viernes, 28 de agosto de 2015

El Estilo Paranoico en la Política Estadounidense (y III)

El Estilo Paranoico en la Política Estadounidense (y III)

Por Richard Hofstadter
Traducción del famoso artículo “El estilo paranoico en la política estadounidense” del historiador estadounidense Richard Hofstadter publicado en la revista Harper en noviembre de 1964.
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Imitando al Enemigo
El portavoz paranoide concibe la conspiración en términos apocalípticos, trafica con el nacimiento y la muerte de mundos enteros, órdenes políticos completos, la totalidad de los sistemas de valores humanos. Vive constantemente en la brecha. Vive constantemente en un momento decisivo. Como los milenaristas religiosos que expresaban la angustia de los que viven los últimos días, a veces está dispuesto a fijar una fecha para el Apocalipsis. (“El tiempo se acaba”, decía Welch en 1951. “Se suman las evidencias, en muchas partes y provenientes de diversas fuentes, que en octubre de 1952 será el mes más mortal, el momento en el que Stalin ataque”).
Como miembro de la vanguardia, es capaz de percibir la conspiración mucho antes de que sea algo obvio para un público aún inconsciente; el paranoico es un líder militante. No ve los conflictos sociales como algo objeto de meditación o compromiso, a la manera de los políticos en ejercicio. Dado que lo que está en juego es siempre un conflicto entre el bien y el mal absolutos, lo que es necesario no está en peligro, sino que tiene la voluntad de combatir el mal hasta el final. Dado que considera al enemigo como totalmente perverso e implacable, debe ser totalmente eliminado – si no del mundo, al menos de teatro de operaciones al que los paranoicos dirigen su atención. Esta exigencia de triunfo total conduce irremediablemente a la formulación de metas poco realistas, y puesto que estos objetivos no son ni remotamente posibles, el fracaso aumenta constantemente la frustración y la paranoia. Incluso un éxito parcial le deja la misma sensación de impotencia con la que comenzó, lo que hace que se fortalezca su conciencia del inmenso y aterrador poder del enemigo al que se opone.
El enemigo está claramente delimitado: es un modelo perfecto de perversidad, una especie se Superman amoral y siniestro, ubicuo y poderoso, cruel, sensual y amante del lujo. A diferencia del resto de nosotros, el enemigo no está atrapado en las redes del gran mecanismo de la historia, víctima de su pasado, de sus deseos y limitaciones. Fabrica los mecanismos de la historia, o trata de desviar el curso normal de la historia de malas maneras. Cree que es el responsable de las crisis, que desata el pánico en los bancos, provoca depresiones, fabrica desastres, y luego disfruta de las ganancias con la miseria que ha producido. La interpretación paranoica de la historia es totalmente personal: acontecimientos decisivos no los considera como parte del discurrir de la historia, sino como debidos a la voluntad de alguien. Muy a menudo, el enemigo dispone de una fuente especialmente eficaz de poder: controla la prensa; tiene fondos ilimitados; tiene un secreto que influye en la mente ( lavado de cerebro); o tiene una técnica especial de seducción ( el confesionario católico).
El difícil resistirse a la tentación de decir que este enemigo es en muchos aspectos la proyección del yo; tanto los ideales como los aspectos inaceptables de uno mismo se atribuyen a él. El enemigo puede ser un intelectual cosmopolita, pero el paranoico le superará en títulos, y hasta en pedantería. Organizaciones secretas establecidas para combatir a otras organizaciones secretas conducen hacia los mismos halagos. El Ku Klux Klan imitó al catolicismo hasta el punto de ponerse los ornamentos sacerdotales, en el desarrollo de un elaborado ritual y en unas jerarquías igualmente elaboradas. La Sociedad John Birch emula a las células comunistas y opera de forma cuasi secreta a través de grupos en primera línea, y predica una persecución despiadada y de guerra ideológica muy similares a las que percibe en el enemigo comunista [2]. Los portavoces de las diferentes cruzadas antifundamentalistas comunistas expresan abiertamente su admiración por la dedicación y la disciplina que provoca la causa comunista.
[2] En su reciente libro Cómo ganar unas elecciones, Stephen C. Shadegg cita una declaración atribuida a Mao Tse-tung: “Dame sólo dos o tres hombres de un pueblo y conquistaré todo el pueblo” Shadegg comentó: “En las campañas de Goldwater de 1952 y 1958, y en el resto de campañas en las que he participado como consultor, he seguido los consejos de Mao Tse-tung”. El senador Goldwater escribió en Why Not Victoria?: “analizamos y copiamos la estrategia del enemigo; la suya ha funcionado, la nuestra no.
Por otro lado, se atribuye muy a menudo libertad sexual al enemigo, su falta de inhibición moral, la posesión de técnicas especialmente eficaces para el cumplimiento de sus deseos, lo cual es un exponente del estilo paranoico, proyectando y expresando aspectos desconocidos de sus propias preocupaciones psicológicas. Católicos y mormones – después, los negros y los judíos – han expresado su preocupación por el sexo ilícito. Muy a menudo, las fantasías de los creyentes revelan fuertes connotaciones sadomasoquistas, claramente expresadas, por ejemplo, en el deleite de los antimasones por la crueldad de los castigos masónicos.
Renegados y pedantes
La adhesión del renegado a la causa del enemigo tiene una significado especial. El movimiento antimasónico pudo a veces haber sido fundado por exmasones; sus revelaciones fueron recibidas con el mayor interés, y cada palabra que decían se creía a pies juntillas. El anticatolicismo se valió de las monjas fugitivas y de los sacerdotes apóstatas; el papel de los excomunistas en los movimientos anticomunistas de vanguardia de nuestro tiempo es bien conocido. La especial autoridad concedida al renegado se deriva de la obsesión por el secreto, algo característico de este tipo de movimientos: el renegado es el hombre o mujer que conoce los secretos del Arcano, y trae consigo la verificación final de las sospechas, que de otro modo podrían ponerse en duda por un mundo escéptico. Pero creo que hay un significado escatológico más profundo que se conecta con la personalidad del renegado: es el combate espiritual entre el bien y el mal, que es el modelo arquetípico del mundo paranoico, siendo el renegado prueba viviente de que no todas las conversiones han seguido por el camino equivocado. El renegado trae consigo la promesa de redención y victoria.
Una última característica del estilo paranoico está relacionada con la índole de su pedantería. Una de las cosas más impresionantes sobre la literatura paranoide es el contraste entre sus fantásticas conclusiones y los escrúpulos que invariablemente muestra por la objetividad. Realiza heroicos esfuerzos para probar que lo más increíble es en lo único en que se puede creer. Por supuesto, hay paranoicos de altos vueltos, otros con poco cultura, como probablemente los haya en cualquier tendencia política. Pero la literatura paranoica respetable no sólo posee ciertos compromisos morales, que de hecho pueden estar justificados, sino que también pone sumo cuidado, de manera casi obsesiva, en acumular evidencias. La diferencia entre estas evidencias y las que generalmente emplean los demás es que quizás sea menos un medio para entrar en una controversia política, que un medio para protegerse de la intrusión profana del mundo político secular. El paranoico parece tener pocas expectativas de convencer a un mundo hostil, pero sigue acumulando pruebas con la finalidad de proteger sus preciadas convicciones.
La escritura paranoica comienza con juicios que pueden ser perfectamente defendibles. Aquí hay algo que decir acerca de los antimasones: después de todo, una sociedad secreta compuesta por hombres influyentes ligados por obligaciones especiales podría plantear algún tipo de amenaza de quedar excluidos del orden civil. También hay algo que decir acerca de los principios protestantes de la individualidad y de la libertad, así como del deseo nativista de desarrollar en América del Norte una civilización homogénea. Una vez más, la actual laxitud en materia de seguridad permitió que algunos comunistas ocupasen puestos en los círculos gubernamentales, e innumerables decisiones de la Segunda Guerra Mundial y de la Guerra fría pueden ser criticadas.
La erudición paranoide de altos vuelos no sería nada de no ser coherente, de hecho la mente paranoica es mucho más coherente que el mundo real. No sería nada de no mostrar una técnica académica. Las 96 páginas del folleto de McCarthy, El Macartismo, contiene no menos de 313 referencias, y el increíble asalto del señor Welch a Einsenhower, tiene un centenar de páginas de bibliografía y notas. El movimiento de derechas de nuestro tiempo es un desfile de expertos, grupos de estudio, de monografías, notas al pie y extensa bibliografía. A veces, la búsqueda de la profundidad académica y una visión inclusiva del mundo por parte del ala derecha tiene consecuencias alarmantes: el Sr. Welch, por ejemplo, denunció que la popularidad de la obra de Arnold Toynbee era consecuencia de un complot por parte de la Sociedad de los Fabianos, “líderes del Partido Laborista inglés”, y varios miembros del establishment angloamericano liberal, con la finalidad de eclipsar el trabajo mucho más esclarecedor y veraz de Oswald Spengler.
Doblemente mártir
El estilo paranoico no se limita a nuestro país y a nuestro tiempo: es un fenómeno internacional. El estudio de las sectas milenaristas en Europa desde el siglo XI hasta el XVI de Norman Cohn, cree haber encontrado un complejo psíquico persistente que se correspondería en líneas generales con mi propia reflexión – un estilo constituido por ciertas preocupaciones y fantasías: “la visión megalómana de uno mismo en tanto que Elegido, habituado a hacer el bien, desgraciadamente perseguido; sin embargo, obtendrá el triunfo final; la atribución de enormes y demoníacos poderes al adversario; la negativa a aceptar las limitaciones e imperfecciones ineludibles de la existencia humana, como la fugacidad, la disensión, el conflicto, la falibilidad sea intelectual o moral; la obsesión por las profecías infalibles… erróneas interpretaciones sistemáticas, siempre burdas y a menudo grotescas”.
Esta visión a largo del tiempo, me anima a conjeturar – no se trata más que de eso – que una mentalidad dispuesta a ver el mundo de esta manera puede ser un fenómeno psíquico persistente, que más o menos afecta de forma constante a una modesta minoría de la población. Pero ciertas tradiciones religiosas, determinadas estructuras sociales y herencias nacionales, ciertas catástrofes históricas o frustraciones, pueden conducir a la liberación de dichas energías psíquicas, y pueden darse situaciones en las cuales pueden incorporarse a los movimientos de masas o a los partidos políticos. La experiencia estadounidense del conflicto étnico y religioso ha sido claramente un importante foco para las mentes y espíritus con tendencias de este tipo, pero los conflictos de clase también pueden movilizar tales energías. Tal vez la situación más propicia para la difusión de las tendencias paranoides, sea una confrontación de intereses opuestos que son ( o se siente como tal) totalmente irreconciliables, y que por naturaleza no son susceptibles de pasar por los procesos políticos normales de negociación y compromiso. La situación empeora cuando los representantes de un determinado interés social, tal vez debido a la naturaleza poco realista e irrealizable de sus demandas, son excluidos del proceso político. Al no tener acceso a la negociación política o a la toma de decisiones, conciben un mundo regido por un poder siniestro y maligno, algo que queda plenamente confirmado. Sólo ven las consecuencias del poder a través de unas lentes de distorsión y no tienen la oportunidad de observar la maquinaria real. Un distinguido historiador ha dicho que una de las cosas más valiosas de la historia es que nos enseña cómo no suceden las cosas. Es precisamente este tipo de conciencia la que no desarrolla el paranoico. Tiene una especial resistencia para el desarrollo de esta conciencia, pero las circunstancias a menudo le privan de conocer eventos que le podrían iluminar en cualquier caso, pero se resiste a tal conocimiento.
Todos somos víctimas de la historia, pero los paranoicos son doblemente víctimas, ya que no solamente están afectados por el mundo real, como el resto de nosotros, sino también por sus fantasías.
Richard Hofstadter ha sido profesor de historia americana en la Universidad de Columbia. Su libro “El antiintelectualismo en la vida estadounidense” ha recibido el premio Pulitzer por una obra general de no ficción, en 1964. Este artículo es una adaptación de una conferencia dentro de los ciclos dedicados a Herbert Spencer, pronunciada en la Universidad del Mississippi, en Oxford, en noviembre de 1963.

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