miércoles, 16 de enero de 2013

Peña Nieto en el Senado: Un horror recorre la política… la unanimidad

 

Peña Nieto en el Senado: Un horror recorre la política… la unanimidad

 

Federico Arreola @FedericoArreola mié 16 de enero de 2013
No niego el buen arranque del gobierno de Enrique Peña Nieto. ¿Bueno? Extraordinario. Ha regresado a México la política y con esta la confianza en que las cosas pueden mejorar. ¿Me sorprende lo bien que ha trabajado Peña Nieto? No. Después de la crisis de la Feria del Libro de Guadalajara, él decidió probar que puede convertirse en un gran político, y lo ha conseguido. Parte del mérito es de su equipo, en el que sobresale un hombre excepcionalmente inteligente, Luis Videgaray. Pero lo relevante ha sido el deseo de trascendencia de Peña Nieto. Aspira a ser un presidente destacado, y trabaja para lograrlo.
El mejor Peña Nieto se manifestó el día de otra crisis enorme, la de la Ibero, cuando nació el #YoSoy132. Antes de acudir a esa universidad, estuvo con Carmen Aristegui. Escuché la entrevista. Quedé convencido de que EPN aspira a ser un estadista mayor, y creo que va en el camino para lograrlo. Después, en la Ibero, se atrevió a tratar de dialogar con los fanáticos estudiantes y no estudiantes que le respondieron con insultos y agresiones. Cuando, en el futuro, se analicen los videos de lo que pasó en la Ibero inevitablemente se concluirá que Peña Nieto buscaba el diálogo democrático y que, ni hablar, lo que encontró fue intolerancia y violencia. ¿Cómo respondió Peña Nieto a las agresiones del #YoSoy132? Con invitaciones al diálogo y con propuestas concretas de democratización.
Ya en el gobierno, Peña Nieto ha insistido en dialogar con todas las fuerzas políticas. A su equipo, en el que hay operadores competentes, como el mencionado Videgaray, secretario de Hacienda, y el de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, le ha resultado sencillo pactar con los lideres del PRD y del PAN. Ayer Peña Nieto estuvo en el Senado. Fue a nada y a todo. No a un acto protocolario, sino solo a comer con políticos de varios partidos. Hoy la opinión pública aprueba lo que pasó. Es histórico, dicen. No lo sé, pero es cierto que nunca había ocurrido. Esto es, si los presidentes acudían a la casa de los senadores lo hacían, nada más, de pisa y corre a entregar reconocimientos. Peña Nieto estuvo ahí para dialogar, platicar, convivir. Y es unánime el aplauso. Pero…
Quiero citar a José Ortega y Gasset: “Para que una profesión se mantenga en plena eficiencia es menester que exista siempre en ella un grupo disidente, resuelto a no hacerse solidario... Solo ese grupo se encontrará siempre en limpio y podrá salvar ante el público la profesión, atrayendo sobre sí el respeto y la autoridad necesarios… solo esta pluralidad de poderes diferentes y más o menos antagónicos asegura la salud social”. Ortega y Gasset hablaba de la prensa, un “poder espiritual”. Supongo que es válido aplicar sus palabras a la política, otro “poder” no sé qué tan espiritual. El filósofo no pedía a la prensa dejar de ser un poder, “sino que no sea el único y que sufra la concurrencia y corrección de otros”. Es lo que debemos pedirle a la Presidencia de México.
Es lógico pensar que Peña Nieto y su equipo, con el Pacto por México y el diálogo de todos los días con el PRD y el PAN, han buscado acercarse a los contrarios. Pero el éxito, sobre todo obtenido con contundencia, suele transformarse pronto en fracaso. No es correcto que los partidos de oposición se sientan parte del gobierno. Así es como se están viendo los líderes del PAN y del PRD. Peña Nieto, Videgaray y Osorio los han persuadido de que gobiernan juntos, y tal vez así sea. Pero en la democracia la unanimidad no es un valor, sino un riesgo que debe eludirse. Un político de primera, de izquierda, culto, tolerante, experimentado como el gobernador de Tabasco, Arturo Núñez, llegó al extremo de usar su capacidad de negociación con todas las fuerzas sociales de su entidad para arreglar las cosas de tal modo de que, cuando Peña Nieto visitó Villahermosa no hubiera protestas. Y no las hubo. Ahí está el problema. Porque en la democracia siempre debe haber alguien inconforme manifestando su frustración, su rabia, su discrepancia.
Por eso el gran valor de que exista Andrés Manuel López Obrador, el eterno rebelde. Gracias a su terca inconformidad no hay unanimidad en México. Maravilloso. Alguien debe estar en contra para que, por lo menos, Peña Nieto sepa que debe seguir esforzándose porque no ha llegado todavía a su meta: la de convencer a todos. Un fin al que los gobernantes, sin excepción, aspiran, pero que solo alcanzan los dictadores. Ningún líder, en la democracia, conquista el aprecio de todos los ciudadanos. Ninguno, y qué bueno que así sea. Los grandes estadistas lo intentan sin descanso, y es en la medida en que trabajan para ello, sin conseguirlo jamás, que trascienden.
Me encanta lo que hace López Obrador. No estoy de acuerdo con Andrés Manuel. Esta vez no. Pero en lo que pueda, sin hacerme militante y sin coincidir, apoyaré a Morena. Considero injustas muchas de las críticas de AMLO a Peña Nieto y deseo que fracase la cruzada de Morena que busca impedir las reformas estructurales. Pero aprecio y agradezco lo que ese gran líder hace. La oposición es necesaria, y en estos tiempos solo AMLO y Morena se oponen. Por eso serán, en la siguiente elección federal, la segunda fuerza política en México. Así las cosas, después de 2015 Peña Nieto tendrá que ser mucho más inteligente, tolerante y paciente de lo que ha sido hasta ahora para dialogar con el movimiento, el de Andrés, que rebasará en las urnas, y con facilidad, al PAN y al PRD.
El diálogo con AMLO es un reto enorme. Si EPN lo consigue, bueno pues… será un presidente histórico. Confío en que se dará. Andrés Manuel sabe que esa etapa va a llegar, así que deberá pasarla si quiere seguir adelante. La pasará.

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