miércoles, 15 de mayo de 2013

Gigantes explosiones de fuego en el Sol

Gigantes explosiones de fuego en el Sol


Científicos registraron cuatro colosales llamaradas en la superficie del Sol en apenas 48 horas.
Estas erupciones, también conocidas como protuberancias, son causadas por la liberación súbita de energía magnética almacenada en la atmósfera solar y lanzan al espacio gigantescas llamaradas de partículas solares.
Al menos dos de las erupciones registradas fueron clasificadas por la NASA como de tipo "X", el más intenso.
"Una llamarada de clase X equivale a mil millones de bombas de hidrógeno. Estamos hablando de una cantidad colosal de energía"
Doctor Robert Massey
Una de ellas alcanzó una intensidad de X2.8, la más alta observada este año. Apenas 14 horas antes otra erupción menor fue registrada como de X1.7.
Y lo más probable, según los expertos, es que veamos más erupciones colosales en los próximos meses, a medida que el sol se adentra en un periodo "alto" de actividad, previsto para este año y conocido como máximo solar, dentro del ciclo solar de aproximadamente 11 años.
"Lo interesante de estos eventos es que tuvieron lugar en una sucesión rápida", le dijo a la BBC el doctor Robert Massey, de la Real Sociedad Astronómica de Reino Unido.
"Esto quiere decir que nos aproximamos a este punto álgido de 11 años. No podemos decir exactamente cuándo va a suceder, sólo se puede calcular retrospectivamente", explicó el astrónomo.
Durante estos periodos regulares de mayor actividad aparecen gran cantidad de manchas solares y aumenta la emisión de radiación.
"Son eventos espectaculares. Una llamarada de clase X equivale a mil millones de bombas de hidrógeno. Estamos hablando de una cantidad colosal de energía", describió Massey.
La buena noticia, según el experto, es que "no supondará una amenaza" para la vida terrestre.

No afectará a la Tierra

Imagen de la erupción del Sol
Erupción solar del tipo X, la más intensa.
Las explosiones solares se denominan eyecciones de masa coronal o CME por sus siglas en inglés (Coronal Mass Ejection).
Son ondas de radiación y viento solar que se desprenden del Sol.
Si son lo suficientemente intensas, cuando las ondas de estas erupciones llegan a la Tierra varios días, después de la explosión, pueden afectar a la capa de la atmósfera terrestre en la que viajan las señales de comunicación y de GPS, generando interferencias en los sistemas electrónicos, tanto en los satélites como en el terreno.
Afortunadamente, según la NASA, esta última explosión solar no estaba en la dirección de la Tierra y por tanto no se esperan consecuencias en nuestro planeta.
Lo que advierten los expertos es que la onda de radiación sí podría llegar a varias misiones espaciales estadounidenses, como la sonda Stereo-B y el Telescopio Espacial Spitzer, en órbita.
Los operadores de estas misiones tendrán que decidir si ponen las naves en "modo seguro" para proteger los instrumentos a bordo de posibles daños.

Erupciones que afectaron a la Tierra

Imagen de una explosión solar en agosto de 2012
Los expertos auguran más erupciones a medida que el Sol se acerca a su período "alto" de actividad, dentro de su ciclo de 11 años.
Cuando las ondas de las erupciones solares llegan a la Tierra la gravedad de los daños que puedan causar depende de la orientación del campo magnético terrestre.
Las eyecciones de masa coronal pueden soltar en el espacio miles de millones de toneladas de partículas solares, a aproximadamente 1,6 millones de kilómetros por hora.
En casos de erupciones muy fuertes, cuando la onda sí llega a la Tierra, la materia cargada de electricidad puede reventar los transformadores de las redes eléctricas.
La tormenta solar del 1 y 2 de septiembre de 1859, por ejemplo, llegó a la Tierra con tal intensidad que causó incendios en América del Norte y en Europa. También hizo que las auroras boreales se avistaran en lugares como Roma, Cuba o Hawai.
En 1972, una tormenta geomagnética provocada por una erupción solar interrumpió las comunicaciones telefónicas de larga distancia en el estado de Illinois (EE.UU.).
Y en 1989, otra tormenta dejó a seis millones de personas en la oscuridad en la provincia de Quebec, en Canadá.

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