lunes, 5 de octubre de 2015

La División Azul y la “Operación Semíramis” del franquismo. Anticomunismo de postguerra.

La División Azul y la “Operación Semíramis” del franquismo. Anticomunismo de postguerra.

Madrid, 1941: despedida de la División Azul. "¡Rusia es culpable!", había arengado Serrano Suñer.  Fue una continuación de lo que el régimen fascista español consideraba la "cruzada contra el comunismo", iniciada con el golpe de estado de 1936 contra la República. La imagen representa a una muchedumbre despidiendo a los divisionarios, con el saludo fascista del brazo en alto.


La División Azul y la “Operación Semiramis” del franquismo.
Manuel García / Blog del viejo topo

Voy a referirme a un hecho que mucha gente no conoce o recuerda, pero que ocurrió en abril de 1954, hace más de 61 años: la repatriación de los españoles prisioneros en la URSS, que formaron parte de la división de apoyo al ejército nazi enviada por Franco ("División Azul"), en lo que el dictador consideraba una "cruzada" contra el comunismo. Fue la llamada la “Operación Semíramis”. La mayoría de los lectores del blog no habrían nacido. Recordemos primero qué fue la División Azul.


La División Azul


Inplicación del régimen de Franco en la guerra al lado de la Alemania nazi. Voluntarios de la División Azul.
En 1941 el régimen franquista había enviado la División Azul para combatir junto con los nazis en la URSS. Fueron muchos falangistas voluntarios. Pero no todos los divisionarios se habían ofrecido voluntariamente. El ejército obligó a muchos militares a ir, sobre todos los recién graduados; también, tristemente, otros divisionarios fueron forzados para lograr misericordia para padres, hermanos u otros familiares que estaban en las cárceles, y algunos de ellos con petición de pena de muerte en los consejos de guerra franquistas (ver en fuentes el trabajo de Núñez Seixas, pág. 96).

Parece que el principal impulsor de la División Azul fue el ministro Secretario General del Movimiento y cuñado de Franco, Ramón Serrano Suñer, con la aquiescencia del propio Franco. Serrano Suñer, en un discurso el 24 de junio de 1941 dijo:
"Camaradas: no es hora de discursos. Pero sí de que la Falange dicte en estos momentos su sentencia condenatoria: ¡Rusia es culpable! Culpable de nuestra guerra civil. Culpable del asesinato de José Antonio , nuestro Fundador, y de la muerte de tantos camaradas y tantos soldados caídos en aquella guerra por la agresión del comunismo ruso. La destrucción del comunismo es condición necesaria para la supervivencia de una Europa libre y civilizada."
Propaganda de alistamiento para la División Azul..

Propaganda de alistamiento para la División Azul.

Escribe el historiador Xosé Manoel Núñez Seixas (en "Los vencedores vencidos: la peculiar memoria de la División Azul"):
Los españoles debían participar al lado de Alemania en una empresa que se suponía rápida, de la mano de un ejército invencible llamado a imponer el Nuevo Orden en Europa, para garantizar la presencia relevante de España en ese nuevo orden. Y la participación en la campaña rusa era vista como una continuación de la Guerra Civil: la lucha contra el comunismo, iniciada por los falangistas y sus aliados en julio de 1936, y de la que los españoles habrían sido pioneros en la victoria, continuaría ahora hasta el mismo corazón del "Imperio del Mal". 
Los divisionarios españoles lucharon principalmente en el frente de Leningrado y los lagos cercanos. Unos murieron en los combates o de frío y otros fueron hechos prisioneros por Ejército Rojo. Hubo un tercer grupo que volvió a España, cuando el 12 de octubre de 1943, a la vista del desarrollo de la guerra, Franco ordenó su retirada. 


Izquierda: el general nazi Ernst Busch condecora a Muñoz Grandes, el general falangista de la DA. Había sido de los militares que apoyaron el golpe de estado de Franco en 1936 contra el gobierno constitucional de la República. Derecha: el Marshal_Zhukov, al cual tuvo que enfrentarse la DA. Zhukov está considerado como una de los grandes estrategas militares del S. XX.  Además de su protagonismo en las batallas de Leningrado y Stalingrado, fue el gran vencedor de la batalla de Kursk, la más decisiva de la II GM. Posteriormente dirigió la Operación Bagratión y fue clave en la batalla de Berlín. 
En la Navidad del 43 (18-12-1943) terminó el operativo destinado a repatriar a los divisionarios, con la llegada a Madrid de Esteban Infantes (que había sustituido a Muñoz Grandes como general de la División Azul) acompañado del último grupo de repatriados. Si en 1941, la partida de los divisionarios había tenido lugar en medio de una despedida entusiasta por parte del gentío movilizado por el régimen, al grito de "¡Rusia es culpable!" (eslogan popularizado por Serrano Súñer), el regreso fue muy distinto. Cuando bajaron del tren aquel 18 de diciembre del 43 se encontraron sin recibimiento alguno: ni honores militares, ni miembro alguno del gobierno (tan siquiera acudió el ministro de Ejército), ni siquiera los falangistas acudieron a recibirlos.
Pero entre 1.500 y 2.000 miembros se quedaron allí, luchando con los nazis; unos constituyeron lo que se llamó la Legión Azul y otros se integraron en las propias Waffen-SS. El destino de estos dos últimos grupos fue el mismo: unos murieron, otros fueron hechos prisioneros por el Ejército Rojo y otros regresaron al final de la guerra.

Los soviéticos editaron una especie de folleto o periódico para los prisioneros españoles, pero también distribuían pasquines en español, incentivando la deserción. Algún ejemplo:


Pasquines soviéticos para incentivar la deserción entre los españoles de la DA
El balance de muertos
Según la Wikipedia (citando la obra de Stanley Payne, Franco and Hitler: Spain, Germany, and World War II), fueron 45.500 los divisionarios enviados a la URSS. La misma fuente proporciona estas cifras:
Efectivos enviados: 45.500
Muertos en el frente: 4.954 (10,9%)
Heridos: 8.700 (19,1%)
Prisioneros: 372 (1,3%)
Bajas por enfermedad: 7.800 (17,1%)


Imágenes sociales y estereotipos 

El ejército alemán consideraba inferior a la División Azul. Leemos en "Sangre de Cádiz en Rusia", en Diario de Cádiz:
Así contaba en 1991 José Antonio Hormaechea, que se alistó recién casado en Cádiz, la relación con sus aliados y con sus enemigos: "Los alemanes siempre mantenían una humillante superioridad sobre los españoles, pero sí que congeniamos con el pueblo ruso. Ellos lloraban cuando nos íbamos y venían los alemanes. El pueblo ruso no nos trataba como invasores".
Ambas valoraciones que acabamos de leer son reiterativas en los relatos, no son afirmaciones aisladas. Pero en particular la segunda de ellas, no deja de ser una hipérbole justificativa construida posteriormente (posiblemente los rusos prefiriesen a los españoles antes que a los alemanes, pero de ahí al tópico expresado por Hormaechea hay mucha distancia). Ambas valoraciones forman parte del imaginario social y los esterotipos. Sobre esto resulta interesante lo publicado por Xosé Manoel Núñez Seixas, quien habla del "relato divisionario" para referirse a "la abundante producción autobiográfica y/o ficcional con elementos autobiográficos de los veteranos de guerra y por sus asociaciones".

Una vez que el régimen de Franco constató la derrota nazi y activó la política de acercamiento a EE.UU., el relato divisionario oficial trató de desmarcarse de lo suponía el régimen nazi:
El leit-motiv de la publicística divisionaria tendrá ahora un claro norte. Se insiste en que los españoles lucharon junto a la Alemania nazi, pero no con o por el III Reich, sino contra un enemigo común, la URSS, en nombre de la defensa de la civilización occidental y europea, de la revancha de la Guerra Civil frente al comunismo soviético, y de los eternos valores católicos. [Núñez Seixas, op. cit., pág. 95).
Esto quizás explique también uno de los tópicos del "relato divisionario" que incide en la idea de "empatía" mostrada por el pueblo ruso hacia los españoles (ver la cita de Hormaechea más arriba), algo que sobre todo tiene que ver con la forma en que los veteranos reinterpretan su memoria con el paso del tiempo para acomodarla a nuevos valores sociales y políticos. Núñez Seixas se refiere a este tópico en los epígrafes "Una guerra limpia: los silencios de una guerra de exterminio" (op. cit., págs. 101 y 102) y "El descubrimiento del «auténtico» pueblo ruso" (págs.  109 y 110). El historiador gallego nos dice sobre este tópico:
Los españoles también habrían sido los únicos combatientes encuadrados en el ejército invasor que habrían comprendido a los rusos, al sencillo pueblo ninguneado y maltratado por los alemanes. (...). Se describe el comportamiento de los soldados españoles con la población rusa como ejemplar, humano y rayano en la confraternización con los ocupados. La complejidad de situaciones que entrañaba la estrecha convivencia de los soldados españoles con la población civil de la línea del frente y la inmediata retaguardia, donde las tropas ocupantes encontraban cobijo en las casas de los campesinos, es por lo general sumamente idealizada en el relato divisionario. En él, la relación con la población civil se reduce a un esquema más simple: la buena vecindad, la simpatía y la cercanía con los campesinos rusos. (...) Esa visión no sólo es recreada por la publicística pseudohistórica generada sobre y alrededor de los ex-combatientes de la División Azul y de la Wehrmacht en general, sino que también ha impregnado la visión de la experiencia de la División Azul en el frente ruso por más de un historiador. Interpretación que, a la postre, se convertiría en uno de los discursos más eficaces para justificar durante la Guerra Fría la presencia española en suelo soviético: se trataría de una gran victoria moral de la DA, al no haber sido corresponsable ni siquiera indirectamente de la política nazi de exterminio. 
Según fuente (nevasport.com), divisionarios de una unidad de esquiadores llegando al frente del río Wolchow. Les esperaba el infierno de un pueblo, el soviético, decidido a resistir al fascismo a cualquier precio. De los 206 componentes de la unidad, solo quedaron 12.


Repatriación

El caso es que quedaron un buen número de prisioneros españoles en la URSS. Como en el caso de los presos del ejército alemán y de sus aliados, fueron internados en campos de concentración. Posteriormente el gobierno soviético entabló conversaciones, públicas o secretas, con los países originarios de los soldados para su repatriación. En la primera mitad de los años 50 lograron repatriar a todos, siendo los españoles los últimos en volver. Hubo rumores en España de que el gobierno español tuvo que pagar a la Unión Soviética en especie, o sea con productos sobre todo agropecuarios, y el precio no fue bajo. Esto nunca se reconoció oficialmente.

Al terminar las negociaciones hubo algunos de los que se invitó a regresar que se quisieron quedar en la URSS, aunque la mayoría volvieron.

Estas negociaciones se mantuvieron indirectamente, siendo el agente mediador la Cruz Roja Francesa. Cuando terminaron estas negociaciones, 286 españoles embarcaron en el puerto de Odessa en el buque griego con bandera liberiana Semíramis. No sólo volvían de presos de guerra, sino también niños de la guerra - que se fueron para salvarse de los horrores de aquí-, unos pilotos republicanos que habían ido a entrenarse y se quedaron al fin de la guerra, unos obreros españoles apresados en Alemania y algún otro.



El Semiramis


El espectáculo franquista

Publicaba La Vanguardia a raíz del 60º aniversario de la repatriación (publicado el 2-4-2014):
Veinte de los liberados fueron ingresados en el Hospital Militar. El resto, tras recibir sus pasaportes militares, regresó a sus lugares de origen prestos a ocupar el puesto de trabajo que les había prometido el régimen.Con el tiempo, la mayoría se integraría a su nueva vida pero muchos no lo lograron. Una minoría decidió volver a Rusia porque allí habían constituido una familia, o porque la realidad política, laboral y social que vivía la España del momento no les convenció. De entre los que no eran partidarios del régimen, muchos de ellos, pese a la vigilancia policial a la que fueron sometidos todos, se hicieron militantes de organizaciones clandestinas como el PCE, continuando la que había sido su trayectoria vital.Franco, el Generalísimo, se limitó a enviar desde El Pardo un telegrama tan frío como escueto en que daba protocolaria bienvenida a esos españoles ganados al comunismo.

Llegada al puerto de Barcelona del Semiramis, con 286 repatriados de la Unión Soviética a bordo. Foto: La Vanguardia/Carlos Pérez de Rozas. 

Naturalmente no podía faltar la ceremonia religiosa (de La Vanguardia, 2-4-14):
El arzobispo doctor Modrego esperaba en la iglesia de la Mercè a los liberados, para dar gracias a la Virgen. Había que reivindicar que su estancia en ‘tierra roja’ no les había hecho perder la fe.
Hubo hasta felicitaciones del dictador. Así lo recogía La Vanguardia el 4-4-1959 en su pág. 9:
Telegrama de felicitación "a S. E. el Jefe del Estado • El presidente de. la Corporación, marqués de Castellflorite, ha cursado al jefe de .la Casa Civil de S. E. el Jefe del Estado, el siguiente telegrama: «Ruego eleve a S. E.. el Jefe del Estado, Generalísimo Franco, acuerdo unánime sesión plenaria día 30 marzo último, con ferviente felicitación Diputación Provincial Barcelona, por éxito gestión Caudillo y su Gobierno, hasta conseguir liberación, heroicos compatriotas militares «División Azul» y prisioneros durante años en la Ü.R.S.S. — Castellflorite.»
Recuerdo perfectamente que todo ese día 2 de abril de 1954 estuvieron todas las emisoras conectadas con RNE, retransmitiendo los acontecimientos. Y los días siguientes los periódicos contaron vida y milagros de todos y cada uno de los repatriados.

Embajadores en el infierno (1956)
Incluso Torcuato Luca de Tena, director de ABC, con la colaboración de uno de los repatriados, Teodoro Palacios Cueto, tuvo la osadía de escribir un libro, Embajadores en el Infierno, y de ese libro se hizo una película muy promocionada por el régimen como propaganda anticomunista. Al final de la entrada puedes ver un fragmento de la película, la cual se enmarca en ese género cinematográfico de propaganda anticomunista tan extendido durante el franquismo y que contribuyó a forjar el imaginario social sobre los rojos.

La caradura es que, la mayoría de los retornados, no fueron precisamente de “embajadores pacíficos” sino para atacar y destruir a la URSS. Y lo del “Infierno” comparado con España sería discutible.

Total, fue un espectáculo para el franquismo.

Todo se pudo hacer de una manera más discreta, como lo hicieron otros países, por ejemplo haciendo que regresaran en avión, hubiera sido más rápido y menos caro. Pero había que organizar el espectáculo de gloria al franquismo y a Franco.

Hubo un pequeño inconveniente para el régimen. Habían planificado que llegara el barco a Barcelona el día 1 de abril jueves, festivo, fin de la guerra civil, significativo día que se consideró siempre como “Día de la Victoria” con desfile militar y todo. Pero el Semíramis era un cascajo de buque y navegaba a duras penas. Salió el 26 de marzo de Odessa, hizo una parada en Estambul, donde subieron policías españoles para averiguar las tendencias políticas de los repatriados, y llegó el viernes día 2 a Barcelona. La razón de contratar ese barco griego, es que a puertos soviéticos no podían llegar buques con bandera española.

De todas formas se “aconsejó” a los empresarios que, si se podía, dieran libre esa tarde a sus empleados (en esa época no existían los “puentes” como ahora).


Manuel García  


Fragmento de Embajadores en el infierno (1956), basada en la novela del mismo nombre escrita por Teodoro Palacios Cueto. Un anticomunismo a granel de la más rancia esencia que, aunque hoy en día nos haga gracia, llegó a calar en el imaginario colectivo de muchos españoles durante la dictadura:



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