jueves, 17 de septiembre de 2015

No al TTP, no al TTIP, no al TTIP, no al TTIP…

No al TTP, no al TTIP, no al TTIP, no al TTIP…




No al TTP, no al TTIP, no al TTIP, no al TTIP…



por Emilio Jurado
Ya son muchas las voces soliviantadas y muchas las conciencias despiertas que actúan contra el Tratado ultrasecreto que los USA y la UE tratan de poner en marcha al margen de la opinión de los europeos (y algunos americanos) contradiciendo el espíritu de la noción de Europa y de la legislación comercial vigente hasta la fecha.
La denuncia y el boicoteo a esta brutal iniciativa es una necesidad que no debe ser relegada ni siquiera por el efecto de los acontecimientos críticos relacionados con los flujos de refugiados que acaparan la indignación y las páginas de los medios de comunicación.
La desviación de la atención es aprovechada por taimados ejecutores del plan para avanzar hacia lo que ellos consideran política de actos consumados.
Cumplido el trámite, por estúpido pueril y alegal que sea, se toma por irrenunciable, se convierte en realidad. Por ello, con todo el dolor y la fraternidad que exigen los acontecimientos recientes, creo que de todos modos hemos de, una vez más, oponernos tenazmente al TTIP.
Porque si no lo hacemos, ¿qué clase de tierra de acogida pretendemos ser? ¿queremos resultar un espacio fértil para el desarrollo de la condición humana o un centro de reclutamiento y clasificación de recursos con fines comerciales?
Estamos en la obligación de denunciar cualquier agresión y el TTIP es una agresión larvada y rastrera disfrada de acuerdo. Por eso, por su condición de agresión encubierta resulta más necesario oponerse firme y continuadamente a ella.
Para completar su ocultamiento, la traición al espíritu y a las formas de la UE, se lleva a cabo en una especie de simulacro realista. El plan se trabaja en las sedes del Consejo Europeo dominado por los jefes de Estado conniventes a quienes espera en un futuro próximo un puesto en las grandes corporaciones beneficiadas.
Se le da forma en despachos legalistas de la Comisión habitados por solícitos funcionarios dirigidos por los lobbies más involucrados (farmacia, agroalimentación, química, etc).
Y para escarnio de la ciudadanía, se visa en cuartos oscuros sin instrumentos para el registro en el Parlamento donde yace la escasa representación de la soberanía de los ciudadanos europeos.
El oscurantismo sobre la operación llega al punto de burla y mofa a los representantes de los ciudadanos, a quienes, como a los niños se les dice lo verás pero no lo catarás, se muestran partes de la documentación, pero se les impide la toma de datos para un análisis crítico de los mismos. Sólo por esta razón todo el proceso debería ya haber sido invalidado y sus promotores puestos en la picota, por atentar contra la soberanía de los ciudadanos europeos.
En un mundo que tiende a la universalización y a la homologación de las prácticas de intercambio, mediante la unificación de requerimientos legales incluso en la esfera estrictamente comercial, el TTIP avanza en un modelo hiperlegalista confuso en el que dirimir las diferencias de criterio deja de ser una potestad de los estados y de los tribunales convencionales que se sustituyen por unos tribunales particulares, creados ad hoc y que tienen ascendente sobre la ley y la justicia tradicional.
Una especie de privatización de la judicatura que encontrará resistencia entre los jueces hasta que se abra la puerta giratoria que conecta el tribunal ordinario con el tribunal TTIP.
Hay muchas razones para oponerse, unas de tipo macro o general y otras de detalle. Algunas organizaciones ya están desarrollando un activismo muy positivo, como Attac o las plataformas anti TTIP con las que conviene estar conectados para disponer de información sobre acciones y reacciones.
Quisiera significar en este artículo que mi oposición va más allá, va al terreno de lo ontológico. El TTIP surge de una ficción mitificada, la de la bondad intrínseca del comercio y parecen querer construir una realidad virtual sobre ello esculpida en una exigua legalidad que sostenga dicha fábula.
Los diseñadores del TTIP quieren provocar una ilusión colectiva que permita a los poderosos zafarse del hecho de que el mundo injusto, corrupto y desigual está comenzando a desmoronarse ante la movilización general que se produce no solo en los países desarrollados, donde están ganando terreno los movimientos ciudadanos impulsando plataformas políticas novedosas que arrastran incluso a los partidos tradicionales de la izquierda (Corbyn y Sanders pj).
También en Brasil, Honduras y Guatemala se suman a los movimientos que llenaron con suerte desigual las plazas en El Cairo, Hong Kong, Túnez, Nueva York, Madrid. La justificación de la desigualdad se desvanece, y por ello pretenden generar otro discurso.
El mérito personal, la justificación histórica de la desigualdad, se trasmuta en el derecho adquirido irreversible escrito en las tablas de la ley TTIP.
El TTIP es un burladero que quieren utilizar los poderosos para ocultarse y protegerse ante los embates que la dignidad de las personas provoca cuando ya no aguantan más.
Origen: Diario digital Nueva Tribuna

No hay comentarios.:

Publicar un comentario