martes, 13 de enero de 2015

El mayor peligro para el país


Samuel García

El Observador

El mayor peligro para el país

Por Samuel García I Enero 13, 2015 I 1:29 am
El petróleo barato es un problema para las finanzas públicas, pero no es el verdadero peligro para el país. La caída en los ingresos fiscales que sufrirán los estados y municipios en el año y que se calcula en alrededor de 15% también será un dolor de cabeza para los gobernadores y alcaldes en un año electoral; pero no es el verdadero peligro para el país.

La mayor debilidad que mostrará en este año el balance de Pemex, precisamente cuando se abre el mercado petrolero a la competencia, será un duro golpe para la naciente empresa productiva del Estado; pero tampoco es el mayor peligro para el país.

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La terca depreciación del peso frente al dólar pondrá en riesgo la meta de inflación que se ha impuesto el banco central de 3%; pero hay un peligro mayor para México.

La deprimida demanda interna que sigue sin dar muestras de reactivación a pesar de la generación de nuevos empleos formales, es un contrapeso al tan anhelado crecimiento económico; pero, con toda su importancia, no es el mayor peligro para el país.

La productividad de la economía sigue entrampada con bajas tasas de crecimiento anual por una informalidad que campea a lo largo y ancho del territorio abarcando casi dos tercios de la fuerza laboral, pero con toda su problemática, ésta no es el mayor peligro que enfrenta México.

La pobreza no ha cedido a pesar de los multimillonarios presupuestos públicos destinados a combatirla, haciendo de México uno de los países de América Latina con mayor rezago en los últimos años; sin embargo tampoco la pobreza es el mayor peligro para México.

Podríamos seguir enumerando una larga lista de problemas que ahora mismo enfrenta la economía. Muchos de ellos son problemas técnicos que se resuelven con voluntad política y con un poco de sapiencia y de experiencia comparada. Pero ninguno de ellos es tan peligroso para el presente y el futuro de la economía y para la vida institucional de un país que aspira a ser respetado en la comunidad de inversionistas, como la corrupción.

La corrupción es el aniquilamiento de la ley, el desorden, la descomposición institucional y la desconfianza generalizada que encarece la inversión y descalcifica la competitividad de las economías.

Todos los días las páginas de un puñado de diarios (muy pocos en realidad) supuran información sobre corrupción de funcionarios públicos: Sean legisladores, jueces, gobernadores, funcionarios federales o alcaldes. La enorme distancia que hay entre los bienes que poseen miles de funcionarios públicos de alto nivel y sus salarios, no encuentran más explicación que aquella extendida “cultura de corrupción” de la que habló alguna vez el Presidente.

Pero en su ostracismo, Enrique Peña Nieto ha decidido conducir su gobierno escuchando sólo a su grupo íntimo haciendo caso omiso a lo que ocurre más allá de las paredes de Los Pinos o de Palacio Nacional. Sólo ello explica la declaración del vocero presidencial a Reuters acerca de que “no hay conflicto de interés” en el cuestionamiento público por presuntos actos de corrupción en la compra de la casa de las Lomas por parte de la esposa del Presidente o en la adquisición de una casa en Malinalco por el secretario de Hacienda. El vocero pretendió zanjar el delicado asunto al viejo estilo vertical del Estado de México. La corrupción como cultura de la clase política.

Allí, en la extendida corrupción, está el mayor peligro para el país. El mayor riesgo para un gobierno que quiso reformar al país… sin soltar las prácticas corruptas de antaño.

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