lunes, 29 de septiembre de 2014

Una noche de violencia deja dos estudiantes muertos en Guerrero



Una noche de violencia deja dos estudiantes muertos en Guerrero

2014-09-28




J. M. AHRENS, El País

El rostro de la brutalidad policial vuelve a asomar en México. En la ciudad de Iguala (120.000 habitantes), en el convulso Estado de Guerrero, donde se libra una de las más cruentas batallas contra el narco, dos estudiantes de magisterio murieron tiroteados la noche del viernes al sábado después de un choque con agentes municipales. En la misma ciudad cayeron a balazos otras tres personas, entre ellas David García Evangelista, un menor que jugaba en el club de fútbol Avispones, de Chipalcingo. El asesinato de los estudiantes soliviantó a una comunidad educativa que vive desde hace años en conflicto con las fuerzas de seguridad. “No fue un enfrentamiento, porque los estudiantes iban desarmados y estaban identificados. Ya van cinco compañeros muertos desde 2011; es un ataque directo de la policía contra los normalistas”, clamó un portavoz de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación de Guerrero.

La ferocidad de los ataques, con media docena de muertos (sumando otro cadáver hallado por la mañana) y 17 heridos en unas pocas horas, movilizó a la Procuraduría (Fiscalía estatal), que requisó armas y vehículos de 300 policías municipales de Iguala para determinar su posible responsabilidad en los crímenes. La Comisión de Defensa de Derechos Humanos envió a 10 visitadores para esclarecer lo ocurrido. Esta oleada de violencia se desata en un momento especialmente sensible en México. La matanza de 22 supuestos narcos a manos de militares en Tlatlaya, en una zona próxima al estado de Guerrero, ha puesto a México en el punto de mira de las organizaciones humanitarias. Aunque ocho militares han sido detenidos por la sangría, los relatos de abusos policiales y ejecuciones extrajudiciales son extremadamente frecuentes y en su mayoría, como ha alertado el relator de la ONU Christof Heyns, quedan impunes.

El primer ataque se desató sobre las 21.30 del viernes, cuando los alumnos de la Escuela Normal Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa, acudieron a la central de autobuses de Iguala. Su intención, según las primeras versiones, era hacerse con los vehículos para llevárselos a su centro educativo y con ellos viajar a la Ciudad de México el próximo jueves y participar en los actos en memoria de la matanza estudiantil de Tlatelolco de 1968. Al salir de la central, fueron alcanzados por la policía municipal, que disparó contra los estudiantes. Pese al tiroteo, un vehículo logró arribar hasta el Palacio de Justicia. Allí fue abandonado. En su interior, la procuraduría halló rastros de sangre. Pero la carnicería se produjo a unos pocos kilómetros, en la avenida Periférico Norte. Tres autobuses fueron baleados salvajemente. Dos ocupantes murieron; otros cinco resultaron heridos graves. Los estudiantes identificaron a los fallecidos como compañeros suyos. La Procuraduría no confirmó anoche este extremo. La Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación de Guerrero se presentó esa misma noche en el lugar de los hechos e intentó reunir a las decenas de estudiantes que habían huido despavoridos por la carnicería. Los relatos eran confusos.

“No tenemos recursos y llevábamos todo el día boteando [recaudando para actividades] por la ciudad. Ni hubo rapto ni amenazas; habíamos hablado con los chóferes de los autobuses y accedieron a hacernos el favor de llevarnos a la escuela normal, no había pasajeros ya”, afirmó a La Jornada un representante estudiantil, quien señaló que en la primera refriega quienes apretaron el gatillo eran policías, y en la segunda, civiles sin identificar. “Dispararon directamente; mataron a dos compañeros y el resto lo único que pudimos hacer fue correr”, añadió.

Pero lejos de terminar aquí la sangría, la muerte siguió rondando Iguala. Al filo de la medianoche, otro autobús recibió una lluvia de balas. Pero este transporte, en vez de estudiantes, llevaba a jugadores del equipo de fútbol Avispones. Mientras circulaba por la carretera federal a Chilpancingo fue atacado, junto a dos taxis, por “sujetos armados” (en palabras de la Procuraduría). Murieron un menor futbolista, el conductor del autobús y una mujer que viajaba en taxi. Posteriormente, en la misma vía se registró otro tiroteo contra otro taxi en el que iban un dirigente del Sindicato de Trabajadores del Colegio de Bachilleres y un trabajador de dicha institución. Ninguno resultó herido de gravedad.

Para rematar esta efusión de violencia, en la misma avenida Periférico Norte donde se registró la muerte de los estudiantes, fue hallado por la mañana un cadáver desollado. Anoche seguía sin identificar. Tampoco había detenidos.

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