martes, 9 de diciembre de 2014

¿Justicia cuál? ¿Justicia cómo?

¿Justicia cuál? ¿Justicia cómo?


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Yuriria Sierra 09/12/2014 03:00
¿Justicia cuál? ¿Justicia cómo?
La certeza llegó. Y si bien, ésta sólo ha arrojado el nombre de Alexander Mora Venancio —uno de los 43 normalistas desaparecidos el pasado 26 de septiembre— la investigación a cargo de Jesús Murillo Karam llega al sustento científico, el necesario para validar lo que nos presentó en aquella conferencia de prensa hace poco más de un mes. Aunque quedarán pendientes otras, y ésas tal vez nunca lleguen. Ya desde la universidad de Innsbruck en Austria se ha informado que algunos de los restos enviados para su análisis, por su estado no podrán arrojar ningún dato.
Tras el anuncio de la PGR, en donde, además, se nos dijo que había otras pruebas que confirman los resultados y la investigación, pero que éstas sólo se darían a conocer una vez que se contara con la aprobación de los padres; también hubo declaraciones de algunos de ellos. Todas pidiendo justicia, pero también desacreditando resultados que no sabemos todavía si llegarán. Todas las consignas, evidente y comprensiblemente, desde el enojo, la rabia, la tristeza, la frustración.
Y es que todos entendemos la indignación. O al menos intentamos ponernos en el lugar de los padres de los normalistas y del resto que en México desconocen el paradero de sus hijos. Pero no sólo en estos casos. Existen circunstancias que nos llevan a buscar justicia, y en la desesperación, también a pasar los límites de lo racionalmente comprensible. Tan sólo pensemos en el joven que el viernes pasado se inmoló en Chiapas. La búsqueda de justicia que arroja paradojas, porque entendemos su búsqueda, su necesidad, pero no podemos pensar que lo que hizo fue correcto. Y aunque su tío fue liberado de prisión a la madrugada siguiente, ¿debemos llegar hasta ese punto? Ése debe ser uno de los temas que los debates originados por el tema Ayotzinapa deben tocar. Fue un acto desesperado, pero que no debería tener un lugar en las posibilidades, en los caminos para la búsqueda de justicia.
Regresando al caso de los 43 normalistas, entre las atrocidades de estos hechos en particular, el grito por justicia es tan necesario como ambiguo. Se entienden la rabia y la impotencia ante la certeza irrevocable de la muerte. El fuego se los llevó, pero el fuego no los traerá de vuelta. ¿Qué podría el Estado ofrecerles a estos padres que pueda acercarse lo más posible a lo que entendemos como “justicia”? ¿Una indemnización, que forme parte de la “reparación de daños”? ¿La detención de todos los responsables? ¿Que ello signifique que se refundirán en prisión hasta el último de sus días? ¿Que renuncien todas las autoridades? ¿Qué? ¿A qué se refieren los padres y los miles de mexicanos que los han acompañado a marchar —y a tuitear, y a feisbuquear— cuando claman “Justicia para Ayotzinapa”? ¿A qué exactamente, cuándo dirán que ya se hizo?
El problema con el concepto de “justicia” es que es tan resbaloso como concepciones morales, políticas, económicas, sociales, filosóficas, etc., existan. Partiendo del hecho de que decenas de pensadores (entre ellos el genio universal Jesús de Nazaret) no han podido responder a la pregunta sobre la definición última sobre lo que es justo y lo que no, y en referencia a un libro escrito por Hans Kelsen y que precisamente intenta responder a tan complejísima pregunta: “¿Qué es la justicia?”. En ésta, el autor concluye diciendo que la “la justicia es un valor supremo sobre el cual se aplica y descansan la paz, el bien común la libertad, la igualdad entre otros valores de menor jerarquía...”. Para Kelsen, toda la subjetividad en la que se fundamentan las diversas definiciones de “justicia”, sólo puede evitar el choque frontal bajo un sistema democrático que se cimiente en un conjunto de reglas nacidas del consenso que todos estén obligados a respetar. Es lo que más se acercaría a la anhelada “justicia” que siempre esperamos los seres humanos.  No deberíamos quebrarnos tanto la cabeza. La justicia llega cuando se aplica el derecho positivo, las leyes que ya están escritas. ¿Y cuándo la justicia, cómo la justicia, para quién la justicia, y qué es la justicia en un país en el que nadie está acostumbrado a respetar la ley? Ni a los de arriba ni a los de en medio ni a los de abajo.
Addendum. El presidente de la Suprema Corte Juan Silva Meza terminará su periodo el próximo 31 de diciembre. Y como para su cargo no existe la reelección, será hasta la primera sesión solemne de 2015 cuando los ministros elijan por medio de cédula su voto a quien ocupará su lugar. Son seis los candidatos. Y aunque Aguilar, Zaldívar y Luna Ramos están entre los más mencionados, dicen que Gutiérrez Ortiz Mena puede capitalizar sus estrategias para la actualización de herramientas tecnológicas que faciliten los procesos y la consulta de información relacionada con los asuntos jurisdiccionales, así como para evaluar con un sistema de indicadores, el desempeño del Poder Judicial, tanto en la esfera jurisdiccional como administrativa.  En fin, que quien resulte elegido, tendrá en sus manos tareas clave para el futuro del país, como trabajar por una mayor transparencia en el Poder Judicial y en la implementación del nuevo sistema penal en todo México, formando magistrados y jueces capaces para esa labor. En un país, que como nunca antes, está urgido (como lo decíamos más arriba) de un verdadero Estado de derecho, ése en el que la “justicia” —como la define Kelsen—, tenga en la SCJN su mejor aliado. El nombre lo sabremos el 2 de
enero.

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