sábado, 9 de marzo de 2013

Multitudes siguen estoicas funeral de Chávez

Multitudes siguen estoicas funeral de Chávez

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CARACAS, Venezuela (AP) -- Un soldado lanza botellas de agua desde un camión a los ansiosos brazos sudados que forman un manojo de extremidades.
El calor hace que la ropa se empape y las suelas de los zapatos se derritan mientras la gente puja por alcanzar alguna botella en medio de envases vacíos tirados por el suelo.
No se trata de una operación humanitaria tras un desastre natural a una ciudad paralizada: es la periferia de la manifestación que ocurre a las afueras de los funerales de Estado del presidente Hugo Chávez en Caracas.
En las calles cercanas, atiborradas de motorizados, vendedores ambulantes, personas que se acuestan sobre papel periódico en el césped de las aceras del Paseo de los Próceres, la amplia avenida que da acceso a la Academia Militar donde son velados los restos de Chávez, miles de personas hacen una fila de más de tres kilómetros para conseguir ver el cuerpo del dirigente.
El acceso al salón donde permanece fue cerrado al público para poder dar paso al funeral con más de una treintena de jefes de Estado y de gobierno.
Lejos del salón con los presidentes en elegantes trajes oscuros, tres mujeres con camisas rojas se protegen del sol bajo una única sombrilla; aún les quedan más de 1.000 metros para alcanzar la meta.
Parece una feria popular o una festividad nacional y casi el único momento de solemnidad es cuando la muchedumbre oye por enormes parlantes y ve en pantallas gigantes colocadas en distintos puntos que los presidentes se levantan para escuchar el himno nacional interpretado por una orquesta dirigida por el director venezolano Gustavo Dudamel.
Entonces reina el silencio por unos minutos y de las bocas de las tres mujeres salen las estrofas del himno.
Mónica Castillo, de 55 años y que limpia pisos en un hospital capitalino, se escurre las lágrimas, arregla su camiseta sobre la que lleva una foto de Chávez dentro de una bolsa plástica transparente, "es para que no se me dañé", dice y comenta con las otras dos mujeres a las que conoció haciendo la fila que el presidente Raúl Castro luce muy bien, que las hijas de Chávez en primera fila se ven tristes y que ya nunca volverán a "amar" a nadie más como al fallecido líder.
A lo largo de la extensa avenida, generalmente cerrada y sólo usada para desfiles militares, parlantes transmiten la misa del funeral y las tonadas de una orquesta militar.
Construido por el dictador Marco Pérez Jiménez (1952-1958) el paseo dividido en dos tramos, "Los ilustres" y "Los próceres", suma en total unos cinco kilómetros de largo y es una versión caribeña de Las Tullerías y los Campos Elíseos. El paseo venezolano fue inaugurado en 1956 y Los próceres tiene un tramo con graderías techadas a los lados para el público que asiste a los actos.
Esas graderías fueron una tabla de salvación para los que abandonaban brevemente la fila hacia la Academia Militar y buscaban protegerse del sol. Parcialmente cubiertas de botellas vacías de agua y jugos que reparten los militares pero también se venden a entre 1,5 y 3,9 dólares, las bancadas de cemento también sirvieron de cama para los más extenuados.
Por momentos, algunos son capaces de mencionar los problemas del país como la inflación de 22,8% acumulada en 12 meses hasta febrero o la alta criminalidad.
"Yo vivo en El Cafetal (una barriada al este de la ciudad) y antes era tranquila y ahora se escuchan tiros" por las noches, dice Yanina Barrera, de 42 años, propietaria de una pequeña tienda que imprime dibujos en camisetas.
En la fila y con una pequeña foto a color tamaño pasaporte de Chávez pegada a su camiseta del lado izquierdo, Barrera asegura que con la muerte de Chávez quedan "muchas cosas pendientes y me imagino que deben estar en la mesa para que Maduro las cumpla".
Barrera sabe que tendrá que esperar muchas horas para que avance la fila a cuyos lados se forman como pequeños mercados persas: carritos de helados forrados en afiches de Chávez, venta ambulante de anteojos de sol, empanadas, películas y hasta pequeños muñecos plásticos de Chávez, de unos 10 centímetros de altura, apoyados sobre una base redonda para no caerse.
Nada de eso atrae a Jaime Bernal, un conductor de autobús de 52 años, que ya cerca de la entrada cometió el error de salir de la fila para ir a uno de los baños portátiles. Como cuando faltan unos 500 a 1.000 metros para entrar la guardia tiene barreras metálicas para controlar el paso, a Bernal le fue impedido el paso para regresar a su puesto.
"Ya no me dejan entrar, no es justo", dice recostado en un camión ambulante de venta de comida estacionado junto a la barrera metálica.
Beisy Colina, de 43 años, una administradora que trabaja en la empresa telefónica estatal, mira la escena desde lejos sobre un pequeño bosque a uno de los extremos del paseo y sentada en un banco portátil negro que lleva consigo. Chávez es irremplazable, asegura, pero admite que también cometió errores y "maldijo mucho" en público.
Con dos hijos, de nueve y de tres años, Colina repite lo que es casi un mantra al hablar con personas a lo largo de la fila o que están en grupos separados observando las pantallas: aceptan al vicepresidente Nicolás maduro, de 50 años, porque lo designó Chávez como su candidato a sucederlo.
Pero "Nicolás nos tiene que demostrar que sí podemos confiar en él", dice mientras come unos gajos de naranja.
Unos metros más allá de la mujer, Edgar Carvajal, de 50 años y trabajador en una empresa de electrodomésticos advierte: "si Maduro se desvía, el pueblo lo saca".
En restaurantes y plazas del centro de Caracas pequeños grupos de personas siguen paso a paso el funeral de Estado de Chávez por televisión.
"Si mi comandante era un hombre que dividía, que peleaba con todos, con otros países, estaría ahí (en su velorio) solo", asegura Argenis Urbina, un librero de 51 años. "Esto es muy duro, sólo espero que Maduro no permita que se diluya su obra".
La mayoría de los centros comerciales y tiendas permanecen cerrados y unos pocos vehículos circulan por calles y avenidas. Las autoridades decretaron el viernes día no laborable con el propósito de aliviar el tránsito y permitirle a muchos trabajadores ir a rendir honores al fallecido jefe de Estado.
"Ha venido poca gente hoy, las mesas casi todas están vacías. Si no mejora lo más seguro es que cerremos temprano", se lamenta Johnny Pérez, un mesonero de 20 años.
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El periodista de The Associated Press en Caracas Jorge Rueda contribuyó en esta nota.
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Interactivos:
http://hosted.ap.org/interactives/2013/venezuela-es/
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© 2013, La Prensa Asociada.

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