jueves, 29 de enero de 2015

Lo que horroriza es la voracidad del fundador de Bimbo

Lo que horroriza es la voracidad del fundador de Bimbo
Por:  / 29 enero, 2015
El cofundador de Grupo Bimbo y un presidente que está su peor momento
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Que uno de los máximos jerarcas del sector privado reconozca que “el presidente Enrique Peña Nieto está en su peor momento”, patentiza que la crisis del sistema político es muy profunda. No hay que perder de vista que el modelo del Estado mexicano es el de un presidencialismo autoritario, lo que significa que el inquilino de Los Pinos podría imponer su voluntad para poner fin a la situación tan dramática que atraviesa el país. No lo hace porque no hay condiciones, como sucedió en 1968 cuando Gustavo Díaz Ordaz decidió poner punto final a los anhelos democráticos de la juventud estudiosa, ordenando una represión criminal que sentó un precedente de sangre que jamás se olvidará.
El cofundador de Grupo Bimbo, Lorenzo Servitje Sendra, afirmó sin ambages que Peña Nieto “es uno de los mandatarios con el más bajo reconocimiento social de los últimos años en América Latina”. Le sobra razón, pero no debería pasar por alto que la élite empresarial de la que forma parte sobresaliente, se empeñó en hacerlo presidente de México. Servitje es portavoz del sector más conservador de la derecha empresarial. Su reconocimiento de una realidad incontrovertible, demuestra que ya se desesperó este sector de la falta de voluntad de Peña Nieto para poner en marcha una represión abierta.
Le envió un ultimátum, aunque en un momento inoportuno, no tanto por el descontento social derivado del mal manejo del caso de los normalistas de Ayotzinapa desaparecidos, sino porque el Ejército no se muestra dispuesto a participar en una masacre aún más grave que las ocurridas en Tlatlaya y en Iguala. Saben los altos mandos de las fuerzas armadas que dar un paso de tal magnitud tendría muy graves consecuencias para el país. Lo que está haciendo Servitje es aprovechar la debilidad de Peña Nieto para presionarlo, medida por demás impropia y absurda, porque “el horno no está para bollos”, como señala el dicho popular.
El principal accionista del Grupo Bimbo habló en la ceremonia organizada por el Consejo Coordinador Empresarial (CCE), para dar a conocer el Código de Integridad y Ética Empresarial, acto al que fue invitado como testigo de honor. Dijo: “Creo que el empresariado es una fuerza política, y por lo tanto, debe respaldar abiertamente al Presidente, que en estos momentos está en una situación delicada y muy triste, por las razones que todos conocemos”. Aprovechó para exigir seguridad y estímulos para las inversiones, y lamentó que la economía mexicana tenga una tasa de crecimiento de apenas 2.2 por ciento anual en los últimos años.
Servitje no se pone a pensar en las causas de tan dramática realidad, entre las que sobresale que las políticas públicas de éste y de los últimos cinco gobiernos federales, obedecen a un modelo hecho para beneficiar a la cúpula empresarial, en detrimento de tasas de crecimiento que podrían inhibir problemas estructurales como la violencia extrema y la inseguridad. Como Peña Nieto está divorciado de las clases mayoritarias, considera oportuno presionarlo para que la élite empresarial se siga beneficiando de las políticas públicas.
Lo que horroriza es la voracidad de dicha élite, y en particular la de este empresario, quien ha sido ampliamente beneficiado por los sucesivos gobiernos desde que fundó la más importante panificadora de América Latina, gracias precisamente al apoyo gubernamental recibido. Lo razonable en las actuales condiciones del país sería esperar una mínima solidaridad de la fuerza política que tienen de sobra los grandes empresarios mexicanos, pero lamentablemente dicha fuerza no la usan en beneficio de la nación, sino de sus intereses particulares. Y todavía se lamentan de que Peña Nieto viva su “peor momento” y dicen querer apoyarlo.
Si realmente quisieran ayudarlo, lo aconsejable sería que se olvidaran, cuando menos éste y el año siguiente, de sus ambiciones desbocadas, invirtieran sin esperar nada a cambio, abrieran fuentes de empleo y pagaran salarios dignos a sus trabajadores. Parece que no se dan cuenta, aunque algunos de ellos se ven afectados por este fenómeno, de que la pérdida de poder adquisitivo del pueblo constriñe el mercado interno, se crea un círculo vicioso cada vez más terrible y las clases mayoritarias van perdiendo su capacidad productiva, se genera mayor desigualdad cuyos costos sociales están a la vista. Pero la élite empresarial se mantiene atenta sólo a sus cuentas bancarias.

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