formaban parte de la Federación de Sociedades Estudiantiles Independientes, formada antes de las elecciones. Su dirigente, Atanás Kirchev, afirmó que la organización tenía pruebas documentales de los abusos electorales que se darían a conocer en breve. Pero que se sepa, esto no ocurrió (14).

El movimiento estudiantil estuvo entre los receptores de las donaciones de la NED, en el rango de los 100.000 dólares, “para facilitar apoyo de infraestructura a la FSEI de Bulgaria a fin de mejorar su capacidad de acción y prepararse para las elecciones nacionales”. Los estudiantes recibieron “faxes, equipos de fotocopiadoras y video, altavoces, impresoras normales y de bajo costo”, al igual que la ayuda de varios asesores polacos, asesores legales norteamericanos y otros expertos, los mejores que el dinero de la NED pudo comprar (15).

La primera victoria para el movimiento opositor llegó el 6 de julio, a menos de un mes pasadas las elecciones, cuando el presidente Mladenov fue forzado a renunciar después de una semana de protestas —incluida una huelga de hambre frente al Parlamento- por sus acciones durante una manifestación contra el Gobierno en diciembre del año anterior. Su renuncia se produjo después de que la UFD presentase un vídeo donde se veía a Mladenov conversando con sus colegas y parecía decir: "¿No deberíamos sacar los tanques?" Un funcionario de la UFD comentó ante la renuncia: “Estamos bastante satisfechos con todo esto. Ha sumido a los socialistas en el caos” (16).

Las demostraciones, las protestas, la agitación continuaron a diario durante todo el mes de julio. Se constituyó una “Ciudad de la Libertad” formada por más de sesenta tiendas de campaña en el centro de Sofía, las cuales eran ocupadas por personas que decían que permanecerían en ellas hasta que todos los altos funcionarios que habían trabajado para el antiguo régimen comunista fueran destituidos. Cuando se les negó lo que consideraban acceso adecuado a los medios, los protestantes añadieron a sus demandas la renuncia del jefe de la televisión búlgara (17). En un momento dado se preparó una gran hoguera ceremonial en la calle donde fueron quemados libros de texto del comunismo, así como carnés y banderas del partido (18).

La siguiente cabeza en caer fue la del ministro del Interior, Atanas Smerdjiev, quien renunció durante una discusión sobre hasta qué punto debía ser público el interrogatorio del antiguo gobernante Todor Yivkov. El pueblo búlgaro tenía ahora bastante para protestar: en primer lugar el rápido descenso del nivel de vida y un Gobierno sin cabeza que parecía paralizado e incapaz de poner en vigor las tan necesarias reformas. Pero la cuestión planteada por varios miembros del Parlamento -mientras miles de manifestantes hostiles rodeaban el edificio durante el incidente de Smerdjiev— era: “¿Vamos a ser gobernados desde la calle?” El primer ministro Lukanov dijo: “El problema es si el Parlamento es un organismo soberano o si vamos a estar obligados a tomar decisiones bajo presión". Su automóvil fue atacado cuando abandonó el edificio (19). Finalmente el jefe de la UFD, Zhelyu Zhelev, fue electo por el Parlamento como nuevo presidente sin oposición el 1 de agosto.





El lacayo recibe instrucciones del amo. George H. W. Bush (derecha) con Zhelyu Zhelev (izda.), este último líder de la UFD, la coalición política apoyada por Washington contra el Partido Socialista Búlgaro. La UFD actuó de bastión desestabilizador para minar el gobierno socialista que había ganado las elecciones. El movimiento de protesta, dice Blum, "comenzó a oler como la campaña para debilitar a Allende en Chile a principios de los 70", detrás de la cual había estado la CIA. La foto fue tomada en la Casa Blanca, en Washington en 1990, poco después de que las protestas forzaran la dimisión del presidente Mladenov y éste fuera sustituido por Zhelev. El líder de la UFD, al poco de tomar posesión, voló a Washington a rendir pleitesía al patriarca de los Bush. Crédito foto: White House Photo Office, found at the Library of Congress, Wikimedia.

Pocas semanas más tarde se satisfizo otra de las demandas de los manifestantes: el Gobierno comenzó a eliminar todos los símbolos comunistas, tales como estrellas rojas, hoces y martillos, de los edificios de Sofía. Dos días después, la sede del Partido Socialista fue incendiada mientras unas diez mil personas la rodeaban. Muchos de ellos entraron al edificio y lo saquearon antes de que terminara convertido en una ruina carbonizada (20).

El movimiento de protesta en Bulgaria comenzaba a oler y a lucir como la huelga general en Guayana Británica para derrocar a Cheddi Jagan en 1962 y como la campaña para debilitar a Allende en Chile a principios de los 70 —en ambos casos operaciones de la CIA—, en las que tan pronto se satisfacía una demanda surgían otras, manteniendo al Gobierno bajo asedio para llevarlo a una reacción violenta que hiciera imposible el funcionamiento normal de la nación. En Bulgaria las mujeres salieron a la calle con sartenes y cacerolas para protestar por la escasez de comida (21), tal como lo habían hecho en Chile, Jamaica y Nicaragua, donde la CIA financió las demostraciones contra el Gobierno. En Guayana Británica la Cruzada Cristiana Anticomunista había llegado desde EE.UU. para repartir doctrina y dinero, y grupos similares entraron en acción en Jamaica. En Bulgaria, los representantes de la Fundación Congreso Libre, una organización norteamericana de derechas con un gran montón de dinero y de ideología religiosa y anticomunista, se reunieron en agosto con cerca de un tercio de los miembros de oposición en el Parlamento y con el asesor político principal de Zhelev. El propio presidente visitó la sede de la FCL en Washington el mes siguiente. La FCL —que había recibido dinero en ocasiones de la NED— había visitado la URSS y la mayoría de los países de Europa del Este en 1989 y 1990, para impartir la sabiduría norteamericana sobre técnicas electorales y políticas, y para diseñar la proyección pública, a la vez que efectuaba seminarios sobre los múltiples encantos de la libre empresa. No se conoce si alguno de los participantes sabía que uno de los directores del principal programa de la FCL para Europa del Este, Laszlo Pasztor, era un hombre con credenciales nazis auténticas (22). En octubre, un grupo de expertos financieros y economistas norteamericanos, bajo los auspicios de la Cámara de Comercio de EE.UU., había elaborado una plan detallado para transformar a Bulgaria en una suministradora de la economía de mercado, incluido el cronograma para implementarlo. El presidente Zhelev dijo que confiaba en que el Gobierno búlgaro aceptaría prácticamente todas las recomendaciones a pesar de que el PSB tuviera la mayoría de los escaños. “Estarán deseosos de avanzar [dijo] porque de otro modo el gobierno caerá” (23).

Testigos y policías acusaron a Konstantin Trenchev, un fiero anticomunista que ocupaba un alto puesto en la UFD y era el líder de la unión sindical independiente Podkrepa, de haber incitado a un grupo de manifestantes a saquear el edificio del PSB durante el fuego. También había convocado a la disolución del Parlamento y del Gobierno presidencial, “equivalente a un golpe de Estado”, declaró el Partido Socialista. Trenchev se vio obligado a esconderse (24). Su sindicato estaba siendo financiado también por la NED: 327.000 dólares habían sido asignados para “proveer apoyo técnico y material para el movimiento sindical independiente búlgaro Podkrepa” y para “ayudar a Podkrepa a organizar una campaña de instrucción a los votantes con miras a las elecciones locales”. Hubo ordenadores y máquinas de fax, así como asesores para ayudar al movimiento “a organizarse y ganar fuerza”, según su vicepresidente. Esta ayuda llegó por la vía del Instituto de Sindicatos Libres (25), establecido por el movimiento sindical norteamericano en 1977 como sucesor del Comité de Sindicatos Libres, que se había creado en los años 40 para combatir el sindicalismo de izquierda en Europa. Tanto el ISL como el CIL habían tenido una duradera relación íntima con la CIA (26).

En la primera semana de noviembre, varios cientos de estudiantes ocuparon la Universidad de Sofía una vez más, ahora con la demanda de que se procesara, ya no que se destituyera, a las principales figuras del anterior régimen comunista, al igual que la nacionalización de los bienes del Partido Socialista. El poder del primer ministro se tambaleaba. Lukanov había amenazado con retirarse a menos que la oposición apoyara su programa de reformas económicas en el Parlamento. La UFD, por otro lado, exigía ahora que se le permitiera encabezar un nuevo gobierno de coalición, ocupar el puesto de primer ministro y los cargos principales del gabinete. Aunque abierto a una coalición, el PSB no accedería a entregar la posición del primer ministro, no obstante dijo que los restantes puestos podían entrar en negociación (27).

El movimiento para derribar a Lukanov se aceleraba. Miles marchaban en las calles y pedían su renuncia. Estudiantes universitarios efectuaban mítines, demostraciones de protesta y huelgas, ahora pidiendo la publicación de los nombres de todos los informantes de la antigua policía secreta en la universidad. Planteaban su completa desconfianza en la capacidad del Gobierno para resolver la crisis política y económica de Bulgaria y llamaban a "poner fin al gobierno unipartidista", una extraña demanda dado el deseo de Lukanov de formar un gobierno de coalición (28). En junio, The Guardian había descrito a Lukanov como “el impresionante primer ministro de Bulgaria [...] un hábil político que impacta a los ejecutivos de empresas, banqueros y políticos conservadores occidentales mientras conserva el apoyo popular en casa, incluso entre la oposición" (29). El 23 de noviembre Lukanov apenas logró mantenerse tras una moción de no confianza [Nota del blog: lo que en España es una moción de censura], encabezada por la UFD para crear conflicto en el Parlamento, en la cual anunciaba que no regresaría durante “un periodo indefinido”. Tres días más tarde el movimiento sindical Podkrepa convocó a una “huelga general", aunque no con la mayoría de los trabajadores de la nación (30).

Mientras tanto, las protestas estudiantiles continuaban a pesar de que algunas de sus demandas ya habían sido cumplidas. El PSB había aceptado reintegrar al Estado 57 % de sus bienes, lo que se correspondía a los subsidios recibidos del presupuesto estatal durante el régimen anterior. Y su antiguo líder, Todor Yivkov, estaba siendo juzgado. Algunos dirigentes de la oposición no estaban satisfechos con el movimiento de protesta estudiantil, que parecía no reconocer limites. El líder de la UFD, Petar Beron, insistió en que ya que Bulgaria había entrado en el camino de la democracia parlamentaria, los estudiantes debían dar la oportunidad de probarla en lugar de recurrir a las manifestaciones. Y un parlamentario de la UFD añadió: “Los socialistas debieran abandonar la arena política en forma legal. No deben ser obligados a hacerlo mediante una revolución”. Los dirigentes estudiantiles no prestaron atención a estas recomendaciones (31).

El fin llegó para Andrei Lukanov el 29 de noviembre, cuando la huelga se extendió a los medios, y miles de médicos, enfermeras y maestros llevaron a cabo demostraciones contra el Gobierno. Anunció entonces que como su propuesta de programa económico no había recibido el amplio apoyo solicitado, había decidido que era “inútil continuar en su puesto”. Se establecería una coalición de emergencia que conduciría a nuevas elecciones generales (32).





Andrei Karlov Lukánov, del Partido Socialista, Primer Ministro obligado a dimitir en noviembre de 1990, dejando paso al gobierno de tecnócratas encabezado por Dimitar Popov. Seis años más tarde (octubre de 1996) apareció asesinado de un disparo en la cabeza, en su apartamento de Sofía. Su asesinato nunca fue aclarado del todo. Lo cierto es que Lukánov en su momento había desempeñado también un papel importante en el derrocamiento del presidente comunista Todor Zhivkov, liderando un reformismo (¿ingenuo?) que iba a contracorriente de la ruta marcada ya por EE.UU.

Durante todo este período de protesta y agitación, EE.UU. continuó dando apoyo financiero a diversas fuerzas opositoras y “susurraba consejos sobre cómo aplicar presión sobre los líderes electos”. El vicepresidente de Podkrepa, al referirse a diplomáticos norteamericanos, dijo: “Quieren ayudamos y nos han ayudado con consejos y estrategia”. Esta solidaridad creó la expectativa de una futura ayuda estadounidense. Konstantin Trenchev volvió a aparecer y confirmó que activistas de la oposición habían recibido garantías de más asistencia por parte de EE.UU. si le arrebataban el poder a los antiguos comunistas (33). Estas esperanzas pueden haber sido bastante ingenuas, al igual que en el caso de la UFD: los búlgaros, como el resto de los ciudadanos soviéticos y de Europa del Este, habían tenido una vida intelectual y política muy protegidas. En 1990 su nivel de sofisticación ideológica apenas sobrepasaba la ecuación “si el gobierno comunista era malo, todo en él era malo; si todo en él era malo, su enemigo principal debe haber sido bueno en todo”. Creían en cosas tales como que los dirigentes norteamericanos no podían mantenerse en el poder si le mentían al pueblo, y que las noticias acerca de los “sin casa” y de la ausencia de seguro médico nacional en EE.UU. eran pura “propaganda comunista”. Sin embargo, el nuevo embajador norteamericano, H. Kenneth Hill, dijo que funcionarios de Washington habían aclarado a los políticos búlgaros que la ayuda futura dependía de las reformas democráticas y del desarrollo de un plan de recuperación económica aceptable para los prestamistas occidentales, los mismos términos impuestos a toda Europa del Este.

Los socialistas búlgaros, aunque no dudaban del empeño de Washington de exportar el capitalismo, se quejaron de que en algunos momentos EE.UU. había violado los principios democráticos al promover agitación contra los dirigentes electos por el pueblo búlgaro. Un funcionario del Gobierno socialista partidario de las reformas señaló que los norteamericanos habían reaccionado ante la victoria de su partido como si la misma fuese un fracaso de la política estadounidense. “El gobierno de EE.UU. no se ha mostrado aquí como los defensores más morales y limpios de la democracia. Lo que no se puede hacer en su país, puede cometerse en este oscuro y atrasado Estado balcánico”, dijo (34).

En los años posteriores, el pueblo búlgaro, y en particular los estudiantes, pueden haber aprendido algo pues el país ha atravesado el conocido patrón de libre subida de los precios, reducción de los subsidios sobre los productos y servicios básicos, escasez de todo tipo y las exigencias del FMI y del Banco Mundial de apretar los cinturones cada vez más. Políticamente ha sido un caos. La UFD llegó al poder en las elecciones siguientes (seguida de cerca por el PSB) pero, a causa, del deterioro económico, perdió el voto de confianza del Parlamento, vio como renunciaba todo su gabinete y por último su vicepresidente, quien alertó que la nación se encaminaba hacia la dictadura. Finalmente, en julio de 1993, una manifestación de protesta impidió al presidente la entrada a su oficina y exigió su renuncia. En 1994 Los Angeles Times publicó la siguiente información enviada por su más anticomunista corresponsal extranjero:

“Las condiciones de vida han empeorado tanto en la época de las reformas que los búlgaros recuerdan con nostalgia los "buenos tiempos” del comunismo, cuando la mano del Estado aplastaba la libertad personal pero aseguraba que la gente tuviera vivienda, empleo y suficiente comida" (35). Para los estrategas de Washington, lo importante era que el Partido Socialista Búlgaro no tuvo, y no se le daría, la posibilidad de probar que una economía mixta democrática y de orientación socialista podía tener éxito en Europa del Este, mientras el modelo capitalista se derrumbaba a su alrededor. Tampoco se permitiría esto en la vecina Albania. El 31 de marzo de 1991 un gobierno comunista ganó con un margen aplastante las elecciones. Esto fue seguido de inmediato por dos meses de intranquilidad general, con manifestaciones en las calles y una huelga general que duró tres semanas y llevó al colapso final del nuevo régimen en junio (36). La NED había estado allí también, y entregó 80.000 dólares al movimiento obrero y 23.000 “para apoyar programas de entrenamiento y educación cívica” (37).



William Blum
Digitalización, imágenes y arreglos:
blog del viejo topo






Yambol, Bulgaria. Septiembre de 2010. Foto de Dimitar Dilkov


Notas
(1) New York Times, 11 de febrero de 1990, p. 20.
(2) The Guardian, Londres, 21 de mayo de 1990, p. 6.
(3) National Endowment for Democracy: Annual Report 1990. Washington, 1 de octubre 1989—30 de septiembre de 1990, pp. 23-24. Las donaciones de la NED también incluían 11.000 dólares para un equipo de observadores internacionales.
(4) Los Angeles Times, 3 de diciembre de 1990, p. 13.
(5) New York Times, 6 de junio de 1990, p. 10; 11 de febrero de 1990, p. 20.
(6) The Guardian, Londres, 9 de junio de 1990, p. 6.
(7) Luan Troxel: “Socialist Persistence in the Bulgarian Elections of 1990-1991”, en East European Quarterly, Boulder, Co., enero de 1993, pp. 412-414.
(8) Los Angeles Times, 12 de junio de 1990.
(9) The Guardian, Londres, 12 de junio de 1990, p. 7.
(10) Los Angeles Times, 12 de junio de 1990; The Times, Londres, 12 de junio de 1990, p. 15; The Guardian, Londres, 12 de junio de 1990, p. 7.
(11) The Times, Londres, 20 de junio de 1990, p. 10.
(12) The Guardian, Londres, 28 de mayo de 1990, p. 6.
(13) The Times, Londres, 20 de junio de 1990, p. 10.
(14) The Times Higher Educational Supplement, Londres, 29 de junio de 1990, p. 11.
(15) NED; op. cit, pp. 6-7, 23.
(16) The Times, Londres, 7 de julio de 1990, p. 11.
(17) The Times Higher Educational Supplement, Londres, 13 de julio de 1990, p. 9.
(18) The Guardian, Londres, 12 de julio de 1990, p. 10; The Times, Londres, 20 de julio de 1990, p. 10.
(19) The Times, Londres, 28 de julio de 1990, p. 8; 30 de julio, p. 6.
(20) Ibid., 27 de agosto de 1990, p. 8.
(21) The Times Higher Educational Supplement, Londres, 14 de diciembre de 1990, p. 8.
(22) Russ Bellant y Louis Wolf: “The Free Congress Foundation Goes East”, en Covert Action Information Bulletin, No. 35, otoño de 1990, pp. 29-32, se basa sustancialmente en publicaciones de la Fundación Congreso Libre.
(23) New York Times, 9 de octubre de 1990, p. D20.
(24) The Guardian, Londres, 29, 30 de agosto de 1990, en ambos casos p. 8.
(25) NED: op. cit., p. 23; Los Angeles Times, 3 de diciembre de 1990, p. 13.
(26) Howard Frazier, ed.: Uncloaking the CIA. New York, 1978, pp. 241-248.
(27) The Guardian, Londres, 7 de noviembre de 1990, p. 10.
(28) The Times Higher Educational Supplement, Londres, 16 de noviembre de 1990, p. 1.
(29) The Guardian, Londres, 9 de junio de 1990, p. 6.
(30) The Times, Londres, 24 de noviembre de 1990, p. 10; 27 de noviembre, p. 16.
(31) The Times Higher Education Supplement, Londres, 30 de noviembre de 1990, p. 8.
(32) The Guardian, Londres, 30 de noviembre de 1990, p. 9; The Times, Londres, 30 de noviembre de 1990, p. 10.
(33) Los Angeles Times, 3 de diciembre de 1990, p. 13.
(34) Ibid.
(35) Ibid., 6 de febrero de 1994, articulo de Carol J. Williams.
(36) Ibid., 13 de junio de 1991, p.14.
(37) National Endowment for Democracy: Annual Report 1991. Washington, 1 de octubre de 1990-30 de septiembre de 1991, p. 42.

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