jueves, 2 de enero de 2014

Este es el momento de revertir el "gran desequilibrio" favorable a las empresas

Este es el momento de revertir el gran desequilibrio favorable a las empresas
La lucha de 30 años logró promover mecanismos de protección a derechos humanos y al planeta
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Panorama comercial en Ciudad Juárez, Chihuahua, 20 años después de la entrada en vigor del TLCANFoto Ap
David Brooks
Corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 2 de enero de 2014, p. 3
Para John Cavanagh, el vigésimo aniversario de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) marca un momento en que el gran desequilibrio favorable al poder empresarial al establecer las reglas de la economía mundial puede empezar a ser revertido por movimientos sociales y sus expresiones políticas, sobre todo en América del Sur.
Cavanagh es director del Instituto de Estudios de Políticas (Institute for Policy Studies, IPS) en Washington, y fue uno de los coordinadores de una amplia alianza de organismos no gubernamentales, sindicalistas, ambientalistas y otras agrupaciones sociales que compartían una visión internacionalista al abordar el debate sobre el TLCAN y que desarrollaron trabajo en común con contrapartes en México y Canadá, y posteriormente con otras redes en América.
En los últimos 30 años se ha dado un gran desequilibrio en la manera en que se definen las reglas mundiales, y el TLCAN fue una de sus más grandes expresiones. Las empresas y el 1 por ciento han rescrito cientos de reglas que los favorecen en inversiones, comercio, procuración de justicia e impuestos; por medio de acuerdos, como el TLCAN, les han dado fuerza de ley, comenta en entrevista con La Jornada.
Señala que aunque durante este periodo también se logró promover mecanismos de protección a los derechos humanos y al planeta, así como a los pueblos indígenas, casi todo eso carece del poder para aplicar sanciones y otras medidas obligatorias. Entonces, los últimos 30 años han desequilibrado el balance de poder, y el TLCAN fue la expresión de esta tendencia que otorgó reglas muy poderosas a empresas y reglas muy débiles para trabajadores y el medio ambiente.
Subraya que el TLCAN fue un punto de partida que estableció estas tendencias, y se volvió emblemático de las mismas. Ese acuerdo comercial permanece en la memoria de la gente como ejemplo de “la corrupción de la política por las empresas.
Para nosotros, los próximos 30 años se tratan de revertir esa situación, luchar junto con la gente de otros países para cambiar de nuevo ese equilibrio. Tanto en Estados Unidos como en Canadá y México la lucha sobre el TLCAN generó una conversación trinacional sobre el tipo de solidaridad necesaria para lograrlo, independientemente de las consecuencias que tuvo el tratado para trabajadores y el campo, donde, por cierto, se comprobó que tuvimos razón desde el principio.
Cavanagh considera que el acuerdo trilalateral “fue una disputa sobre modelos de desarrollo y sobre a quiénes se les estaba dando prioridad: a las empresas y al 1 por ciento, o a la gente y la cultura. Para que las agrupaciones sociales y otros opositores abordaran el asunto se requería una conversación más profunda, que implicaba que la gente en Estados Unidos conociera a sus vecinos mexicanos y canadienses por primera vez, y profundizar esa relación. Muchas de esas relaciones perduran. Por ello, cuando pensamos en las luchas de los próximos 30 años para revertir esta serie de reglas que conceden demasiado poder al 1 por ciento, una clave será el trabajo que se sigue desarrollando con canadienses y mexicanos, pero ahora también con salvadoreños y colombianos, uruguayos y otros.
Con todos sus altibajos, en estos últimos 30 años observamos gran dinamismo en América del Sur, con la elección de gobiernos más populares en Bolivia, Argentina, Venezuela, Brasil y Ecuador, entre otros, así como muchos movimientos. Al grado de que revertir los peores aspectos de algo como el TLCAN podría estar al alcance dentro de cinco años, pues estas administraciones repensarían dar tanto poder a las empresas.
Cavanagh indica que “hay gran imaginación en movimientos y gobiernos para repensar los acuerdos comerciales, para contemplar tratados donde no habría algo como el capítulo 11 –sobre inversiones– del acuerdo trilateral, donde se incorporarían más protecciones para derechos democráticos, normas laborales y ambientales reales.
Para mí, esa es una conversación que surgió de la lucha sobre el TLCAN, y por esas relaciones que se establecieron entonces. Para esos miles de personas que pertenecen a organizaciones sociales que visitaron y conocieron, y que se encontraron por primera vez con mexicanos y canadienses, y trabajaron juntos, creo que las luchas más interesantes de los próximos 30 años serán encabezadas por personas que participaron en esos intercambios, y por sus hijos, comenta.
Otra vez en la misma batalla y con los mismo argumentos
A la vez, Cavanagh deplora que a pesar de que el TLCAN “es tan obviamente un desastre para los pueblos y el medio ambiente de los tres países, tenemos aquí un presidente demócrata que dice ser progresista y cuya prioridad es la expansión del tratado a otros países de la cuenca del Pacífico y de Europa, con el mismo debate alrededor de esto. Me impresiona que otra vez estamos en la misma lucha y con los mismos argumentos.
Ahora estamos en otra coyuntura; no en el auge que existía en tiempos del TLCAN, sino en condiciones más precarias, lo cual tiene el potencial de una respuesta anticomercio más xenófoba y nacionalista.
Señaló que en ambos lados del debate el TLCAN está siendo empleado en favor o en contra de nuevos acuerdos comerciales y, por lo tanto, es más importante que nunca que se sepa qué implicó para México, Estados Unidos y Canadá, para llegar mas allá de la teoría y ver las consecuencias de las mismas reglas que se promueven ahora y preguntar: ¿qué significó para esos productores de maíz y frijol en México? ¿Qué implicó para esos trabajadores en Estados Unidos? ¿Qué significa eso para los tratados que se están impulsando ahora sobre el mismo modelo del TLCAN?

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