viernes, 1 de abril de 2016

La ‘Porkycracia’ en Veracruz


homozapping.com.mx

La ‘Porkycracia’ en Veracruz

Jenaro Villamil
angulo7.com.mx
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“Capitaine es un hombre muy poderoso y una amenaza suya podría ser letal para ti y para tu hija”. Esa fue la advertencia nada velada de Hugo Cruz, uno de los padres de los jóvenes de la banda conocida en redes sociales como Los Porkys, a Javier Fernández, padre de Daphne, la joven que ha revivido en estos días uno de los episodios más vergonzantes del Veracruz contemporáneo.
Cruz se refería a Felipe Capitaine, padre de Enrique Capitaine, uno de los jóvenes violadores de la escuela Instituto Rougier A.C. de Veracruz, que se ofreció a pedir disculpas públicas a Daphne en un videomensaje, según relata Ricardo Raphael en su columna de este jueves (ver ricardoraphael.com).
Ya sabemos que la disculpa nunca ocurrió. Que el padre resultó más mentiroso o protector de su hijo y que se ha dedicado a amedrentar dentro y fuera del ámbito escolar a quienes pretendan cuestionar al adolescente que lo único que hizo fue “descuidarse” en la diversión con sus amigos.
Capitaine es una muestra más del Veracruz donde el narco, el dinero fácil de la corrupción o la complicidad se ha mezclado con el poder político, económico y policiaco. Y pretende ya no sólo la impunidad judicial sino la impunidad social.
Producto del ascenso social de la era Zeta, Capitaine inició su carrera como jefe de ayudantes de Agustín Acosta Lagunes, ex gobernador de la entidad. Fue varias veces alcalde de Nautla, municipio controlado por la banda criminal que impuso la extorsión como método de vida, desde el gobierno de Fidel Herrera, padre y “tutor” político de Javier Duarte, el gobernador más repudiado en la historia reciente de Veracruz.
Si Fidel Herrera aún protege a su engendro y junior político que ha roto todas las barreras de la indecencia política, ¿por qué Capitaine no iba a proteger a su hijito, uno de los Porkys?
La Porkycracia en Veracruz es el espejo y reflejo de un estado de descomposición que no sólo está en el ámbito político-partidista. Ha minado, como la humedad, en las “familias bien” de Veracruz, en la sociedad que criminaliza a las víctimas (recuérdese el caso de la anciana indígena de Zongolica violada por militares que murió por otras “causas”, menos por el abuso tumultuario), que considera una hazaña viralizar videos pornográficos donde se abusa de una joven, que convierte un muro de Facebook en una réplica vergonzante de Fuenteovejuna, pero para justificar socialmente a los hombres que odian a las mujeres.
Guadalupe Loaeza nos relata en su columna de este jueves 31 de marzo que el lema del Instituto Rougier A.C. –donde estudian Los Porkys y Daphne- es “Amar al Espíritu Santo y Hacerlo Amar”. La Congregación de las Hijas del Espíritu Santo afirma en su página de internet que en este instituto se dedican a “una formación humana-cristiana a niños, adolescentes y jóvenes en un ambiente de acogida, libertad responsable, respeto y solidaridad, según el Carisma Vocacional-Sacerdotal y Mariano de Los Fundadores” (ver artículo Daphne y su Padre en reforma.com).
¿Dónde estará reflejada la formación humana-cristiana de Los Porkys en este nuevo pasaje de la decadencia veracruzana? ¿El ambiente de “acogida”, “libertad responsable” y “carisma” incluye criminalizar a una joven por usar minifalda? ¿En qué momento el Instituto Rougier y el Espíritu Santo han expresado con contundencia su condena a este grupo de feminicidas en potencia que ya probaron las mieles de cinco minutos de infamia y de impunidad?
Por lo visto, no sólo es el padre de Enrique Capitaine el único que practica la sana hipocresía social. Alicia Cabrales, madre de Jorge Cotaita, otro de los Porkys, le dijo a Javier Fernández, padre de Daphne:
“No puedo creer que mi hijo haya actuado así. Mi hijo es una persona caballerosa, lo ves en su trato diario, no lo puedo pensar, y ahorita entiendo que no es así (…)” (ver sinembargo.mx).
No termina de digerirse la historia de los Porkys cuando ya surgió otro caso-emblema de lo que está sucediendo en las esferas digitales y hormonales de Veracruz: una joven agredida sexualmente fue grabada a través de un teléfono celular e involucra al hijo de Rafael Cruz Hernández, director general de Pesca y Acuacultura del gobierno de Javier Duarte.
La madre de la víctima, Fernanda Cruz, presentó desde el 22 de marzo la denuncia ante la Fiscalía General de Veracruz por violación sexual y quedó registrada con el número de expediente 275/216. La fiscalía envió un citatorio a los cuatro jóvenes involucrados. Sólo se presentó uno, llamado Serafín, y no compareció Oswaldo Rafael Cruz, junior del funcionario estatal del gobierno de Javier Duarte.
Para que nadie sospeche de una posible colusión o de una impunidad institucionalizada –eso “no existe” en Veracruz- el mandatario Javier Duarte salió a declarar muy enfático que en esta entidad “no hay una juniorcracia sino una democracia plena”.
Tan plena que miles de estudiantes y maestros de la Universidad Veracruzana protestan en las calles por el virtual robo de sus recursos públicos. Tan plena que en Papantla los policías municipales están involucrados en los secuestros, igual que los policías bajo las órdenes del titular de la Secretaría de Seguridad Pública estatal. La democracia de Javier Duarte es tan plena que el Congreso estatal está dominado por él y no se le puede llamar a juicio político. Una democracia plena que criminaliza a reporteros asesinados porque “andan en malos pasos” con el narco. Tal parece que eso sólo es privilegio de los gobernantes, no de los reporteros.
Esa es la democracia de Javier Duarte, una porkycracia que ha alcanzado niveles de escándalo internacional, ante la mirada impávida (o cómplice) del gobierno federal, del PRI, del Congreso federal, de buena parte de los medios de comunicación locales que practican el “Buen Tono” del cinismo.
El caso de los Porkys es tan sólo una reciente demostración de algo mucho más podrido en el ámbito político y social veracruzano. Cuando en Ciudad Juárez el crimen organizado y los Juniors se dieron cuenta que era “divertido” asesinar a jovencitas porque nada les iba a suceder, inició en 1993 la terrible historia de feminicidios que ha tenido sus réplicas en varias entidades del país, incluyendo Estado de México, Jalisco, Guanajuato, Puebla y Veracruz.
La Porkycracia no es exclusiva de la entidad gobernada por Duarte, pero es ahora la que acapara la atención. Detrás de toda agresión impune a una mujer se genera el caldo de cultivo de la criminalidad más feroz.
Las cifras de violencia de género en Veracruz son escandalosas: entre 2010 y 2014 los hospitales públicos de Veracruz atendieron 453 casos de violencia sexual contra mujeres. De ellos, 210 estaban relacionados con violencia no familiar y 243 con agresiones al interior de la familia. Anualmente se registraron hasta mil 334 denuncias por violación sexual, pero la Fiscalía sólo consigno a 502 personas por año y emitió sentencia a 300, menos de la cuarta parte.
Son cifras que no tenían nombre ni historia. Muchas jovencitas sin estructura familiar de apoyo y menos sin posibilidad de exponer su caso en redes sociales. Daphne, por ahora, es la historia que está conmocionando por todo lo que hay detrás de la Porkycracia.

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