jueves, 10 de diciembre de 2015

Una democracia ensangrentada



Una democracia ensangrentada


En el solemne día de su particular “Constitución” se dirigían pomposamente con paso marcial, agarrados a una corona de flores hacia el Obelisco de la calle Tomás Morales, tres altos cargos de los tres ejércitos, junto a varios miembros del Partido de la Gürtel. Detrás en formación, firmes como estacas, políticos y militares, varios torturadores uniformados de gala con tricornios y medallas, dos curas obesos con sotana, entre el escaso público, junto a los empresarios y constructores donantes de sobres a políticos mafiosos, algunos criminales falangistas y de Acción Ciudadana ahora reciclados a “demócratas” de toda la vida, la hija del Conde de la Vega con su marido alemán, familiar de un nazi muy conocido por sus masacres en el gueto de Varsovia.
Luego les esperaba la millonaria celebración pagada con dinero público, el banquete, la mariscada regada con vino español en la Delegación de Gobierno de la Plaza de la Feria, antiguo centro de detención y torturas masivas desde el golpe de estado del 36.
Desde la acera del Instituto Isabel de España, María Rosa Monzón, miraba alucinada, allí estaba junto al escenario, decorando la ofrenda floral previa a los discursos y arengas militares, el requeté de Galdar, un tal Raymundo Cabrera, el mismo que había asesinado a su marido, Juan Yedra, arrojándolo a la Sima de Jinámar junto a sesenta compañeros más del Frente Popular.
El criminal, ahora funcionario, hacía funciones de organizador del evento junto a varios que parecían ser de su confianza, la gente no acudía, rellenaban el acto con afiliados de partidos del régimen borbónico, María Rosa no pudo evitar cruzar la calle, casi la atropella una guagua de la línea 2, iba ciega hacia el tipejo, se acercó, atravesó la barrera de policías nacionales, para plantarse ante el fascista Cabrera, el hombre la miró, no la conocía, esbozó una sonrisa.
- Tu mataste a mi marido hijo de la gran puta, -le dijo- el tipo no sabía dónde meterse, la gente miraba sorprendida, el ministro del bigote, famoso por sus vínculos con las multinacionales, avisó con la cabeza a los esbirros policiales, que sobre la marcha la tomaron de los brazos y la sacaron en volandas de la rotonda hacia los furgones antidisturbios, María gritaba. –Asesino cabrón, criminal, me arruinaste la vida, pero el ministro insistía con la mirada que la metieran cuanto antes en el vehículo azul. Se la llevaron enseguida, uno de los policías la golpeó en el estómago, la dejó sin respiración tumbada en la parte de atrás, la pobre mujer lloraba desesperada. –El lo mató, el lo mató, hijo de puta, -decía entre los golpes de los uniformados de azul- que se la llevaron a la super comisaría junto al Parque Romano, sacándola esposada, metiéndola en el calabozo, donde le aplicaron la ley antiterrorista, para tenerla 48 horas incomunicada, ni siquiera la dejaron llamar a su madre y a sus hijos, estuvo allí desaparecida, como estuvo su pobre Juan, alimentada con bocadillos de embutidos y queso caducado, hasta que la dejaron marcharse, era martes por la tarde, salió encorvada, todavía llorando, el vestido negro roto, el cuerpo magullado, dos policías muy altos y fuertes la acompañaron hasta la puerta, allí desorientada tomó la guagua hasta el Hospital Insular, desde allí subió caminando hasta el Paseo de San José donde vivía en su humilde casita, la que construyó su Juan con tanto esfuerzo ayudado por sus hermanos Ramón y Ambrosio también asesinados por los franquistas.
En la casa todos la habían estado buscando en los hospitales de Las Palmas de Gran Canaria, ella no dijo nada, se tumbó en su cama boca abajo y estalló en llantos, solo su hermano Pedro se sentó junto a ella acariciando su pelo blanco, no dijeron nada, en sus ojos se presentía lo que había sucedido, allí quedaron los dos, con la misma impotencia del 28 de marzo del 37 cuando se llevaron a Juan de la misma casa los de la “Brigada”, la despedida entre golpes de los falangistas, dirigidos por el mismo asesino que en los 2000 organizaba la celebración del 6 de diciembre, día de la Carta Magna en España.
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