sábado, 9 de febrero de 2013

Ambición, guerra, deslealtad... y la caída de Madero

Ambición, guerra, deslealtad... y la caída de Madero
Con el cuartelazo, Victoriano Huerta llegó al poder; un sangriento episodio de la Revolución que tuvo lugar en la capital
 
Eran las cuatro de la mañana del 9 de febrero de 1913, el toque de Diana despertó a los cadetes de la Escuela Militar de Aspirantes, en Tlalpan, lugar desde el que partieron en trenes eléctricos hacia el Zócalo; otro contingente del Cuartel de Tacubaya se dirigía al mismo lugar. Ambos tenían una misión: tomar Palacio Nacional y derrocar al presidente Francisco I. Madero.


Antes de llegar al objetivo, la primera parada fue la cárcel de Santiago Tlatelolco. Ahí, Bernardo Reyes, uno de los hombres más cercanos a Porfirio Díaz esperaba el contingente para ser liberado. Así sucedió. A las 06:30 horas salió en compañía del guardia de la prisión, Rafael Vega y Roca.
Ese acontecimiento permitió que otros presos aprovecharan la ausencia de guardias para escapar. Grandes columnas de humo salían de las ventanas, desde las nueve de la mañana hasta la una de la tarde que fue controlado; mientras tanto, los reos escapaban por la iglesia.
Lecumberri fue el siguiente destino. Félix Díaz, sobrino del presidente al que derrotó por Francisco I. Madero, quien cumplía una pena de dos años impuesta por sublevarse en 1911 al gobierno que envió a su tío al exilio.
Entonces, en la Catedral Metropolitana la gente acudía a misa dominical. La homilía transcurría cuando intempestivamente se cerraron las puertas al tener cerca un gran contingente de militares.
Una sección de soldados del 20 batallón de la escuela militar se desplegó a diez pasos del Palacio Nacional. Quince metros atrás se encontraba el grupo del primer regimiento. Enfrente, tras las puertas del inmueble se encontraba el general Lauro del Villar con un grupo de federales que cuidarían las instalaciones. Cañones, fusiles, carabinas... todo estaba listo.
El fuego cruzado comenzó. Las balas se incrustaron en las paredes, los techos y comenzaron las bajas. Civiles y soldados fueron heridos, entre ellos, el general Reyes y el general del Villar. El primero murió en ese enfrentamiento. Los sublevados se dispersaron. Palacio Nacional no fue tomado, quedó a salvo. Sin embargo, la estrategia cambió. A cinco kilómetros se encontraba la fábrica de tabaco que concentraba la artillería del gobierno. Los felicistas (seguidores de Felix Díaz) se atrincheraron ahí, en La Ciudadela.
Para ese momento, Francisco I. Madero ya sabía del grupo que lo quería fuera de la presidencia. Lo acusaba de ineficaz, de mantener en crisis al país, de no controlar a los rebeldes y de terminar con la paz que había hasta 1910.
El presidente fue enterado del cuartelazo, de la fuga en Lecumberri y Tlatelolco y del enfrentamiento en el Zócalo. Salió del Castillo de Chapultepec escoltado por los cadetes del Colegio Militar hacia Palacio Nacional. Avanzó por lo que conocemos como Paseo de la Reforma y avenida Juárez, en el episodio que se conoce como La marcha de la lealtad. Al pasar frente a la estructura del Palacio de Bellas Artes comenzó una lluvia de balas. Victoriano Huerta, que caminaba por el lugar, ofreció su apoyo al presidente y lo llevó al balcón del establecimiento de fotografías Daguerre, para ponerlo a salvo.
Cuando las balas cesaron, Madero bajó y los generales Huerta y Ángel García Peña, los ministros Manuel Bonilla y José María Pino Suárez y un grupo de seguidores se dirigieron a la Plaza de la Constitución. Al enterarse que el general del Villar estaba herido, Madero nombró a Victoriano Huerta comandante de la plaza. A partir de ese momento, el militar porfirista fue el encargado de acabar con los sublevados.
Por primera vez desde que inició la Revolución Mexicana, la guerrilla azotaba la capital del país. Para evitar epidemias se quemaban los cadáveres en el sitio en que se encontraban y otros fueron trasladados a los campos de Balbuena, ahí se apilaban y prendían fuego sin reconocer a los muertos.
Ese 9 de febrero inició el periodo que a partir del 18 del mismo mes se conoció como Decena Trágica. Durante 10 días Victoriano Huerta tuvo la orden de terminar con la rebelión y no lo hizo. De acuerdo con los historiadores, Alejandro Pinet y Rosendo Bolívar el general se acercó a los felicistas para echar abajo el régimen de Madero. Fue hasta el 16 de febrero que Huerta participó en el golpe de Estado, “aprovechó las circunstancias, pues con la muerte de Bernardo Reyes, Victoriano encontró la oportunidad de quedar como presidente”, comparte el doctor Bolívar Meza.
Como comandante de plaza, el 18 de febrero, Victoriano Huerta firmó el Acuerdo de La Ciudadela, que se realizó en la embajada de Estados Unidos. El embajador norteamericano Henry Lane Wilson convenció a otros diplomáticos, a senadores y a diputados mexicanos de solicitar la renuncia de Madero ante los disturbios ocurridos. Pedro Lascurain, el ministro de Relaciones Exteriores, fue el encargado de convencer al Presidente y al Vicepresidente de renunciar.
Esta dimisión fue posible también porque un día antes, Gustavo A. Madero se dio cuenta de las negociaciones entre Huerta y Díaz, y presentó esposado al general ante su hermano para acusarlo de traición, pero Francisco le dio 24 horas al comandante de plaza para terminar con los sublevados. No obstante, quien murió después de esa entrevista fue su hermano Gustavo.
Lascurain fue nombrado presidente interino, en 45 minutos nombró secretario de Gobernación a Huerta, a quien por orden de sucesión, en caso de la falta del presidente, al no haber vicepresidente, ni ministro de relaciones exteriores, correspondió ocupar el cargo de presidente. . De forma legal se dio el cambio.
Dos días después, el general Manuel Mondragón dio la orden de trasladar a Francisco I. Madero y José María Pino Suárez a Lecumberri. Al llegar a la prisión fueron asesinados.


Durante el gobierno de Madero se dio mayor libertad de expresión, para los medios porfiristas los periódicos fueron una herramienta para vulnerar la presidencia de 1911 a febrero de 1913.

Alejandro Pinet
Historiador

“Es muy impotante recordar la decena trágica, pero hay que insistir en lo que nos deja como experiencia: esta salida desesperada de imponer la paz a como de lugar, reprimiendo las propuestas, es lo que menos efectivo resulta”
Rosendo Bolívar
Historiador

“La historia sirve para retomar la experiencia del pasado, nos ayuda a construir un mejor presente pero también para no repetir los errores de antiguos personajes... por eso es importante conmemorar estas fechas”

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