martes, 17 de marzo de 2015

RENTA BÁSICA, ÉTICA Y REVOLUCIÓN INTEGRAL

Félix Rodrigo Mora: http://felixrodrigomora.net/ RENTA BÁSICA, ÉTICA Y REVOLUCIÓN INTEGRAL La demanda de que todos “los ciudadanos” disfruten de un aporte económico estatal que resuelva sus necesidades materiales mínimas, asunto que es presentado como un derecho fundamental a exigir, necesita de un examen cuidadoso. Un deber moral primordial es que cada persona viva del propio esfuerzo, de su trabajo, pues de otro modo se convierte en expoliador de los otros, en parásito, en explotador. Desde el punto de vista político quien subsiste a costa del Estado se hace criatura institucional, forzada por el vínculo de dependencia material que así se establece a defender el sistema de dominación en momentos de crisis social aguda. En consecuencia, la renta básica universal da origen a un orden reaccionario porque ata a los mantenidos por el Estado a la defensa de las instituciones. Parece fuera de duda que el proyecto de generalizar la renta básica es una medida dirigida contra la idea y programa de revolución integral. También se encamina contra la integridad moral de la persona, que queda dañada cuando se vive de lo producido por otros, pues eso forja una necesidad objetiva, la de dominar al que se explota y oprimir a quien se expolia. Quien vive como un parásito se hace de facto un déspota político que, en momentos de crisis social será organizado por su mantenedor, el ente estatal, para reprimir violentamente a los trabajadores a quienes parasita. Los mantenidos por la renta básica, la burguesía, los altos funcionarios del Estado, el par ejército-policías y la pedantocracia tienen en común que viven del trabajo ajeno y no del propio. Forman el bloque de la reacción. La pretensión de aportar la suma monetaria para la renta básica cargando con fuertes impuestos los emolumentos de los altos directivos y las ganancias de la banca, aún si fuera factible de realizar, no resuelve el problema principal, a saber, que los bienes y servicios conseguidos con esos recursos monetarios no son producidos por quienes los reciben, los supuestos perceptores de la renta básica. Todo lo que sea vivir parasitariamente es políticamente reaccionario y moralmente reprobable. Es cierto que hoy la gran mayoría de las personas están forzadas a trabajar como asalariados, lo cual es una inmensa desgracia y un descomunal mal. Pero, con todo, es menos malo que subsistir a costa de otros, viviendo sobre todo de lo que producen los trabajadores y campesinos del Tercer Mundo a la vez que se lanzan hipócritas soflamas contra “el racismo”. Entre ser un explotado y ser un explotador hay que escoger por menos malo y menos degradante, lo primero. Porque la sociedad del futuro que resulte de la revolución social integral sólo puede ser un orden de trabajadores, cada cual viviendo de sí, sin que nadie arrebate a los otros el fruto de su esfuerzo, sin burguesía ni aparato estatal ni mantenidos por esta nueva versión de la sopa boba que antaño repartían los conventos a los pobres que es la renta básica. La revolución integral propone: 1) la universalidad del trabajo productivo, realizado un mínimo de tiempo, 2) la abolición total y completa del trabajo asalariado, 3) la creación de una sociedad donde los seres humanos se magnifiquen, convivan y autoconstruyan también por el trabajo libre asociado. Resulta esclarecedor que quienes desean hacer de todos nosotros unos parásitos, unos mantenidos y unos inútiles, nada digan contra el trabajo asalariado, que es el gran mal de nuestras sociedades. Para poner fin a esa forma de esclavitud hay que expropiar sin indemnización al gran capital, creando una sociedad colectivista autogestionada. Dicho de otro modo, hay que hacer una revolución anticapitalista. En el ámbito de lo personal vivir sin trabajar degrada, envilece, debilita, entontece y encanalla a la persona, haciendo de ella un marginal, un lumpen. Esto es bien visible en quienes ya perciben esta o la otra forma no contributiva de “ayuda” estatal. Lo que se constituye con la renta básica son formas muy infaustas y lastimosos de seres nada, de personas que están dejando de serlo. No sólo es inmoral subsistir de la caridad estatal sino que también lo es hacerlo de la “ayuda” proporcionada por la familia. Todas y todos han de vivir de sí mismos desde la mayoría de edad, ni de los padres/madres ni del Estado. Ciertamente, hay circunstancias en que, dado el actual orden vigente, no queda más solución que aceptar alguna ayuda estatal para subsistir. El caso más obvio es el subsidio de paro. Es legítimo hacerlo con una condición, buscar activamente un modo de vivir de sí mismo (si se puede, no salarial, si no hay otra opción, salarial) y por sí mismo. Igual cabe señalar respecto a los que teniendo edad para trabajar subsisten de la familia. Quienes no pueden trabajar, por enfermedad, edad, etc., han de ser auxiliados por la sociedad, por la vecindad, por la buena gente autoorganizada, no por las instituciones, no por el Estado. Hay que crear sólidos y omnipresentes vínculos sociales horizontales para ayudarnos los unos a los otros, cuyo fundamento ha de ser el amor mutuo, rechazando la dependencia jerárquica de las instituciones y las relaciones de dominación en todas sus formas. En ese marco lo expuesto no es óbice para que a nivel privado se llegue a acuerdos en la familia o en otros ámbitos de relaciones sociales en que alguno de los integrantes de tales grupos eluda el trabajo asalariado para dedicar su tiempo a la actividad que se considere necesaria. La lucha hoy ha de ser por lograr formas de vida y subsistencia que hagan de cada persona alguien que vive por sí, ni explotador ni explotado.

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