miércoles, 12 de diciembre de 2012

La mirada de Solalinde

La mirada de Solalinde
Julián Andrade
 
Los migrantes que vienen de El Salvador, Guatemala y Honduras, suelen decir que ingresar a territorio mexicano es como penetrar a las entrañas de un monstruo que devora hombres y sueños.
Miles, sí, miles desaparecen en su intento de alcanzar la frontera norte y de llegar a los Estados Unidos.
Los engañan los polleros, que los abandonan en el camino y los extorsionan las autoridades policiacas y de migración.
Lo peor, sin embargo, es cuando caen en manos del crimen organizado. En no pocas ocasiones son las propias autoridades quienes los entregan a sus verdugos. Hay historias documentadas al respecto.
La pesadilla, no lo olvidemos, es del tamaño de los cientos de asesinados en San Fernando, Tamaulipas.
Quienes llegan a México buscando una mejor vida, a pesar de todas las acechanzas, no están solos. El padre Alejandro Solalinde los acompaña y protege desde el albergue de los Hermanos en el Camino que se estableció en Ixtepec, Oaxaca.
Para Solalinde las cosas no han sido fáciles y ha tenido que enfrentar amenazas de burócratas ignorantes, policías corruptos y narcotraficantes.
Lo trataron de desprestigiar acusándolo de poco sólido en sus afirmaciones y esto abrió la puerta para que criminales peligrosos vieran la oportunidad de terminar con él.
Hace unos meses tuvo que salir del país porque no existían las condiciones para protegerlo, a pesar de contar con custodia, la que aceptó, por cierto, porque Margarita Zavala lo convenció de hacerlo.
Solalinde resulta molesto porque puso el dedo en la llaga al señalar la enorme contradicción que existe entre la exigencia de buen trato a nuestros paisanos en EU y el mal trato al que son sometidos los centroamericanos durante su peregrinar hacia el norte por nuestro país.
Pero más aún, el padre Solalinde reveló la trama de colusión entre funcionarios de bajo nivel del Instituto Nacional de Migración, policías estatales y municipales, con organizaciones de tráfico de personas.
El modus operandi es terrible, ya que los migrantes son secuestrados con el fin de extorsionarlos, si su familia cuenta con recursos para pagar un rescate; reclutarlos, en una suerte de leva, para ingresar en los distintos grupos de gatilleros; o de plano asesinarlos si no resultan de utilidad.
Por eso de muchos ya no se sabe más y de ahí que el penar de las familias no tenga fin.
Este lunes Solalinde recibió el Premio Nacional de Derechos Humanos de manos del presidente Enrique Peña Nieto y el ombudsman Raúl Plascencia.
Es un reconocimiento al trabajo que el sacerdote viene realizado, pero debe servir también para mandar el mensaje de que los abusos contra los migrantes son inaceptables.
México no puede ser candil de la calle y oscuridad de la casa en un tema tan delicado y en el que se deben impulsar todos los cambios que sean necesarios.
Solalinde, a pesar de lo que ha tenido que ver y padecer, está convencido de que las cosas pueden mejorar.Ojalá esta vez le asista, de nueva cuenta, la razón.

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