jueves, 19 de marzo de 2015

Sin una transformación profunda en lo institucional y social, no habrá nunca verdadera transición democrática en México

Sin una transformación profunda en lo institucional y social, no habrá nunca verdadera transición democrática en México

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Soledad Loaeza en sus trabajos académicos maravillosos sobre la transición en México, hace un recorrido histórico de los momentos cumbre en torno al tema. Loaeza señala que el año de 1968 fue importante debido a la fuerte movilización juvenil y de profesionistas que exigían respeto a sus derechos y que se oponían a un Estado represor y autoritario. En ese año, agrega, es cuando se desnuda a toda una clase política que mantenía el silencio social mediante uso de la fuerza, de la violencia física.
1968 y los años siguientes, son coyunturales  pues también se desnuda en cierta medida uno de los brazos más importantes del autoritarismo del PRI, los medios de comunicación. Por un lado la opinión pública construida a favor de los actos aberrantes de un gobierno policiaco, los silencios periodísticos por temor a la desaparición forzada, pero por otro, las denuncias de aquellos que hicieron resistencia y enfrentaron a Gustavo Díaz Ordaz. La documentación de la masacre del 2 de octubre de 1968, las crónicas, documentales; todo formó parte de esa transformación social hasta llegar a 1970 y con la llegada de esa década una mayor explosión de la opinión pública que se empezaba a liberar de los candados que el presidencialismo cerro a plomo y fuego.
La reforma política de 1977 impulsada por Reyes Heroles y López Portillo. Luego 1988 contienda electoral cerrada, polémica; Cuauhtémoc Cárdenas, Manuel Clouthier  y Carlos Salinas de Gortari. Por fin la oposición al PRI es más fuerte, las irregularidades y anomalías durante el proceso electoral son denunciadas y empieza una marcha incasable el líder panista Manuel Clouthier consiguiendo fundar el Instituto Federal Electoral.  Los votos ya no serían contados en la presidencia de la república, ya no habría un Diego Fernández de Ceballos declarando: “se nos cayó el sistema”.  El PRI atado de manos permite la creación de ese órgano regulador electoral, pues la crisis de legitimidad con la que Carlos Salinas llega al poder es amenazadora para la elite que tiembla.
Después viene el 2000, Acción Nacional se convierte en una verdadera alternativa para las elecciones de ese mismo año, se da la alternancia, el PRI sale simbólicamente de Los Pinos, el congreso parece ser más plural, más diverso, tanto que los grupos partidistas se empiezan a enfrentar,  el Senado y la Cámara de Diputados por fin parecen cobrar vitalidad. Sin embargo, no hay fiscalía especializada para castigar los delitos durante los más de 70 años en los que el PRI hizo y deshizo. No hay castigo para Gutiérrez Barrios, tampoco para la familia Salinas de Gortari, queda impune el caso de Acteal del que Ernesto Zedillo Ponce de León sale ileso, solo por mencionar algunos casos.
Giovanni Sartori en alguna ocasión se cuestionó sobre el caso de la supuesta ruta hacia la transición democrática en México. Él señalaba que algo extraño había en todo ese discurso, pues según su análisis sobre el caso mexicano, los rasgos de transición sólo se veían en procesos electorales y no en las instituciones que configuran al país.
Pasan seis años de gobierno de Vicente Fox y para concluir, firma la Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte (ASPAN) en este tratado internacional se sentarían las bases de una política de combate al narcotráfico. Las expectativas de la elite intelectual y la sociedad mexicana caen al suelo. Las diferencias entre los gobiernos anteriores y el que estaba por salir, al final no eran tantas.
Llega la elección del 2006, Calderón Hinojosa, López Obrador y Madrazo, contienden. La polémica se desata por la pequeña diferencia de votos entre el PRD y el PAN. La inconformidad se hace presente, las denuncias en contra del uso de los aparatos y recursos del Estado para apoyar a Calderón salen a la luz. El IFE se olvida de su deber y su atunómia. De nuevo el sistema electoral entra en crisis de legitimidad y López Obrador marcha en protesta durante meses. El PRI se mantiene quieto, no se mete y cuando lo hace es para echarle leña al fuego que le queme las patas al PAN.
La guerra contra el crimen organizado declarada por Felipe Calderón dejó miles de muertos y otros miles de desaparecidos y desplazados, la violencia creció debido a una política de seguridad nacional mal planeada, evaluada e implementada. Los femenicidios en Juárez y el Estado de México aumentaron -en el cual Enrique Peña se encontraba gobernando y ensayando para su candidatura a la presidencia de la república-. Una demanda firmada por miles de activistas es llevada ante la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos en contra de Calderón Hinojosa, se exige que pague por su responsabilidad de la catástrofe que pasa el país, al ser Jefe de las Fuerzas Armadas, pero nada acontece. Luego su tan ansiada salida de Los Pinos.
2012 es el año de la entrada triunfal de manos dadas de Enrique Peña Nieto y Televisa, junto con la comitiva pesada conformada por Carlos Salinas de Gortari y el grupo Atlacomulco; todos nuevamente instaurados en la dirección de los hilos del poder en México. Se da la restauración del viejo sistema presidencialista con un rostro novedoso,  reformado en la superficie, maquillado y por supuesto televisado. Un presidencialismo que supo entender que en un país en donde la televisión es venerada, como lo fue la iglesia católica en el siglo XI, es importante y a ella hay que darle concesiones y del poder también.
El encarcelamiento de Elba Esther Gordillo –un golpe estratégico para controlar y disciplinar al estilo del PRI a un magisterio empoderado-, luego la supuesta beneficiosa reforma educativa y el desmantelamiento del patrimonio mexicano con la reforma energética. Llega el 2015,  se da la reciente designación autoritaria y soberbia por parte del presidente de la república, de Medina Mora como ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) y de Arely Gómez hermana del Vicepresidente de Televisa -Leopoldo Gómez- como Procuradora General de la República. En torno a lo anterior cabe preguntar ¿Dónde quedó la separación entre el Ejecutivo, Legislativo y Judicial?
Quizá la transición democrática no ha pisado tierra mexicana y uno de los motivos es que la sociedad, está cargada de símbolos, valores, culturas y factos fisiológicos, que configuran una red de identidad que lamentablemente parece oponerse al paso de la transición democrática, el temor de los mexicanos a la transformación social, esas resistencias culturales que se engarruña y oxidan por ser inertes, y que además adulan a los gobiernos paternalistas, autoritarios y populistas; han llevado al país al punto lamentable en el que ahora está.
¿De qué sirven las alternancias políticas cuando en lo más profundo, en las entrañas institucionales e identitarias de los individuos, no hay transformación alguna? ¿Es la transición democrática un asunto meramente electoral o es también parte de la vida cotidiana del país? Siendo realistas ¿Cuánto se ha avanzado y cuánto se ha retrocedido?
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