domingo, 12 de mayo de 2013

¿Quién amenaza a la paz en la península coreana?

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Imagen activaPor Pedro Blas García *




La Habana (PL) Para una buena parte de medios de prensa y políticos del mundo occidental, la República Popular Democrática de Corea (RPDC) es parte del "eje del mal", frase acuñada y repetida hasta el infinito desde el 2002 por el entonces presidente estadounidense, George W. Bush.
Justamente en el presente año, el 27 de julio, se conmemorarán 60 años de la firma de un armisticio que concedió la apariencia de fin de una devastadora guerra, la cual dividió una nación en dos partes con los consecuentes traumas históricos, sociales y culturales.

Desde 1910, la Península fue escenario de la intromisión del imperialismo japonés y el posterior avasallamiento de Estados Unidos, propugnador de la Guerra Fría y principal causante de una tensión que aumenta con los años.

En el plano militar, Washington ejecutó un sistemático cerco a todo lo largo del este de la Península, justo frente a la RPDC, con sucesivos Tratados de Defensa Mutua firmados desde 1952 con Filipinas, Australia, Nueva Zelanda, Corea del Sur y Japón.

Esa tarea estuvo y está a cargo del Comando del Pacífico (Uspacom, por sus siglas en inglés), cuya jurisdicción abarca 272 millones de kilómetros cuadrados, 36 países, 20 territorios independientes y 10 pertenecientes a Estados Unidos.

El Pentágono ubica, para la zona en conflicto, Fuerzas de Tareas Conjuntas en Filipinas y con cuarteles generales en Japón y Seúl, además de cuatro grupos de fuerzas aéreas en Japón, Corea del Sur, Hawai y Alaska.

LAS BASES DEL CERCO

A partir de septiembre del 2001, cuando la debacle "existencial" en la emblemática ciudad estadounidense de Nueva York, Washington reorganizó sus fuerzas en la región de Asia Pacífico.

Desde entonces, reagrupó sus instalaciones militares, les asignó tareas específicas, entre ellas el abastecimiento, la logística y el espionaje satelital y de radares.

Así sucedió en Corea del Sur, Australia, Nueva Zelanda y Japón, acercando cada vez más los puntos de operaciones a la Península coreana, para lo cual dedicó un importante número de los 330 mil efectivos que forman el Uspacom.

Desde las bases militares en Guam y Okinawa comenzaron los vuelos de una llamada "inspección", ejecutados por los B-52 y B-2 Stealth (Invisibles) sobre esos territorios y el repostaje y mantenimiento de los F-22 Raptors, considerados los más avanzados cazabombarderos de ataques, en localidades surcoreanas.

A Seúl se le incentivó para gastar, en el 2012, más de 30 mil millones de dólares en defensa y las posibilidades inmediatas de renovar los aviones F-4 Phamton y F-5, así como el mejoramiento de los F-15 y F-16 que ya posee.

De igual forma, el Pentágono apoya los planes surcoreanos para desarrollar helicópteros de ataque no tripulados, además de los GPS -Sistema de Posicionamiento Global- y radares para el despliegue rápido de tropas y equipos.

Para expertos militares, tales tipos de equipos, con sus innovaciones técnicas, están lejos de ser de carácter defensivo, al igual que los sistemas coheteriles Patriot, entre otros.

Los planes bélicos incluyen construcciones de última tecnología con fines militares en la isla de Jeju, 60 kilómetros al sureste de las costas surcoreanas, declarada Patrimonio Natural del Mundo por la UNESCO.

El diario de Seúl Joogn Ang describió la isla como "una punta de lanza de la línea de defensa del país", imprudentemente ubicada muy cerca de la RPDC y a menos de 500 kilómetros de China, según el conocido analista estadounidense Noam Chomsky.

APRETAR EL ASEDIO Los sucesivos y continuos ejercicios militares entre fuerzas estadounidenses y surcoreanas son ahora más publicitados que nunca en los medios de prensa, incluida la televisión.

Esta vez, anunciaron desde Seúl el cese de los llamados Foal Eagle pero no retiraron hacia sus bases originales los B-52 y B-2, tampoco los tres destructores equipados con sofisticados sistema de alerta y encabezados por el USS McCain.

Apretar el cerco sobre Corea del Norte contempla un reforzamiento en equipos y hombres en bases militares como la de Kadena, Japón y Osan, en Surcorea, así como las ubicadas en el archipiélago de Okinawa, todas bien cercanas a la Península.

Junto a todo este vasto programa puramente militar, Estados Unidos promueve sanciones contra la RPDC, presiona hasta el límite para negociaciones con condiciones y niega a Pyongyang la posibilidad del desarrollo nuclear.

Fuentes de inteligencia, incluso de la propia Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA) han insinuado y tal vez ejecutados ya, según denuncias, ataques cibernéticos contra sitios oficiales de la RPDC.

El régimen de Seúl, cuyas fuerzas militares dependen y se subordinan al mando del Uspacom en Corea del Sur, mientras tanto, no cesa en las provocaciones y actúa como caja de resonancia de Washington.

Mantener la paz en la región es, para todos los involucrados en la crisis, una solución inmediata y no a largo plazo, sin arrogancias o condiciones humillantes para una de las partes.

Así opinan figuras políticas y de numerosos países del mundo porque una guerra tendría imprevisibles consecuencias para un continente que, como Asia, es escenario de cerca del 30 por ciento del comercio mundial y significa algo más del 35 por ciento del Producto Interno Bruto (PBI) a nivel mundial.

No obstante, la historia marca sus derroteros y como afirmara el líder de la Revolución cubana, Fidel Castro, "paso a paso, sin prisa, pero sin tregua, como corresponde a su cultura y a su historia, seguirán tejiéndose los lazos que unirán a las dos Corea".

*Jefe de la redacción Asia y Oceanía de Prensa Latina.

arb/pgh

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