jueves, 16 de abril de 2015

LA ECONOMIA Y LA TRANSFORMACIÓN INTEGRAL

LA ECONOMIA Y LA TRANSFORMACIÓN INTEGRAL



“Recapacito lo que he oído, y río como un loco
de los locos que he escuchado”
                                                                                                                                                       Larra
Para comprender la situación y poder fijar un programa y una línea de acción a largo plazo (estrategia) hay que escudriñar la economía, aunque sólo sea un poco.
         Un libro que muestra bastante es “Salvad la industria española. Desafíos actuales y reformas pendientes” (2014), de Roberto Velasco. Desarrolla una Comunicación emitida por la eurozona en 2012, “Europa necesita de la Industria”. Velasco analiza el proceso desindustrializador que ha conocido la UE y particularmente España, el país europeo más afectado en los últimos decenios para concluir que hay que realizar una “reindustrialización”. Por causa de los “fallos del mercado” debe ser el Estado (cada uno y el bloque de entes estatales de la Unión Europea) quien dirija e impulse el nuevo proceso industrializador. Aduce que “el Estado debe articular la política industrial”, al ser un asunto demasiado trascendental para “dejar su solución en manos del mercado”.
         Velasco se duele de la tercerización de las sociedades europeas, así como de la preponderancia alcanzada por la economía financiera. Recalca que no hay ni puede haber desarrollo económico sin la acción rectora del aparato estatal, arguyendo que en la “gran recesión” iniciada en 2007/2008 de no ser por las intervenciones de los Estados se habría llegado a una situación “de colapso total”. Así pues, admite como indudable que el artefacto estatal ha salvado al sistema capitalista, de modo que cuanto más poderoso sea el Estado/Estados más seguro, estable y floreciente será el capitalismo . 
         Los argumentos del autor no son, a fin de cuentas, suyos, pues expresan la opinión del poder establecido. Cita a otros que solicitan una reindustrialización de Europa, entre ellos J.E. Stiglitz. Se apoya, para el caso español, en lo preconizado por Mikel Landabaso, funcionario de la Comisión Europea, acerca de la necesidad de impulsar la innovación tecnológica con fines industrialistas. Coinciden con él José Ramón Pin, María Jesús Fernández y otros destacados economistas.
         Lo que no trata el libro son de las precondiciones necesarias para la reindustrialización, a saber, salarios bajos por largas o muy largas jornadas de trabajo, reducción del consumo de las masas, empobrecimiento previo de la población (lo que está realizando la crisis y completará, probablemente, el proceso inflacionista ya en curso), disminución concluyente de los improductivos (estableciendo el “derecho a una muerte digna” y, sobre todo temprana, para los 9 millones de pensionistas), contracción substancial de las prestaciones del Estado de bienestar (aunque no de las cotizaciones), incremento notable de los impuestos que caen sobre las clases trabajadoras, etc. A fin de competir con las mercancías chinas y de otros países emergentes hay que tener salarios y condiciones laborales que tiendan a ser como los de éstos. Es la conocida como vía china a la industrialización. También guarda silencio sobre los temibles procesos de degradación social, individual, ambiental y estética que acompañan a ésta.

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