lunes, 23 de mayo de 2016

Álvaro Uribe: un tipo de cuidado

Álvaro Uribe: un tipo de cuidado




Foto: Misión Verdad
Foto: Misión Verdad
Asco. Horror. Indignación. Náusea y desprecio son las sensaciones que me quedan luego de leer el libro de Hernando Calvo Ospina: El terrorismo de Estado en Colombia. Su autor ha participado en documentales para la cadena británica BBC de Londres, y la franco-alemana “Arte”.
En este trabajo ofrece importantes revelaciones sobre el mecanismo del terrorismo de Estado en Colombia, de la amplia relación del gobierno con el narcotráfico y grupos paramilitares, de cómo el gobierno ampara y protege todas las acciones criminales realizadas por estos grupos, siempre bajo el paraguas protector del gobierno norteamericano. Como escribió en su momento Stefania Mosca: “El presidente norteamericano casi llora destacando la lealtad del gobierno de Uribe, tan democrático que a cada quien le toca su muerte”.
O Mariadela Linares: “En el vecino país hay 30 congresistas y más de 100 políticos presos, todos ellos militantes de la causa uribista. (¿Qué ocurriría aquí si se aplicara de verdad la justicia con la bancada opositora en la AN?). Son acusados de mantener vínculos con el tenebroso paramilitarismo que ha causado decenas de miles de asesinados, desaparecidos y varios millones de desplazados”.
En el libro que desglosaré, veremos cómo los más altos estamentos de la sociedad colombiana, esto es, la oligarquía, la jerarquía católica y los altos mandos militares y policiales, la clase política que ha gobernado ese país -sin olvidarnos de varios embajadores y militares norteamericanos-, los dueños de los grandes medios de comunicación y, en fin, “todos juntos y por la humanidad confundidos”, se lucran de las inmensas fortunas provenientes del narcotráfico.
Mientras todo esto ocurre en el vecino país, aquí en Venezuela la oposición guarda el más “discreto” silencio, no vaya a ser que les salga un “espanto”. O lo que es peor, sale en defensa de Álvaro Uribe cada vez que Maduro le dice unas cuantas verdades al capo colombiano.
¿Será que también “aspiran”? Por ejemplo, ante la extradición en Colombia cuando gobernaba Uribe de varios “comandantes” del narcotráfico, el Comisionado de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas criticó el hecho de que con ellos se iba mucha información que compromete a esos “30 congresistas y más de 100 políticos presos”; por su parte, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA considera que “esta extradición afecta la obligación del Estado colombiano de garantizar los derechos de las víctimas a la verdad, la justicia y la reparación de los crímenes cometidos por los grupos paramilitares”.
Y la oposición criolla, ¿qué dijo? Miró para otra parte, y banalizó el caso, como hace siempre que se acerca a la candela. Aunque sí armó un escándalo cuando lo de las computadores “anti-misilísticas” de Raúl Reyes. Como escribe Luis Britto García: “En el país del realismo mágico, es normal que el presidente finja encontrar computadoras maravillosas que resisten un bombardeo que asesinó a 24 prójimos. Lo que deja atónito al mundo es que el criminal llame a Interpol para que investigue a sus víctimas, en lugar de investigarlo a él”.
¿Y la oposición? Se fue de farra a una plaza de toros en Mérida -¿verdad, Guanipa?-, donde la pea que agarró fue tan descomunal que se olvidó de que su esposa estaba al lado, y se puso a coquetear con una encantadora copartidaria. Ahora leamos a Calvo Ospina hablando de Uribe: un columnista de El Espectador -diario de Bogotá-, Fernando Garavito Pardo, debió exiliarse en marzo de 2002 por amenazas a su vida, luego de haber publicado una serie de investigaciones sobre los presuntos nexos del entonces candidato a la presidencia Álvaro Uribe con el narcotráfico y el paramilitarismo. Esas denuncias coinciden con las de Ignacio E. Gómez Gómez, quien también debió irse del país por la misma causa.
Cuando en el 2002 le fue entregado el Premio Internacional de Libertad de Prensa, del Comité Mundial para la Protección de los Periodistas, explicó que tal galardón lo recibía por el trabajo de los antecedentes que relacionan a Álvaro Uribe con el cartel de Medellín. Es una investigación que hizo en cinco partes. Una de ellas tenía que ver con la coincidencia cuando Pablo Escobar era miembro del Congreso y tenía muchísima actividad política en los barrios pobres de Medellín, y por entonces Álvaro Uribe era el alcalde y hacía programas muy paralelos a los de Pablo Escobar. Después, Uribe fue director de la Aeronáutica Civil.
Antes de él, desde 1954 hasta 1981, el Estado había concedido 2.339 licencias, y durante los 28 meses que él ejerció, concedió 2.242 licencias, muy poco menos que en los 35 años anteriores, con el agravante que muchísimas de esas licencias quedaron en manos del cartel de Medellín. Además, había una estrecha relación entre el papá de Uribe y el clan de los Ochoa -uno de éstos, Fabio, le regaló un caballo a Carlos Andrés Pérez, digo-, que era una familia muy importante en el cartel de Medellín. “Empezaron entonces las amenazas contra él -sigue Calvo Ospina-, el director del noticiero y sus familia. Así se ha conocido que el expresidente de Colombia vivió sus primeros años de vida en el seno de una familia de clase media con regulares problemas financieros.
Un día cualquiera la situación empezó a cambiar radicalmente a partir de los negocios del padre, Alberto Uribe Sierra, como agiotista, aunque por las investigaciones se puede decir que la palabra exacta para las actividades del padre es ‘testaferro’. O sea, dueño ficticio de propiedades de narcotraficantes, algo que había iniciado con el clan de los capos Ochoa, familiares de su esposa. Los Uribe empezaron la acumulación de su propio capital y de extensas propiedades rurales: ‘Uribe Sierra vivía tan inmerso en ese mundo de negocios alucinantes que, relataba un amigo, hoy podía tener 23 fincas ó 10 y amanecer mañana con 41’. (El Mundo, Medellín, 16-06-1983)”. Eso sólo lo puede lograr un mago.
Y, casualmente, a los narcos en Colombia se les dice mágicos.
“A pesar de su alta investidura, el presidente Uribe nunca ha dado una aclaración objetiva sobre la procedencia de su gran fortuna. Cuando se ha visto obligado a tocar el tema, las frases dicen de todo sin precisar nada. Si un periodista le insiste, aparece su agresividad. El padre del presidente murió en un asalto que realizaron las FARC a su hacienda en junio de 1983”.
Los Uribe dicen que los guerrilleros pretendían secuestrarlo y él se atrincheró para impedirlo; que el ataque se hizo para desbaratar el campo de entrenamiento paramilitar que ahí existía, aseguró el grupo guerrillero. Esa es la parte trágica de la historia. “Cuando Álvaro Uribe supo del ataque, utilizó un helicóptero para llegar hasta el lugar e intentar el rescate de su padre y hermanos. Al preguntársele sobre esto, respondió: ‘Me monté casi de noche en el helicóptero que consiguierom. El periódico El Mundo dijo al otro día que el helicóptero era de Pablo Escobar. (El Tiempo, Bogotá, 21 de abril de 2002). Según informó la prensa, la aeronave era una de las más modernas del país en cuanto a tecnología de navegación, por lo tanto Escobar no lo iba a prestar a cualquiera.
“Siendo alcalde de Medellín, con gran despliegue mediático, Uribe presentó en Bogotá el programa ‘Medellín sin tugurios’. Muy poco después se conoció que era un plan con aparente sentido cívico financiado por Pablo Escobar, quien buscaba la seguridad social y la aceptación política. Las extrañas ‘casualidades’ del presidente Uribe con algunos capos del narcotráfico no se detienen.
“En marzo de 1984 la policía llegó hasta lo que se consideraba el laboratorio de procesamiento de cocaína más grande y moderno del mundo, conocido como Tranquilandia, cuyo propietario principal era Pablo Escobar. Ahí se hallaron varias aeronaves, tres de las cuales tenían licencia de funcionamiento expedidas por Álvaro Uribe (marzo 1980 – agosto 1982). También se encontró un helicóptero que por herencia pertenecía a los hermanos Uribe Vélez”.
Después de dejar la dirección de la Aeronáutica, el futuro presidente de Colombia fue elegido gobernador del departamento de Antioquia. Desde ese cargo se convirtió en el principal promotor e impulsor de las Cooperativas de Seguridad Rural (Convivir). El jefe narcoparamilitar Carlos Castaño Gil diría que “Uribe Vélez logró sacar adelante cooperativas de seguridad, con las cuales nunca estuve de acuerdo”.
“No voy a negar que a las autodefensas les sirvió, pero no tanto se avanzó con ellas. Quienes las aprovecharon fueron los narcotraficantes que se dedicaron a montar pequeñas Convivir en sus fincas” (Mauricio Aranguren Molina: Mi confesión). “El 30 de julio de 2004, la presidencia de Colombia rechazó públicamente un documento desclasificado en mayo, y proveniente de la Defense Intelligence Agency (DIA), uno de los servicios de seguridad más secreto y poderoso de Estados Unidos, dependiente del Pentágono”.
El informe dice en un aparte, 82: “Álvaro Uribe Vélez -un político y senador colombiano dedicado a la colaboración con el cartel de Medellín en las altas esferas del gobierno. Estuvo vinculado a los negocios relacionados con las actividades de narcóticos en Estados Unidos. Su padre fue asesinado en Colombia por su conexión con los traficantes de narcóticos. Uribe ha trabajado por el cartel de Medellín y es un cercano amigo personal de Pablo Escobar Gaviria”.
Es por estas razones que la revista colombiana Semana, en su edición de octubre de 2001, y en artículo titulado “Los 40 más poderosos de Colombia”, reconocía que no es ninguno de los multimillonarios empresarios, ni un rancio político nacido en este país. No. Semana dice que es el presidente de Estados Unidos, George W. Bush. ¿Por qué de Colombia, y no de EEUU? ¡Obvio! Su mayor caudal en dólares proviene de la droga y de su estrechísima relación con el “doctor Varito”, como llamaba, cariñosamente, Pablo Escobar a Alvarito Uribe. Pero esto no es todo.
También deja saber que existen otros estadounidenses con mucho poder sobre el destino de Colombia, y que éstos son los subsecretarios de Estado para asuntos políticos y antinarcóticos, la embajada en Bogotá, el jefe de la Reserva Federal, el presidente del Subcomité de Operaciones Internacionales del Senado y el presidente de la Cámara de Representantes, todos estadounidenses, of course.
“No puede existir duda -culmina Calvo Ospina-: con el presidente Álvaro Uribe, lo que va quedando de soberanía se arrastra en andrajos”. ¡Claro! No puede ser de otra manera: a todos, incluidos los altos prelados, les tienen su respectivo prontuario criminal, como a Uribe que lo “distinguen” con el número 82.
No debemos olvidar tampoco que Álvaro Uribe es uno de los aliados estratégicos de Leopoldo López. ¿Recuerdan que se han reunido varias veces, y hasta posado juntos? ¿Qué andaría buscando el “Monstruo de Ramo Verde”? ¿Pesos, dólares, drogas? ¿O tal vez conexiones con los mismos financistas de allá?
PS: Ahora nos vuelve a amenazar, esta vez desde Miami, con una intervención militar de un “gobierno extranjero” -léase, los Estados Unidos-; ya lo hizo una vez cuando finalizaba su mandato, pero “le faltó tiempo”, según confesión propia. Desde nuestro país le respondió Chávez: “No le faltó tiempo, lo que le faltaron fueron cojones”. ¡Claro, qué más cabía esperar de un discípulo de Santander!
Misión Verdad

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