viernes, 21 de diciembre de 2012

Un cuento del "fin del mundo"


Un cuento del "fin del mundo"

Óscar Adrián Jafet @Libertariuscla vie 21 de diciembre de 2012
Don Durito (traído desde las montañas del sureste mexicano hasta nuestro cuento, espero no se encabrone el Sup Marcos) se despertó como flecha aquella mañana de ése famoso día, era el 21 de diciembre del 2012, el "día del apocalipsis" decían los lugareños y los foráneos del mundo. Se despertó aturdido por el gritoneo despavorido que llegaba de  la ciudad, un gritoneo que se escuchaba a kilómetros de distancia, -que estarán haciendo ahora estos jijos del maíz- se preguntaba aún medio dormido y medio encuerado don Durito y se ponía a confabular teorías e hipótesis como sacadas del mejor libreto de Hollywood mientras se forjaba un buen cigarro y se acomodaba sus viejos lentes de concha; -quizá ya regresaron los antiguos más antiguos que hicieron el mundo, quizá llegó el artista de moda o el presidente guapetón estaba dando su discurso mientras posaba para la revista de la pregunta, quizá la artista del avión no estaba muerta, andaba de parranda- se decía para sus adentros el canijo escarabajo. 
Tanta era su curiosidad que se puso a averiguar con sus vecinos de la selva Lacandona, -qué pasa en la ciudad, doña cigarra- preguntaba; -esos cabrones humanos que ya comenzaron a chingar con el fin del mundo- contestaba furiosa la cigarra, y así a todo al que preguntaba le contestaba lo mismo, algunos con tono burlón, otros con la sabiduría que los caracterizaba como al señor búho.
La tarde caía en las selvas húmedas del sureste mexicano,  caía la tarde y con ella también el ruido ensordecedor se iba haciendo cada vez más lejano e inaudible, -hasta el fin del mundo se olvidó de nosotros los de abajo, Capitán, hasta el fin del mundo- decía sarcástico don Durito  al Sup Marcos, -qué se va a olvidar de nosotros, mañana se verán las consecuencias, don Pinchito, mañana se verán- decía un risueño Subcomandante. La lluvia comenzaba a hacerse presente y el frío arreciaba más de lo normal, ese frío que dos décadas antes era una causa natural de muerte para los pobres más pobres de México y sus pueblos indios, ese frío que recordaba la revuelta indígena de aquel 1 de Enero del 94, ése mismo frío se hacía presente esa noche como presagio de algo que iba a pasar, como el presagio de lo inevitable, con ése mismo frío don Durito cayó como rayo dormido profundamente, cayó en un sueño, es decir en varios sueños de aquel presagio de lo inevitable; soñó que quizá ése presagio sería por que los pueblos se levantarían contra los dictadores, por que quizá ya no habría más muertos de muerte natural, por que tal vez el imperialismo ya no mataría a más niños de hambre, soñó también que los colores de piel o preferencias sexuales eran respetados, soñó que quizá esa revuelta indigenista del 1 de Enero del 94 y las demás rebeliones internacionales justas salían triunfadoras, entre tantos muchos sueños libertarios que suceden en una noche de lluvia y grillos.Al amanecer con la luz del sol y la brisa de la lluvia se despertó don Durito, entusiasmado por los sueños que había tenido la noche anterior y corrió a averiguar con los sabios más sabios qué significaban aquellos sueños, los sabios no dijeron palabra alguna, sólo le dieron un periódico de esos que dicen toda la verdad(aún existen, mínimo en éste cuento), las noticias no eran alentadoras y mucho menos se acercaban a los sueños que había tenido, eran todo lo contrario: "El dólar se dispara y caen las bolsas de valores", "Miles de muertos por la guerra imperialista", "El presidente desayunará con jefes de Estado para promover al país y su bajo pago de impuestos", "La izquierda politiquera no libera a los 14 detenidos", "La navidad llegó y en el Medio Oriente no habrá pavo ni cena navideña", rezaban las notas principales de aquel periódico que decía toda la verdad o eso se cree. Nada era comparado con los sueños de aquel escarabajo, -ya ve don Durito, como sí nos pasó factura el "fin del mundo", se lo dije- decía el Subcomandante, pero don Durito no contestaba, aún pensaba qué hacía falta para cambiar el mundo, también pensaba en cual sería la moraleja de éste cuento que ya se puso aburrido, pensaba y pensaba, hasta que se cansó de pensar y mejor rellenó su pipa y se puso a fumar, y el cuento quedó inconcluso, tan tan.
El mundo no se acabó ni cambió de rumbo de un día a otro, hacen falta más soñadores como don Durito que no deseen cambiar el mundo, pero que sí deseen volverlo a hacer de nuevo, un mundo donde quepan muchos mundos como dicen los compas zapatistas, un mundo donde la utopía no sea criminalizada y donde todos tengan cavida, donde el fin del mundo no sea el pretexto perfecto para hacer dinero. Esa es la moraleja del cuento aburrido que acaban de leer, reciban un cordial saludo y un abrazo para este frío que congela los huesos.

 

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